Organiza: Instituto Nacional Belgraniano
17 de junio de 1821
“Fallecimiento del General Martín Miguel de Güemes”
Homenaje del Instituto Nacional Belgraniano al General Martín Miguel de Güemes, decidido y heroico defensor de la Libertad e Independencia de la Patria naciente.
Campanadas de Patria para la Amistad de Manuel Belgrano y Martín Güemes:
- Presentación:
Martín Miguel Juan de Mata Güemes y Manuel del Corazón de Jesús Belgrano compartieron principios, ideales y estrategias en el ámbito militar, político y social durante el movimiento independentista de nuestra Patria. Esas características, que los unieron en la lucha por la libertad, fructificaron en uno de los sentimientos más nobles y puros que puede unir a los seres humanos: la amistad.
Martín Güemes conoció a Manuel Belgrano en algún momento de su vida que no se puede precisar. Quizás durante las invasiones inglesas en las que ambos participaron defendiendo Buenos Aires o quizás cuando Belgrano arribó a la tierra gaucha al tomar el mando del Ejército Expedicionario al Alto Perú. Lo cierto es que entre los años 1816 y 1819 Martín Güemes y Manuel Belgrano mantuvieron una prolífera correspondencia epistolar cuya lectura nos permite conocerlos interiormente. Sus valiosas plumas registraron las vivencias que originaban los sucesos de los que fueron protagonistas.
En estas simples líneas pretendo evocarlos desde esa humanidad no siempre valorada. Ambos fueron hombres de armas, amaron y sufrieron por la Patria, pero también amaron y sufrieron por ellos mismos y por sus seres queridos. Compartieron la angustia de las intrigas tramadas por enemigos internos y externos, la falta de recursos, de apoyo, el desinterés y la constante acción difamatoria de quienes quisieron cortar el lazo que los unía.
Todo ello se conjuga en este trabajo, basado en las cartas transcriptas en obras documentales e investigaciones de importantes autores con el anhelo de rendir un respetuoso homenaje a la amistad de Martín Güemes y Manuel Belgrano, nacida y consolidada al son de la Patria.
- “Sus virtudes y servicios militares”:
Martín Miguel Juan de Mata Güemes, de padre español y madre jujeña, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. A los 14 años ingresó como cadete del Regimiento Fijo con asiento en Salta, que posteriormente fue trasladado a la capital del Virreynato.
Durante la defensa y reconquista de Buenos Aires luchó formando parte de las tropas organizadas por Santiago de Liniers, en 1806 y 1807. Por su destacada participación fue premiado por el Rey de España. De regreso en su tierra natal, en 1808, el Gobernador de la Intendencia lo incorporó a las fuerzas que guarnecían la plaza. En 1810 adhirió a la causa patriota organizando y costeando un Destacamento integrado por salto – jujeños con el que controló al enemigo en la Quebrada de Humahuaca, interceptando correspondencia y armamento. En Noviembre del mismo año estuvo al mando de la Avanzada del Ejército Auxiliar con la que triunfó en Suipacha, primer y único triunfo patriota en el intento de recuperar el Alto Perú.
En 1812 Juan Martín de Pueyrredón, Jefe del Ejército Expedicionario solicitó ser reemplazado por razones de salud. Pueyrredón consideraba un infortunio tal cargo ya que, según sus palabras, era un cuerpo enfermo con sus miembros corrompidos. Varios integrantes de este Ejército, en vistas de la disciplina y éxito con que las milicias salto jujeñas se desempeñaban, sembraron por doquier intrigas y falsas acusaciones contra Güemes. Cuando Manuel Belgrano asumió el mando del Ejército le transmitieron estas apreciaciones, que fueron refutadas por Pueyrredón. Güemes tenía entonces 27 años, el General 42.
Belgrano priorizó el saneamiento de la desmoralizada fuerza adoptando medidas que consideró ejemplares. Una de ellas fue el traslado de oficiales entre los que incluyó a Güemes. El salteño fue trasladado primero a Santiago del Estero y luego a Buenos Aires. Allí solicitó conocer las causas de dicha medida que – según expresara – degradaba su honor y distinguidos servicios. El gobierno pidió informes a Belgrano quien convencido de su justicia respondió: “Si el Teniente Coronel don Martín Güemes procede con el honor que corresponde a su carácter, se abstendría se le hiciera saber las causas que dieron motivo, no a ser confinado, sino a que marchara para esa Capital a disposición de V. E., pues él no puede ignorarlas cuando su propia conciencia le debe acusar de que su vida escandalosa ha sido demasiado pública en Jujuy y después en esta Ciudad y la de Santiago del Estero”. Sostiene después que, “las virtudes y servicios militares de este individuo, de que ha sido informado V. E., no son tantas ni de tanto valor como se ponderan vulgarmente. Virtudes, ciertamente, no se le han conocido jamás, y sus servicios han sido manchados con ciertos excesos, o mejor diré delitos de que tengo fundamentos muy graves para creerlos, aunque no documentados. Por lo mismo considero que no podrá ser útil en este Ejército, que trato de depurarlo de toda corrupción a toda costa…Si vuestra excelencia considera que este oficial, absteniéndose de su relajada conducta, puede ser útil a la Patria, lo será tan solamente en esa ciudad o en el Ejército de la Banda Oriental”. (Salta, 26 de febrero de 1813).
El gobierno dispuso que Güemes permaneciera en Buenos Aires durante todo 1813 en el Estado Mayor. Nótese que Belgrano expresó tener fundamentos graves para creer en ciertos excesos de Güemes, pero no documentos. Pareciera que el General hubiera querido sintetizar en el informe las mal intencionadas referencias que recibiera de los detractores del Oficial, de lo cual no podía dar fe. Quizás ello restó credibilidad a las imputaciones realizadas.
Cuando Belgrano afirma que las virtudes y servicios militares de Güemes no eran tantas ni de tanto valor como se ponderaban se suma al juicio de los detractores. El no podía ignorar los méritos del salteño que a partir de 1806 era ascendido por sus destacadas actuaciones, como integrante del ejército real primero y como soldado de la revolución después.
Sus expresiones se trocaron con el tiempo en valoración, admiración y afecto. En la carta que escribiera a Güemes luego de reasumir el mando del Ejército Nacional podría inferirse el arrepentimiento del prócer respecto a esta conducta: “Como yo he hecho ostentación de la amistad de Ud. en consecuencia de que habían hablado algunos de que Ud. no la tendría conmigo, así porque lo mandé a Buenos Aires, como porque a Rondeau dicen que Ud. le manifestó que no me admitiría, seguramente se han venido a valer de mí para que me empeñe con Ud. y yo me he gloriado de esto, conociendo que aquél ridículo concepto ya no existía”.(9 de setiembre de 1816).
En 1816 Belgrano consideraba ridículo concepto lo que cuatro años antes consideró delitos, quizás sorprendido en su buena fe. Este tipo de acciones determinó que por ejemplo el historiador salteño Bernardo Frías opinara que la ligereza del temperamento de Belgrano fue causa de apresuradas e injustas determinaciones.
Por su parte el Gemeral Tomás de Iriarte, quien llegó a América integrando el grupo de oficiales encabezados por el Mariscal José de La Serna en 1816 y dos años más tarde se pasó al bando patriota, escribió: “Entre los defectos capitales de un hombre público, el dejarse arrastrar de la primera impresión es uno de los más considerables. Belgrano ofrecía ese flanco y así fue engañado muchas veces por su excesiva confianza”.
Durante su permanencia en Buenos Aires Güemes conoció a José de San Martín. Cuando a raíz de las derrotas de Vilcapugio y Ayohúma se decidió reemplazar a Belgrano por San Martín, Güemes le ofreció sus servicios. San Martín elevó un informe favorable expresando: “La opinión y concepto de este oficial y sus servicios constantes por la causa me hacen interesarme a V.E a fin de que su solicitud tenga el éxito que solicita”. El gobierno accedió al pedido y nombró a Güemes Teniente Coronel el 7 de diciembre de 1813. Güemes acompañó a San Martín desde Buenos Aires hasta Yatasto donde ambos se reunieron con Belgrano en enero de 1814. Allí, según el Doctor Martín Gabriel Figueroa Güemes, se reconciliaron Martín Güemes y Manuel Belgrano. San Martín encomendó entonces a Güemes cubrir la línea del Río Pasaje.
Al hacerse cargo del Ejército San Martín dijo: “Tengo la desgracia de haber tomado el mando de un Ejército derrotado cuyos oficiales parece no han escapado de las manos del enemigo sino para prepararle la conquista del resto de las provincias. Las armas de la Patria cuyo mando se me ha confiado no podrán prosperar de aquí en adelante hasta que el ejemplo del escarmiento contenga a unos y despierte en otros la noble pasión de la gloria que es la que hace obrar prodigios de valor y fortaleza”. Estos dichos, sumados a los de Pueyrredón y a las lecturas de documentos de la época llevaron al Doctor Martín Gabriel Figueroa Güemes a sostener que la separación de Güemes de tal Ejército fue un hecho glorioso para él, ya que fue víctima de la difamación y la envidia de sus denigrados oficiales, y luego reivindicado por San Martín.
- Correspondencia de Güemes y Belgrano:
Se define como correspondencia el acto de corresponder. El conjunto de cartas que se escribieron Güemes y Belgrano, además de constituir documentos de alto valor confidencial e histórico, expresa lo que literalmente significa la palabra corresponder: pagar con igualdad afectos, beneficios o agasajos. Amarse recíprocamente.
En la obra “Güemes Documentado” se registran 129 cartas que Belgrano dirigiera a Güemes y éste 14 a Belgrano. La diferencia numérica de las piezas sugiere que muchas de las cartas que escribiera Güemes no han sido recuperadas. Güemes era entonces Gobernador de la Intendencia de Salta y Comandante General de sus Fuerzas. Belgrano era Jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú acantonado en Tucumán.
La primera carta que se conoce que Manuel Belgrano escribió a Güemes es del 3 de agosto de 1816 y fue escrita en Tucumán. La última fue redactada en Pilar, el 10 de setiembre de 1819. En un mismo mes Belgrano dirigió a Güemes numerosas cartas. Por ejemplo: desde Tucumán, en agosto de 1816, le envió siete cartas (fechadas el 3, 8, 13, dos el día 18, 21 y 26). En 1819 le escribió solamente once. Su lectura nos enriquece al revelarnos su encuentro espiritual y sus vivencias. Por ellas se conocen tácticas y estrategias militares, sucesos, personajes de la época, recursos, penurias, enfermedades, tratamientos, etc.
En la primera carta que se conserva, Belgrano escribe a Güemes: “Mi estimado paisano y amigo: El Congreso me ha pasado una representación de usted y otra del Marqués para auxilios. En cuanto al dinero que usted solicita, dispondré inmediatamente y en cuanto a los caballos se harán las más vivas diligencias para obtenerlos, lo que me parece difícil es que estén gordos en la estación presente como Ud. sabe; pero no quedará por falta de encargo, y presenciar lo que se mande. El pensamiento de Ud. es excelente; conviene animar la moral del soldado con pequeñas victorias y creo que tal vez pueda tener Ud. una que le llene de gloria y no menos restituya el concepto a nuestras armas que por desgracia está muy abatido”. En esta carta, de carácter militar, hay dos palabras significativas para la presente evocación: estimado y amigo. Posteriormente las expresiones de afecto se van intensificando, como lo demuestran las siguientes transcripciones:
“Mi amigo y compañero querido: antes de anoche llegó Redhead y tengo mis buenos momentos con él. Me río, me alegro, me entristezco, me incomodo; en una palabra mi alma recibe todas las impresiones que producen los asuntos que nos entretienen, todos, todos de patria y de Salta en particular…” (Tucumán, 18 de febrero de 1817).
“No se canse Ud. de querer a su Manuel Belgrano”. (Tucumán, 3 de marzo de 1817). “Adiós, compañero querido, mande Ud. a su Manuel Belgrano”. (Tucumán, 10 de marzo de 1817).
“Corresponda Ud. a la amistad de su siempre Manuel”. (Tucumán, 18 de marzo de 1817).
“Compañero y amigo muy querido: siento que esté Ud. enfermo; no es extraño, Ud. no se cuida y al cabo se paga el mal trato que da uno a su cuerpo. Cúrese Ud. y póngase bueno que nos resta mucho que trabajar….”. (Tucumán, 10 de julio de 1817).
“Tenga Ud. presente en todas circunstancias que es su amigo: Manuel Belgrano”. (Ranchos, 18 de marzo de 1819).
“Continúo con alivio y siempre dispuesto a servir a Ud. con toda la amistad que le profeso”. (Papagayos, 7 de junio de 1819).
Desde Salta, Güemes corresponde a estas expresiones:
El 27 de noviembre de 1817 le dice: “Sin poderlo remediar, he molestado a usted demasiado, pero merece toda disculpa su más apasionado compañero y constante amigo”. El 19 de diciembre de 1818 le escribe una carta que comienza diciendo: “Mi mejor amigo y compañero...” y finaliza: “Cuénteme Ud. siempre su verdadero amigo”.
El 4 de junio de 1819: “…Siempre es y será de Ud. amigo y compañero que lo ama”.
En varias cartas los próceres tratan el tema amistad con una maravillosa autenticidad. El 8 de agosto de 1816 Belgrano escribía a Güemes: “…me basta la buena voluntad de Ud. y su disposición y me complacen sus protestas de amistad, que nunca la hallará desmentida en mí, porque tengo por principio no dejar de ser amigo de aquel a quien una vez dí ése título”.
“… Amigo y compañero por lo que hay de más sagrado en la amistad, suplico a Ud. que le quite mi apellido a la partida a quien se lo ha dado ¿Por qué quiere Ud. que se me aumente el número de enemigos?. Yo diré que Ud. no me quiere si lo conserva y espero deber a su favor condescienda a mi súplica”. Tucumán, 26 de diciembre de 1817. (En aquella época se acostumbraba dar nombre a las partidas que tenían asignada alguna misión militar. Fueron famosas por ejemplo: la Generala, la Coronela, etc. Del pedido del General se deduce que Güemes habría denominado “La Belgrano” a una partida gaucha).
En 1817 nació en Salta el primer hijo del General Martín Güemes y su esposa, Carmen Puch. Anoticiado Belgrano de tal suceso, escribió: “Sea mil veces en horabuena, mi amigo y compañero querido: felicito a Ud., a la señora doña Carmencita y a ambas familias por el nuevo Martincito; celebraré que siga bueno, como igualmente su mamá, a quien tendrá Ud. la bondad de hacerle presente mi complacencia por el feliz éxito, y por haber dado un hombrecito a la patria que herede las virtudes del padre y el amor de tan digna madre”.
Esta carta finaliza con una pregunta: “Aquí ha corrido la especie de una alarma que tuvo Ud. una noche ¿Qué hay en el particular? Ud. cuente siempre con su fiel amigo”. M Belgrano. Tucumán, 18 de setiembre de 1817. Esta “especie de alarma” que menciona Belgrano estuvo motivada por un intento de asesinato que padeciera el General Güemes en Salta.
Estas breves frases y párrafos bastarían para probar que la relación que unió a los Generales Manuel Belgrano y Martín Güemes superó el ámbito militar. El análisis del todo que integran demuestra que entre ambos próceres hubo una sólida e inquebrantable amistad.
- La trascendencia de una carta:
El 6 de noviembre de 1816, desde Huacalera, Güemes decía a Belgrano: “Mi amigo y compañero de todos mis afectos: Hace Ud. muy bien de reírse de los doctores, sus vocinglerías se las lleva el viento, porque en todas partes tiene fijado su buen nombre y opinión. Por lo que respecta a mí, se me da el menor cuidado, el tiempo hará conocer a mis conciudadanos, que mis afanes y desvelos en servicio de la Patria no tienen más objeto que el bien general; créame mi buen amigo que éste es el único principio que me dirige, y, en esta inteligencia, no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos; Güemes es honrado, se franquea con Ud. con sinceridad. Es un verdadero amigo y lo será más allá del sepulcro y se lisonjea de tener por amigo a un hombre tan virtuoso como Ud. Así pues trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria que es la única recompensa que deben esperar los patriotas desinteresados. Dejemos a esta gavilla de ambiciosos que revolotean en nuestra revolución, que si ellos logran algunas ventajas en sus proyectos, la idea de sus crímenes y delitos, los tendrán siempre agitados y llenos de descontento hasta que el Ser vengador que existe en los Cielos acabe con esas existencias perversas”.
El 18 de noviembre de 1816 Belgrano contestaba a Güemes: “Me honra Ud. demasiado con el adjetivo virtuoso; no lo crea Ud., no lo soy; me falta mucho para eso; tengo sí buenas intenciones y sinceridad y cuando me digo amigo y conozco méritos en el sujeto, lo soy y lo seré siempre, como lo soy de Ud, porque estoy al cabo de sus incomodidades, desvelos y fatigas por la empresa en que estamos, sin embargo de que me han querido persuadir de lo contrario, no los doctores sino una lengua maledicente que Ud. conoce, para quien nada hay bueno; que en cuanto vino de ésa me hizo la pintura más horrenda, que a no conocerlo yo, como lo conozco tiempo ha, me habría causado mucho disgusto…”.
Güemes, desnudando su alma y sus elevados sentimientos escribe a Belgrano: “Güemes es honrado, se franquea con Ud. con sinceridad. Es un verdadero amigo y lo será más allá del sepulcro”. Emocionantes y conmovedoras palabras… Con el tiempo se cumplió lo que Güemes sentenciara en esta carta: “…si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria…”.
- La constante amenaza:
Durante todo el período en que se registra la correspondencia entre Belgrano y Güemes, las Provincias que hoy constituyen el portal Norte de nuestra Patria, Salta y Jujuy, permanecieron en estado de vigilia ya que el país vivía momentos cruciales.
Por un lado, los ejércitos realistas estaban concentrados en el Perú y el Alto Perú con objetivos claros: llegar a Buenos Aires, someter al gobierno central y recuperar para la corona el dominio del ex Virreynato. Por otro lado, el Ejército Patriota (al mando de José Rondeau desde julio de 1814) se encontraba en pésimas condiciones: escaso de armas, municiones, provisiones y desmoralizado.
El 3 de mayo de 1816 fue designado Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Este, luego de revistar el Ejército Auxiliar que se encontraba en Jujuy, ordenó a Rondeau retroceder hasta Tucumán para reorganizarlo y dio a Güemes la misión de defender la integridad de las Provincias y la seguridad de ése Ejército. A partir de entonces (Junio de 1816) sus tropas asumieron el rango de Ejército al servicio de las Provincias Unidas.
Al decidir esto Pueyrredón consideró que Güemes, que había derrotado a las tropas de Joaquín de la Pezuela (Tuscal de Velarde, 1814 y Puesto del Marqués, 1815) podía contener a las fuerzas españolas impidiendo su avance. Pero la orden no fue acompañada por los recursos necesarios. Martín Güemes, gobernador de la Intendencia de Salta desde mayo de 1815 y Comandante General de Avanzadas (cargo dado por San Martín en 1814) se vio obligado a adoptar medidas que afectaron a estancieros y comerciantes, resintiendo la economía de la otrora esplendente Intendencia y dividiendo a la sociedad en Güemistas y Antigüemistas. Entre esas medidas estaban la prohibición del comercio con el Alto Perú (que favorecía a los realistas que se abastecían de mulas en territorio salteño); la eximición del pago de arriendos a los gauchos que estaban al servicio de la Patria («estos pagan con su sangre», decía Martín Güemes); la institución e incremento del tipo y monto de contribuciones obligatorias, etc.
La crítica situación en que se encontraba el Ejército Nacional cuando en 1816 Belgrano asumió el mando, queda descripta por su pluma en las siguientes palabras: “Yo estoy decidido a no mover el Ejército mientras no se halle en estado de imponer por su subordinación, por su disciplina y por su número para que halla como aprovecharse de la victoria o resarcir pérdidas si las hubiere, y eso instantáneamente. He pensado seguir el sistema de Fabio y nada me importará que griten los que ya quieren ver al enemigo fuera, sin hacerse cargo de nuestro estado”. (Belgrano, 26 de agosto de 1816).
Los salto – jujeños soportaron todo el peso de los avances de los experimentados, bien equipados y pagados ejércitos enviados por España. Estos pueblos fueron arrasados pero cumplieron con el objetivo: no permitir que el invasor llegara a Buenos Aires. Desde 1814 hasta 1821 las tropas de Güemes resistieron y expulsaron nueve invasiones. Las más violentas se produjeron mientras San Martín libertaba Chile y preparaba la expedición al Perú.
En 1817 José de la Serna, al frente de 5.500 profesionales de la guerra desbastó la Intendencia de Salta pero se vio obligado a retirarse ante el asedio y ataque por sorpresa de las milicias gauchas. El mismo año estas milicias rechazaron el intento de Pedro de Olañeta; en 1819 impidieron el avance de José Canterac y en junio de 1820 derrotaron un ejército de 6.500 hombres comandados por Juan Ramírez de Orozco. José de La Serna había desembarcado en Arica en setiembre de 1816 y se había propuesto ocupar Buenos Aires en mayo de 1817. Con el poderoso ejército organizado avanzó sobre Jujuy y Salta, donde fue sitiado. Veinte días después de invadir la ciudad se vio obligado a emprender una dramática retirada, siendo permanentemente acosado por las tropas de Güemes.
Los invasores perdieron casi 4.000 hombres (entre muertos, pasados y prisioneros); centenares de caballos, mulas, municiones y pertrechos. Regresaron al punto de partida en dramáticas condiciones y el ansia de venganza posibilitó su reorganización y nuevos avances. Si Güemes hubiera tenido los caballos que reclamaba, los vencidos no hubieran escapado y la larga y cruel lucha por nuestra Independencia hubiera finalizado antes.
Desde Tucumán Manuel Belgrano testimoniaba la labor de Martín Güemes. Luego del heroico triunfo sobre el temible Ejército de La Serna, que se retiró humillado el mismo mes que había prometido tomar Buenos Aires, Belgrano solicitó el ascenso de Güemes al grado de Coronel Mayor, condecoraciones para él, sus oficiales y tropa y una pensión vitalicia para su primogénito.
El ascenso y la pensión fueron concedidos. La condecoración fue diseñada por Belgrano y aprobada por el gobierno pero nunca se materializó debido a la cantidad que debía entregarse, (6.610) a la renuncia de Pueyrredón al cargo de Director Supremo y a la falta de recursos para solventarla.
Insistentemente Güemes solicitaba a Belgrano y a Pueyrredón armamentos, víveres y ganado, para continuar defendiendo a las Provincias Unidas. Al no ser atendidas sus necesidades quedó abandonado a su propia suerte. El solo, extremando el sacrificio de su pueblo defendió la libertad de la Nación. Su soledad, respecto al resto del país que podía dedicarse a otras actividades porque Güemes contenía a los realistas, determinó que cuantas veces el ejército real fuera repelido, sus despojos regresaran al Perú.
Tras la expulsión de La Serna, Salta se encontraba en una desesperante situación. En oficio al Director Supremo el Cabildo de la Intendencia escribía: “El interés en contener al ejército enemigo en estos baluartes es común e importantísimo a todas las Provincias Unidas; espera el celo enérgico de V. E. los exhorte, incite y ordene, usando de sus altas facultades, que a proporción inmediatamente nos auxilien…”. En otro párrafo expresaba: “Salta está aniquilada; en conflictos tan graves que a V. E., que dignamente sirve la supremacía del gobierno, corresponde sin perder momentos deparar el remedio”.
El oficio concluye: “Este pueblo sufrirá dos meses el gravamen de esta contribución forzosa, sobre tantas que han precedido; si en lo sucesivo nuestros hermanos no nos auxilian mensualmente a proporción de la opulencia de sus provincias, nos veremos con el mayor dolor compelidos a abandonarlo al furor de los tiranos y buscar albergue, como las fieras, entre las selvas, bosques, montes o cerros”. (27 de setiembre de 1817). El mismo día Güemes escribía a Belgrano diciendo: “No puedo por más tiempo disimular las urgentísimas necesidades que afligen a esta Provincia. El estado actual de su fortuna no me presenta más que un semblante de miserias, lágrimas y agonía. La Nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tiene hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad y debe saber que se halla siempre dispuesta a otros mayores. Que a costa de fatigas y de sangre ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego; pues en premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulados de unos sentimientos patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria. Confieso señor excelentísimo que si no me proporcionan de cinco a seis mil caballos y diez mil cartuchos no podré empeñarme en una defensa vigorosa ni responder de la provincia. Si las victorias adquiridas sobre las armas de nuestros opresores cambian su fortuna, jamás podrá la Nación enrostrarme el menor cargo”. (Güemes. Salta, 27 de setiembre de 1817). Belgrano remitió el oficio de Güemes a Pueyrredón, quien respondió el 28 de noviembre de 1817: “…decidida la Superioridad a socorrer en cuanto pueda a aquélla benemérita provincia, espera le ilustre V. E. con más extensión sobre el modo, oportunidad e inoportunidad del momento y calidad de auxilios que hayan de remitirse procurando reducir todo lo posible las cantidades solicitadas”.
Mientras los escritos iban y venían el General Pedro Antonio de Olañeta tomaba Humahuaca. Luego continuó su avance hacia Jujuy, de donde se vio obligado a replegarse a fines de enero de 1818, debido al hostigamiento de las tropas Güemistas. Güemes y Belgrano vivían la misma angustia: la falta de recursos y sensibilidad de quienes se desentendieron de una guerra que se peleaba por todos. Las cartas y oficios son importantes documentos que ayudan a comprender la difícil situación que enfrentaban.
En los escritos se aprecia que a la permanente amenaza del enemigo externo; la apatía del pudiente y a la falta de auxilios de las demás Provincias, se sumaba la grave sequía que azotaba la región. La falta de lluvia parecía aliarse a la pobreza general en que se encontraban los sufridos habitantes, incrementando la angustia ante el riesgo de mortandad de animales y pérdida de cosechas.
“Amigo y compañero mío: los tales movimientos del enemigo, la seca y el un mil millones de cosas han trastornado, por ahora, mis planes; pero si bajase esa canalla, no hay remedio, voy a batirlos; pues estoy cansado de vivir en apuros e incomodidades perpetuas, rodeado de necesidades y disgustos por todas partes…”, decía Manuel Belgrano desde Tucumán el 26 de noviembre de 1817.
Belgrano expone nuevamente la dramática situación el 3 de febrero de 1818: “Compañero y amigo mío: Qué circunstancias tan tristes en las que estamos, para poder hacer uso de mi genio!. El egoísmo ha ocupado el lugar del patriotismo y aquél sólo es dable vencerlo con el dinero; éste no lo hay ¿a qué pues apelaremos?, ¿cómo remediaremos esta falta de caballos?. Aquí sigue la tremenda seca y no menos la de los corazones; sin embargo, voy a enviar a Ud. los únicos restos de la caballada que en número de ochocientos me enviaron de Córdoba, de los que remití a Ud. el año anterior trescientos”. En otro párrafo de la misma carta Belgrano dice a Güemes: “Compañero Ud. no necesita para mí de rodearse ni de luces, ni de sombras, mi corazón es franco, soy su amigo lo veo destinado al objeto común y esté cierto que lo que tuviere le he de dar. Está visto que los enemigos deliran; déjelos Ud. andar subiendo y bajando; ellos pierden siempre, como Ud. me dice y más han de perder, cuando llegue la tremenda. Sólo esperamos los buques que ya no han de tardar mucho; los verá Ud. temblar cuando se aparezca nuestra bandera bien sostenida, en el Pacífico”. (Tucumán, 3 de febrero de 1818). Cuando Belgrano expresa: “los verá Ud. temblar cuando se aparezca nuestra Bandera bien sostenida, en el Pacífico”, se refiere al desembarco del General José de San Martín en las costas peruanas, según el Plan libertador del que los tres próceres participaban.
La falta de recursos obligó a Güemes a hipotecar sus propios bienes. El 27 de junio de 1818 informaba a Belgrano que iniciaba la marcha a Jujuy y que debido a la miseria había solicitado un préstamo por cuya garantía de pago ponía sus bienes y fincas. En el oficio que redactaba a fin de que Belgrano informara al Director Supremo dice: “Es tan apurante la necesidad de presentarme frente de la vanguardia con las tropas de que he dado parte a V. E. vestía con este fin, que hubiera querido anticipar los momentos de mi marcha. Escaso de todo auxilio para esta importante expedición, he premeditado algún tiempo el medio menos gravoso a un vecindario agobiado ya, con los repetidos sacrificios que en obsequio de la causa de nuestra independencia ha sufrido y sufre; y el único ha sido, el pedir a este comercio dos mil pesos, hipotecando en seguro de ellos, caso que a letra vista no sea abonada por el excelentísimo señor Supremo Director del estado, la libranza que he girado a favor de don José Joaquín de Bedoya, las fincas de mi propiedad, cierto de que V. E. interpondrá sus respetos a la acreencia de tan digna mira. Dios guarde a V. E…”. Belgrano elevó el oficio a Pueyrredón el 3 de Julio de 1818 expresando en un párrafo: “… él suplica su abono en los términos que del mismo oficio resulta. La superioridad de V.E. resolverá lo que estime más conveniente”. Parece ser que el Estado no abonó este ni otros préstamos ya que Güemes perdió la mayoría de sus bienes.
- Un vínculo a prueba de demonios:
Güemes y Belgrano, por enarbolar los principios de amor y defensa de la libertad de nuestra Patria, fueron destinatarios de numerosas intrigas y traiciones. En sus escritos los próceres describen los sentimientos que generaban las actividades de sus enemigos internos. Güemes los llamaba gavilla de ambiciosos y advertía que sus crímenes y delitos los mantendrían agitados y descontentos hasta el fin de sus días.
En el caso de Güemes – incluso- se atentó contra su vida en varias oportunidades. La última traición lo llevó a la tumba, el 17 de junio de 1821, un año después de la partida de su querido amigo Manuel.
En 1817 un hecho puntual pone a prueba la sinceridad y franqueza de los próceres. A fines de noviembre el General Martín Miguel de Güemes fue informado que un oficial de apellido Madrid, enviado por Belgrano con una partida al noreste de Salta, había recibido cartas que lo incriminaban como autor de órdenes y documentos apócrifos. Güemes sabía que sus rivales continuamente sembraban la confusión por distintos medios pero no aceptaba que el mencionado jefe hubiere creído, injusta y ligeramente, lo que recibió.
La carta en la que informa tal circunstancia a Belgrano es la más extensa de las que se conservan. La comenzó disculpándose por las incomodidades y dolores de cabeza que generaría en Belgrano su lectura. En algunos párrafos dice: “…Halla Ud. en su conciencia, el más leve rastro o indicio en que se apoye tan horrorosa falsedad?. ¿Es éste el pago que da a mis servicios?. Válgame Dios, compañero amado; estoy fuera de mí y no sé qué partido tomar… ¿Qué monstruo ha abortado este infernal bostezo?. No nos cansemos compañero mío. Esta es la peor y más sangrienta guerra que nos devora. No merecemos ser libres: confesémoslo sin rubor. Esta es la prisión de jujeños por Belgrano, que dicen los enemigos en su proclama. Esta es la ocurrencia que hizo variar nuestros planes, y esta es la única esperanza que tienen aquellos para sojuzgarnos: la guerra intestina; porque conocen nuestra debilidad y porque saben que no castigamos los delitos, ni premiamos la virtud. No me niegue Ud. que somos tanto o más bárbaros que ellos”…Güemes finaliza la carta diciendo: “Sin poderlo remediar, he molestado a Ud. demasiado, pero merece toda disculpa su más apasionado compañero y constante amigo”. (Martín Güemes. Salta, 27 de noviembre de 1817).
El 3 de diciembre de 1817 Belgrano le responde: “…Ahora quiero yo quejarme de Ud. con Ud. mismo. ¿Con qué razón, o por qué me ofende Ud. diciéndome “parece que se desconfía de mí”? No sea Ud. injusto compañero mío con su mejor amigo: la retirada de Madrid no proviene de un chisme, ni de demonio alguno que no tiene entrada conmigo; proviene de que no tengo caballos ni mulas que enviarle, de que las espadas no están concluidas, de que no hay cómo enviarle sobre doscientas monturas que necesita, de la falta de armamento de que se me queja y de la escasez de numerario en que me veo… Persuádase Ud. de que hablo con franqueza y le he de hablar siempre aunque Ud. no me quiera oír, debe Ud. haberlo visto en mi correspondencia. Lo que hiciere mal, según mi concepto, valga lo que valiere, se lo he de decir, no sólo por la causa común sino porque tengo interés en que Ud. salga con honor y brillo; yo he procurado dar a Ud. opinión en todas las provincias y fuera de ellas y es visto que me he comprometido a favor de Ud. porque lo he creído de justicia. Acuérdese Ud. de lo que le dije en el balcón del cuarto de Gurruchaga de lo que se decía sobre nuestras conferencias que todos ignoraban, y, a decir verdad, las ignoran, menos el Supremo Director que es amigo nuestro. Yo no creo que Ud. trate de engañarme, ni yo creo que Ud. se piense que yo trato de engañarlo: fuera de nosotros desconfianzas mutuas; la amistad que nos profesamos no puede reinar así. Mi corazón es franco y no puede ocultar sus sentimientos: amo además la sinceridad y no podría vivir en medio de la trapacería que sería precisa para conservar un engaño; sólo a las pobres mujeres he mentido diciéndoles que las quiero, no habiendo entregado a ninguna, jamás, mi corazón. ”Cabe destacar que ésta es la única carta en la que Belgrano menciona su relación con las mujeres confesando que sólo a ellas ha engañado, brindando un nuevo elemento para el análisis de su vínculo con Güemes.
El 18 de diciembre del mismo año y sobre la misma intriga Belgrano escribía a Güemes: “Compañero y amigo querido: Madrid llegó después de infinitos trabajos en sus marchas. Lo primero que traté de indagar fue el origen de sus desconfianzas con un fiel servidor de la nación y además amigo mío, y sólo he sacado en limpio las voces de la vulgaridad y que no había quién no hablase de que se intentaba contra la división; pero que aunque él no daba crédito, como era regular, tomó las precauciones de seguridad que creyó propias de su obligación. De todo deduzco que los mal intencionados, los infinitos que andan esparcidos y en ejercicio de la chismografía para indisponer a unos y otros, y que la unión que existe entre nosotros se rompa esparcieron esas voces, y que no hubo sindéresis para discernir y por consiguiente despreciar voces vagas e insignificantes; bien puede pesarle a todos los demonios, pero en mí no tendrán jamás cabida”.
El hecho reseñado fue un nuevo intento para enfrentar a Belgrano y Güemes, sus autores se desconocen. Güemes expuso la situación a Belgrano sin ocultar su impotencia, confusión y dolor. Belgrano, por su parte, sintió afectada su sinceridad y así lo expresó: “…quiero quejarme de Ud. con Ud. mismo…”. Siente injustas y desconfiadas las palabras de Güemes y le aclara vehementemente la situación por la cual ordenó el regreso de Madrid a Tucumán.
Otro intento de enemistar a los próceres se registra en junio de 1818. Esta vez Güemes se lo informa a Pueyrredón, amigo de ambos. El 3 de setiembre de 1818, desde Buenos Aires, Pueyrredón escribe a Güemes: “…Pedí en su tiempo explicaciones a Belgrano sobre el contenido de la carta fechada por Ud el 3 de Julio, vea lo que me contesta: “No puedo decir a Ud. bastante cuanto he extrañado la pregunta que Ud. me hace acerca de la seducción de oficiales de nuestro Güemes y de ir a atacarlo: ambas cosas no me han pasado jamás por la cabeza y Ud. mismo debe hacerme justicia en vista de mis comunicaciones desde que empecé a tratar con aquél, sabiendo además que he procurado formar la opinión en su favor por cuantos medios han estado a mis alcances, a pesar de todos los enemigos que ha tenido, como es consiguiente a cualquiera que manda. Después de todo ¿a qué seducir a sus oficiales?. ¿Por qué he de atacarlo?, ¿lo tengo acaso por enemigo de la patria?. ¿No soy yo quien le ha propuesto para premios como Ud. sabe?. ¿No soy yo el que a virtud de las órdenes de Ud. le he franqueado cuanto ha necesitado?. ¿No soy yo el que le he dado pruebas de una sincera amistad, demostrándosela de un modo positivo hasta enviarle cuanto ha necesitado, pidiéndomelo y no pidiendo, sin expreso aviso de usted?. Pero es cansarse en vano tratar de esta materia que la veo fundada en la multitud de chismes de los incendiarios: estoy cierto de que el mismo Güemes hará mi apología en este asunto. Protesto a Ud. que no conozco a sus oficiales y que con ninguno tengo correspondencia; si me han escrito les habré contestado en las materias que me hubiesen tratado; pero nadie me ha hablado en contra de él, ni yo lo habría consentido. ¿Es posible que haya quien piense que soy capaz de mover las armas según mi antojo y más contra un hombre a quien yo mismo elogio y a quien le he dicho que estoy para sostener el orden? Cosas de chismografía: dejémonos de esto y crea Ud. que Belgrano está con juicio: ¡así no me lo quitará la falta de plata con que no puedo atender a Salta, ni a nosotros!” (Tucumán, 18 de agosto de 1818). Los párrafos transcriptos son contundentes: ningún demonio, ninguna intriga, quebraría la firme amistad que se profesaban los envidiados héroes.
- La amistad y una preocupación común: La Salud:
La amistad que Güemes y Belgrano se profesaban fue aparejada a una constante preocupación por la salud del otro. Ambos padecían trastornos digestivos, respiratorios y articulares. El Doctor Armando Pérez de Nucci analizó desde el punto de vista médico la correspondencia de los próceres concluyendo que en ella se mencionan enfermedades y padecimientos, advirtiendo que Belgrano tenía cierta preocupación y conocimientos de diversas afecciones, permitiéndose a veces recetar a distancia.
En una oportunidad Belgrano había escrito a Güemes. “Compañero y amigo querido: Ud. no se cuida, cree que su cuerpo es de bronce y se equivoca; no se debe usted a sí solo, sino a su mujer, hijo y lo que es más, a la Patria y esto debe empeñarlo a tomar precauciones que lo liberten de esos ataques furibundos. Sé que está Ud. aliviado, quiera Dios que continúe en buena salud como lo deseo”…(Tucumán, 3 de octubre de 1817).
El 10 de octubre del mismo año Belgrano le decía: “Por aquello de poeta, médico y loco, todos tenemos un poco, vaya mi receta para el cólico bilioso; lo padecí un verano entero desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde y no tomaba más alimentos que agua de agraz helada y helados de agraz. Ud. felizmente no necesitará de tanto pues que ya se ha aliviado; pero a precaución, un vasito de helado de ése ácido o de naranja o limón, todas las noches, después de hecha la cocción y verá Ud. qué tono toma su estómago y cómo se robustece”. (Tucumán, 10 de octubre de 1817).
El Doctor Pérez de Nucci expresa: “Para avalar la teoría de que Güemes padecía una dispepsia que estimo de probable origen biliar, se toman como referencia las continuas recomendaciones de Belgrano, sobre todo aquella en la que recomienda dieta y reposo, sin olvidar la mención directa al cólico bilioso”.
La última carta que Belgrano escribió a Güemes fue fechada en Pilar el 10 de septiembre de 1819. En ella expresaba: ”Mi compañero y amigo: voy a marchar dentro de dos días para el Tucumán a ponerme en formal curación hasta recuperar mi perfecto restablecimiento y ponerme en aptitud de trabajar, para concluir a los enemigos que nos amenazan, en unión de todos los que desean ver libre el país. Mis males siempre siguen, aunque hace tres días que he podido suspender los vómitos con el cuidado y auxilio de los medicamentos administrados por el profesor Berdia. De todos modos es su constante amigo. Manuel Belgrano”. El mismo mes Belgrano, ya gravemente enfermo, solicitó la presencia del Doctor José Redhead, quien vivía en Salta y atendía al General Güemes. Güemes actuó inmediatamente posibilitando el traslado del médico. Feliciano de la Mota Botello, quien por entonces gobernaba Tucumán, escribió a Güemes que el General Belgrano estaba reconocido por el envío del médico y que había hecho cuanto pudo por su alivio.
Cabe recordar que Bernabé Aráoz gobernaba Tucumán cuando Belgrano se hizo cargo del Ejército, en 1816. En su condición de gobernante obstaculizaba permanentemente el auxilio que necesitaban las tropas. Como consecuencia de ello, el General solicitó reiteradamente a Juan Martín de Pueyrredón la remoción de Aráoz. En setiembre de 1817 insistió expresando que si no se tomaba dicha medida él se vería obligado a retirarse del Ejército. Aráoz fue destituido y reemplazado por Feliciano de la Mota Botello, Teniente Gobernador de Catamarca.
En noviembre de 1819 sólo quedaba en Tucumán parte del Ejército Auxiliar, el resto había marchado hacia el centro del país por orden del Director Supremo. En esas circunstancias Abraham González y Bernabé Aráoz provocaron una revolución mediante la cual fue depuesto Motta Botello, asumiendo el cargo Aráoz.
El General Belgrano había renunciado por razones de salud al mando del Ejército. Cuando se produjo la revolución se encontraba de visita en Tucumán. González, lugarteniente de Aráoz, encarceló y engrilló al prócer. El Doctor Redhead logró que se lo eximiera de tal tortura, por su jerarquía y estado de salud.
Al conocer tan ingrata noticia, Martín Güemes ofreció asilo a Belgrano para salvaguardar su persona y aliviar su enfermedad. El prócer agradeció el gesto y se dirigió a Buenos Aires asistido por el médico escocés. Vanos fueron los intentos del Doctor Redhead, Belgrano partió hacia la eternidad el 20 de junio de 1820, ocasionando un gran dolor en el corazón a su amigo. Simultáneamente Güemes era nombrado por San Martín, General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú, quedando sin el respaldo afectivo de su camarada.
- La Eternidad como lugar para el reencuentro:
Una prueba más de los infames sentimientos que generaba la relación entre los próceres la brinda el Doctor José Redhead, médico y amigo de ambos, quien escribió a Güemes: “Belgrano, al cabo, en medio de su talento, era el hombre más sencillo que he conocido. Lo engañaban como a un niño y no ignoro las maquinaciones que hubo en Tucumán y aquí para impedir una amistad estrecha entre usted y él”. (Buenos Aires, 7 de noviembre de 1820).
En esta carta Redhead dio un nuevo testimonio de la amistad que unió a Güemes y Belgrano. Uno de los personajes a quien molestaba esta relación fue el ambicioso Bernabé Aráoz. Aráoz provocaría al año siguiente una grave crisis al invadir Santiago del Estero para impedir que llegaran a Salta los auxilios necesarios para que Güemes pudiera marchar hacia el Alto Perú en apoyo de San Martín.
El gobernador de Santiago del Estero, Felipe Ibarra, comunicó a Güemes el 23 de enero de 1821 que procuraba armarse para defender su Provincia del ataque de Bernabé Aráoz agregando: “Este acontecimiento inesperado es el origen de no poder a V. S. remitirle el dinero de los azogues ni de dar curso a su venta. Este gobierno… reclama de V. S. los más vivos y eficaces auxilios para destruir este tirano que sin más atención que su ambición frustra todos los auxilios que podía remitírsele al ejército de su mando, para el progreso rápido de la Nación”.
Ante la situación, el Cabildo convocó a representantes de Salta y Jujuy a una Asamblea en la que se decidió declarar la guerra al Gobernador de Tucumán. En consecuencia las tropas Güemistas marcharon hacia ése territorio. En medio del conflicto se produjo una revolución interna en Salta, liderada por comerciantes y antigüemistas, que derrocó a Güemes y lo condenó al destierro. La revolución fracasó. Al regresar Güemes a la ciudad los revolucionarios huyeron unos a buscar el amparo del General Realista Olañeta que nuevamente invadía las Provincias Unidas aprovechando la disputa y otros hacia Tucumán.
Los que huyeron hacia el Alto Perú se aliaron con los realistas y el 7 de junio de 1821 lograron sorprender a Güemes, hiriéndolo. Diez días después el General ingresaba en la eternidad. Allí se reencontró con el amigo de quien tanto anhelaron separar. Martín Miguel de Güemes tenía entonces 36 años, 3 pequeños hijos y una esposa que fue a reunirse con él diez meses más tarde.
- Palabras Finales:
La enseñanza de la historia suele presentar episodios fragmentados lo que dificulta la comprensión integral de personajes, sucesos y el contexto socio político y económico. La ruptura de vínculos, que atenta contra la compresión, me estimuló a abordar un aspecto tan preciado como poco difundido en las páginas de nuestros libros: la amistad entre dos próceres.
Procuré mantenerme en los límites de ése título pero pronto comprendí que no podría, especialmente al analizar las cartas. Cada una de ellas me permitió descubrir el compendio que Güemes y Belgrano realizaron del momento histórico que vivieron. Con sus alegrías, angustias, dificultades, logros, consultas, recomendaciones, etc.
Llevo tiempo pregonando el noble sentimiento que unió a los próceres, pero sólo ahora puedo apreciarlo en profundidad. Al tratar de sistematizarlo una fuente me fue llevando a otra, ampliando el objetivo. Mientras avanzaba más contrastaba la oscura sanción de 1812 con cada carta que leía. Tanto que en un momento llegué a preguntarme: cómo pudieron consolidar una amistad sobre tal base?. Y la respuesta me la dio la integridad y grandeza de sus corazones que les permitió perdonarse mutuamente quizás sin que ninguno se lo pidiera al otro. Desde lo humano esta es una gran enseñanza que nos legaron. Desde lo militar es una prueba de virtudes. Por parte de Belgrano, el reconocer su error y por parte de Güemes aceptar y comprender este reconocimiento.
La normativa interna de una institución verticalista como lo es el Ejército obstaculiza la superación del resentimiento que genera en el subordinado una sanción arbitraria (Güemes consideró que su traslado era un confinamiento que degradaba su honor y distinguidos servicios). En el Superior, las prerrogativas y el ejercicio del mando se refuerzan cuando se adopta una medida disciplinaria que se cree justa (Belgrano había informado que los delitos habían manchado los servicios de Güemes y que sólo absteniéndose de su relajada conducta podría ser útil a la Patria pero no en el Ejército bajo su jefatura).
Por otra parte, son excepcionales los reclamos a una sanción y también la resolución favorable de estos. Cuando Güemes recursó la medida, Belgrano la fundamentó y el Gobierno la mantuvo. Años más tarde la situación fue superada y relegada al olvido. Es posible que del vínculo entre ambos prevalezca como más difundido y como ejemplo de rectitud de Belgrano la sanción impuesta y no la unión que lo estrechara a Güemes durante años por el mismo objetivo: la libertad.
Quizás las 129 cartas que Belgrano le escribiera a su subordinado, compañero y amigo sean ignoradas por la mayor parte de esta Nación, cada vez más alejada de la memoria y de la gratitud diaria hacia quienes la forjaron. Por eso estas páginas, motivadas por las palabras con las que Güemes selló sus sentimientos diciendo a Belgrano que sería su amigo “hasta más allá del sepulcro” pretenden constituir un homenaje, una clarinada para exaltar su gloria.
– Fuente: Trascripción del Artículo de la Profesora María Cristina Fernández para el Instituto Güemesiano de Salta. (La señora María Cristina Fernández es Profesora en Ciencias de la Educación y Académica Correspondiente del Instituto Güemesiano de Salta en Buenos Aires).