Organiza: Instituto Nacional Belgraniano
06 de julio de 1816
“Exposición Secreta del General Manuel Belgrano
ante el Congreso General Constituyente en Tucumán”
“El General Manuel Belgrano ante el Congreso de Tucumán”; Oleo de Rafael y Tomas del Villar; Complejo Museográfico Provincial “Enrique Udaondo” (Lujan, Provincia de Buenos Aires).
– Manuel Belgrano y la exposición del 6 de julio de 1816 –
Decía Crocce que “toda historia es contemporánea”, refiriéndose a la interpretación que hace cada generación de los hechos históricos. En el caso de Manuel Belgrano, el apotegma no tiene valor.
En el siglo XIX Bartolomé Mitre llamaba a Manuel Belgrano “el varón más justo y más virtuoso de la República” (…) “era uno de esos caracteres históricos que ganan en intimidad y será más apreciado a medida que vayan revelándose las páginas ignoradas de su vida”.
En el siglo XX, Ricardo Levene decía de él: “el prócer de mayor influencia en la estructuración del ideario de mayo”.
En el siglo XXI, el año pasado, Tulio Halperín Donghi planteaba la figura de Belgrano como un enigma. Resultaba incomprensible que nuestra historiografía no hubiese criticado su inmaculada trayectoria política y militar.
Su formación académica en las universidades de Salamanca y Valladolid nos presentan al joven estudiante con una clara inclinación hacia la economía política facilitada por el conocimiento de los idiomas francés, inglés, italiano y latín que favorecía sus lecturas en las lenguas originales.
Así, aprendió del mercantilismo por Colbert, quien planteaba que se debía exportar lo que sobraba e importar lo que faltaba, regulando las importaciones para evitar el deterioro de la propia economía ante determinadas competencias. De ese modo se habían enriquecido Inglaterra y Francia.
Le interesó sobremanera la escuela fisiocrática de Jean Francois Quesnay porque intuitivamente lo relacionaba con las Provincias Unidas. Quesnay fue el médico de Luis XV y Madame de Pompadour y afirmaba que así como la curación de un paciente enfermo requiere de la fisiología, del mismo modo una sociedad necesita también del mismo conocimiento. Para Quesnay la sociedad necesitaba leyes que gobernasen la vida económica. Las concibió en su “Tableau Economique”. Su objetivo era la agricultura como la única actividad generadora de riquezas. Tradujo la obra al castellano previendo aplicarla en el futuro.
Durante los años de Belgrano en España, las ideas liberales de Adam Smith se habían puesto de moda pero eran criticadas por la escuela del seteccento italiano (Genovesi, Filangieri) que tenía una clara concepción cristiana, humanizando el frío liberalismo Smithiano.
Esas ideas son las que trae a Buenos Aires nuestro prócer al ser nombrado Secretario Perpetuo del Real Consulado, logrando durante su gestión una coherencia clara entre pensamiento y obra, transformándose en un verdadero ecléctico aplicando las ideas a la realidad del país.
Ese Secretario del Consulado tenía el título de Perpetuo, pero prefirió dejar la toga para usar el uniforme de General llenándose de gloria con las victorias de Tucumán y Salta y dando ejemplos de tenacidad y patriotismo en sus derrotas. Después de Ayohuma y sabiendo que San Martín marchaba para sumarse a su ejército derrotado le decía: “Soy solo. Yo me encuentro con gente nueva a la que se está instruyendo lo mejor posible. Pero todos como Adán”, y después “Empéñese usted en volar, si le es posible con el auxilio y en venir a ser no sólo amigo, sino maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere”.
Humildad, grandeza y soledad, soledad de ser no de estar.
En 1815 cumplió funciones diplomáticas en Europa estudiando las formas de gobierno de las principales potencias. Junto con Rivadavia y Sarratea buscaban apoyos para evitar las expediciones punitivas del repuesto monarca español hacia las colonias díscolas de hispanoamérica.
Al regresar lo nombraron Comandante del Ejército Auxiliar para pacificar Santa Fe y allí vuelve a escribir y esta vez al Director Álvarez Thomas: “Soy solo, no tengo quien me ayude, ni con quien consultar: todo está entregado a la Providencia y en ella confío”.
Soy solo.
A fines de 1815 se dirigen los diputados de los cuatro puntos cardinales del país a Tucumán. Han resuelto la creación del Congreso Constituyente de Tucumán, alejado de Buenos Aires y sobre todo del litoral dirigido por Artigas.
Marchaban hacia el centro de las Provincias Unidas en carricoches, diligencias, carromatos, por esos caminos polvorientos y esquivando vizcacheras, con frío o con calor, incómodos se le caería el Evangelio al clérigo o el manual del código al letrado. Iban en pos de un sueño: la independencia.
Era el peor momento de nuestra historia. Rondeau vencido en Sipe – Sipe en noviembre de 1815. Fernando en el trono español mandando expediciones punitivas a las conflictivas colonias. Los portugueses invadiendo la Banda Oriental, Artigas negándose al Congreso con Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Uruguay. Habían sido vencidas todas las revoluciones independentistas desde México hasta Chile. Sólo seguía en pie la revolución nuestra. Y allí iban esos hombres elegidos cada 15.000 habitantes de cada provincia a hacer realidad el sueño de la Independencia que no se había logrado en la Asamblea del año XIII.
Belgrano fue a Tucumán a hacerse cargo nuevamente del Ejército Auxiliar del Alto Perú. El 6 de julio lo citaron para que, en reunión secreta, exponga su experiencia en Europa y proponga la forma de gobierno para la nueva nación.
El prestigio del vencedor de Tucumán y Salta era enorme en el norte a pesar de las grandes derrotas en el Alto Perú. Aunaba en su personalidad la gloria del General y la grandeza del Estadista.
El 6 de julio a las nueve de la mañana inició su exposición, que como hemos visto, impactó su proyecto de una monarquía “temperada”, a similitud de las que existían en Europa. Sus mayores referencias fueron a Inglaterra, Francia y Prusia. Pero lo que realmente impactó fue que propusiese una dinastía incaica para ser coronada.
De inmediato se votó a favor de su idea con aclamaciones de los diputados. Uno de ellos, Acevedo de Catamarca agregó a la propuesta una sede: el Cuzco.
Al enterarse San Martín que esperaba impaciente la Declaración de la Independencia, le escribió a su amigo y diputado por Mendoza Godoy Cruz: “Yo digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un Inca a la cabeza: las ventajas son geométricas; pero por la patria, les suplico no nos metan una regencia de (varias) personas, en el momento que pase de una todo se paraliza y nos lleva el diablo. Al efecto no hay más que variar el nombre a nuestro Director y queda un regente. Esto es lo seguro para que salgamos al puerto de salvación”.
Para el Libertador la forma de gobierno era un medio para la liberación y no un fin en sí mismo como sucedía en esos días en Tucumán. Bastaba con llamar al Director Pueyrredón Regente y todo funcionaría igual.
A medida que transcurrían las sesiones del Congreso fueron varios los diputados que variaron en sus primeras ideas. Había quienes aceptaban la monarquía incaica pero no en Cuzco. Había quienes aceptaban una monarquía pero ni Inca ni en el Cuzco (especialmente los diputados porteños). Ninguno de los congresistas se declaró claramente por la república.
Algún historiador lo ha ubicado a Fray Justo Santa María de Oro como republicano, pero en realidad nunca lo fue, ni tampoco Anchorena que en el año 1846 le escribió a su primo Rosas que “nos querían imponer un rey de la casta de los chocolates”.
En los últimos días de julio se conocieron las proclamas a sus ejércitos de Belgrano y de Martín Güemes. En ambas se afirmaba que tendrían un rey Inca y que la capital sería el Cuzco. Estas ideas no estaban a contramano con la historia reciente. El Himno Nacional de López y Planes decía “se conmueven del Inca las tumbas”. Castelli reunió en Tihauanaco a los naturales y su discurso de la Independencia lo tradujo al quichua. La Declaración de la Independencia fue redactada también en quichua y aimará. Desde México hacia el sur los revolucionarios velaban por la devolución de derechos injustamente sacados por los españoles.
Pero la realidad era otra, la política no sólo crece de ideales abstractos, ¿Quién sería el rey?. ¿Quiénes la nobleza como órgano que relaciona a la corona con la sociedad?. ¡Primaban los sueños!.
En ese entonces existían cuatro periódicos que dieron origen a un riquísimo debate. Mitre dice que “esta página de la historia no fue aún escrita, y que debe serlo”.
Uno de los periódicos era el Redactor del Congreso de Cayetano Rodríguez y órgano de la Asamblea Constituyente. Era divulgador de las discusiones en Tucumán. Pero los más importantes fueron La crónica argentina de Pazos Silva (o Pazos Kanki) y el Observador Americano de Manuel Antonio Castro.
Dice también Mitre “jamás después de los tiempos en que Moreno y Monteagudo estaban al frente de la prensa argentina se había oído un lenguaje tan viril, una argumentación más contundente, un poder de persuasión más eficaz, empleando alternativamente la lógica, el ejemplo, el sarcasmo, la pasión y el pavor por los destinos del pueblo, envuelto todo en reminiscencias bíblicas, vulgarización de principios fundamentales y alusiones históricas”.
Este debate, prácticamente desconocido hoy, es el que inclinó al Congreso de Tucumán hacia la república y Manuel Belgrano ya no pronunció el conmovedor “soy solo” en su correspondencia. Empezaba la hazaña de la libertad, orquestada sobre sus tres grandes baluartes: San Martín, Belgrano y Güemes, que necesitaban la Declaración de la Independencia para imbuir de ideales a sus tropas y convencer a sus vecinos.
– Fuente: Articulo elaborado por el Teniente Coronel (R), Doctor en Historia y Miembro de Número del Instituto Nacional Belgraniano.
– Transcripción del documento elaborado –
Señores Presidente. Vicepresidente. Serrano. Paso. Anchorena. Sáenz. Darregueira. Rivera. Acevedo. Gorriti. Pacheco. Bulnes. Bustamante. Aráoz. Medrano. Godoy. Maza. Uriarte. Oro. Gascón. Malabia. Gallo. Loria. Salguero. Castro. Thames. Cabrera. Reunidos los Señores Diputados en la Sala del Congreso a las nueve de la mañana, con asistencia de los que se anotan al margen, después de discutidos y acordados los puntos que constan del acta pública de ese día, el General Don Manuel Belgrano en virtud de las órdenes que se le comunicaron en el anterior (tachado), avisó estar presente, e introducido a la sala y tomando asiento en ella en el lugar que le fue señalado, el Señor Presidente le hizo entender que la soberanía le había llamado para que sus exposiciones sobre el estado actual de la Europa, ideas que reinaban en ella, concepto que ante las Naciones de aquella parte del globo se había formado de la revolución de las Provincias Unidas y esperanza que estas podían tener de su protección, de todo lo cual lo creía ilustrado después del desempeño de la comisión a que fue destinado, pudieran orientarla más extensamente de tan interesantes objetos, estando advertido que en el seno del Congreso había una comisión que entendía exclusivamente en asuntos de relaciones exteriores, y que no debía hacer exposiciones o contestar de un modo capaz de mandar idea de ellas y exponer el secreto; en cuya conformidad, contestando a las preguntas que se le hicieron por varios Señores Diputados, el citado General expuso todo lo que sigue:
– Primero: que aunque la revolución de América en sus principios, por la marcha majestuosa con que empezó, había merecido un alto concepto entre los poderes de Europa, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo, habría servido de obstáculo a la protección, que sin ella se habría logrado de otros poderes, debiéndonos en el día contar reducidas a nuestras propias fuerzas.
– Segundo: que había acaecido una mutación completa de ideas en la Europa, en lo respectivo a formas de gobierno; que como el espíritu general de las naciones en años anteriores era republicarlo todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo; que la nación inglesa, con el grandor y majestad a que se ha elevado, no por sus armas y riquezas, si por una Constitución de monarquía temperada, había estimulado las demás a seguir su exemplo; que la Francia la había adoptado: que el Rey de Prusia, por sí mismo, y estando en el goce de un poder despótico, había hecho una revolución en su reino, y sujetádose a bases constitucionales iguales a las de la Nación inglesa; y que esto mismo habían practicado otras naciones.
– Tercero: que conforme a estos principios, en su concepto la forma de gobierno más conveniente para estas provincias sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa tan inicuamente despojada del trono por una sangrienta revolución, que se evitaría para en lo sucesivo con esta declaración y el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior, con sola noticia de un paso para ellos tan lisonjero, y otras varias razones que expuso.
– Cuarto: que el poder de España en la actualidad era demasiado débil e impotente por la ruina general a que la habían reducido las armas francesas, discordias que la devoraban, y poca probabilidad de que el gabinete inglés le auxiliase para subyugarnos, siempre que de nuestra parte cesasen los desórdenes que hasta el presente nos han devorado; pero que al fin, siempre tenía más poder que nosotros, y debíamos poner todo conato en robustecer nuestros ejércitos.
– Quinto: que la venida de tropas portuguesas al Brasil no era efecto de combinación de aquel gabinete con la España, pues que la Casa de Braganza jamás podría olvidar la cooperación de la España a la entrada de los franceses en Lisboa, y desgracias que ha sentido por ella*; que el verdadero motivo de la venida de esas tropas era precaver la infección del territorio del Brasil; que el carácter del Rey D. Juan era sumamente pacífico y enemigo de conquista, y que estas provincias no debían temer movimientos de aquellas fuerzas contra ellas.
* Después de todo lo cual y – evacuadas – otras preguntas que se le hicieron por algunos señores diputados, y se omiten por menos interesantes, se retiró de la Sala y terminó la sesión.
* Que enviado Salazar por el gabinete español cerca de S. M. F. para pedir temporalmente, y mientras se subyugaban estas provincias, la posesión de la isla de Santa Catalina había recibido una terminante negativa y sólo se le habían ofrecido los auxilios que el derecho de gentes exigiere.
* Que a él se le había prometido en aquella Corte observar exactamente el armisticio mientras el Gobierno de las Provincias Unidas no faltase por su parte, y que así se había permitido, a pesar de reclamaciones del enviado español, la libre entrada y salida de aquel reino a los hijos de estas provincias.
– Fuente: Fondo Congreso General Constituyente. Legajo 1 Doc. 7. (Documentos escritos). – Sesión Secreta del día 6 de julio por la mañana de 1816. – Exposición de Manuel Belgrano ante el Congreso General Constituyente de Tucumán, proponiendo la adopción de una monarquía incaica como forma de gobierno.