Belgrano y el Monumento Nacional a la Bandera
Las siguientes fotos fueron tomadas por el Sr. Facundo Fernández, distinguido profesional de la ciudad de Rosario.
El “Monumento Histórico Nacional a la Bandera” (tal su nombre oficial) está enclavado en la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe) a la vera del río Paraná, a unos doscientos metros de la plaza “25 de Mayo”, núcleo urbano primigenio de la urbe. En el sitio que hoy ocupa, el entonces coronel Manuel Belgrano creó nuestra Enseña patria y mandó a izarla por primera vez el 27 de febrero de 1812.
El propósito de construir un monumento que recordara la magna fecha se evidenció en 1872 cuando el ingeniero Nicolás Grondona proyectó erigir dos obeliscos conmemorativos; uno emplazado en la isla (aproximadamente donde se levantó la batería “Independencia” y el otro en la costa rosarina, donde estuvo la “Libertad”). Se ejecutó el primero pero pocos años más tarde fue arrasado por una creciente. El segundo nuca pudo edificarse. Otras iniciativas posteriores tampoco pudieron concretarse. Entre ellas destaca el monumento concebido por Lola Mora (1866 – 1936), a tal efecto se la contrató en 1909; realizó varios segmentos pero debido a la gran demora registrada para terminarlo en 1925 la comisión a cargo de la obra pidió que se le rescindiera el contrato, lo que finalmente se concretó.
Finalmente, en 1940, se convocó a un concurso nacional de anteproyectos. Resultó ganadora la propuesta “Invicta”, de los arquitectos Ángel Guido (1896- 1960) y Alejandro Bustillo (1889 – 1982); junto a los escultores Alfredo Bigatti (1898 – 1964) y José Fioravanti (1896 -1977). Tres años más tarde, bajo la dirección técnica del primero, comenzó su construcción. Bustillo no participó de esta etapa.
La simbología del Monumento se enriqueció notablemente con las modificaciones que se consensuaron entre los artistas y la Comisión Ejecutiva oficial encargada de controlar la obra. Superando grandes inconvenientes y demoras, la inauguración se concretó el 20 de junio de 1957 en un clima de alegría y concordia que reafirmó la unión nacional bajo los pliegues de nuestra Bandera celeste y blanca. En el año1989 fue reconocido como “monumento histórico” por decreto presidencial Nro. 1582.
Los horarios de visitas; el calendario de eventos y mayores referencias pueden consultarse en www.monumentoalabandera.gob.ar ó al teléfono 0341-4802238 internos 108 o 111 (de 9 a 15 horas) a donde también pueden solicitarse turnos para visitas grupales.
Los relieves esculpidos son recursos ornamentales donde las figuras se tallan en la superficie que los contiene a partir de un plano que sobresale (alto relieve) o subyace (bajo relieve). Esta perspectiva tridimensional alivia a quién contempla grandes segmentos arquitectónicos. Por esta razón fueron tempranamente adoptados en muchos monumentos de la Antigüedad de las más diversas culturas; ello permitía representan acontecimientos mitológicos e históricos, como forma de enaltecer el ejercicio del poder.
Sabemos que el Monumento se inauguró en 1957 y que su aspecto general remeda una nave de la Antigüedad clásica. Se compone de tres elementos bien definidos: la Torre (integrada íntimamente con la “proa”); el Patio Cívico y el Propileo. Cuando en 1940 se abrió el concurso de anteproyectos para construirlo, además del seudónimo “Invicta” (que resultó ganador), la mayoría de las propuestas[2] incluyeron relieves como forma de morigerar la rigidez propia del estilo lineal predominante en la época.
Los artistas que concibieron el Monumento[3], apelaron a diversos relieves para dar vida a sus masivas superficies laterales. Este argumento permitió reforzar el mensaje histórico e ideológico de las imágenes propuestas. Utilizaron el estilo de “medio bulto”, donde las figuras se esculpen en todo su contorno, mientras que su parte posterior queda integrada al muro.
Para ilustrar el exterior los escultores adoptaron la técnica del altorrelieve en dos variantes: textos e imágenes. Lo primero que destaca observando la Torre desde el frente, es la leyenda “La Patria a su Bandera”, constituye la dedicatoria del mismísimo Monumento. En derredor al basamento de la Torre se transcriben significativos fragmentos de comunicaciones subscriptas por el general Belgrano que actualizan su pensamiento como máximas rectoras que trascienden los tiempos. Los alto relieve son muchas más numerosos: el “Sol de Mayo”, inscripto en las cuatro caras de la Torre; la rosa de los vientos, que usaban los antiguos para guiarse en la navegación; el Escudo nacional y los mal llamados frisos[4], denominados: “Las Damas Mendocinas bordan la Bandera de los Andes” y “Juramento a la Bandera de los Andes”. En cuanto al Propileo, se empleó el alto relieve en todo su perímetro superior, reproduciendo algunos versos del Himno nacional; se complementó la decoración con dos escudos nacionales y seis escarapelas. Estas últimas se particularizan con su formato primigenio, un pequeño centro (celeste) y una amplia corona (blanca).
Para los ámbitos internos que enmarcan el Atrio, en el corazón del Patio Cívico, se prefirió apelar a bajo relieves, como resulta de los grandes paneles: “Creación de la Bandera” y “Juramento de la Bandera en Jujuy”; a los que se suman los más pequeños: “El Ideal”; “La Gloria” y los catorce escudos de las provincias que suscribieron nuestra Constitución. Estos últimos rodean al magnífico bronce de “La Patria de la Fraternidad y del Amor”, contenido en la hornacina central del espacio.
Los murales no se limitan a relatar algunos hechos trascendentes de los “padres de la Patria” (San Martín y Belgrano); también nos dicen de su liderazgo fáctico e ideológico y, con igual grado de importancia, nos hablan de la inserción protagónica de un pueblo que tomó su Bandera como divisa de unión y libertad[5] en la diversidad de sus realidades particulares.
En esta colaboración nos referiremos específicamente a los segmentos que aluden a la gesta belgraniana.
“Creación de la Bandera”
Este mural representa el momento histórico central que define y justifica la misma existencia del Monumento. Nos recuerda el magno hecho del 27 de febrero de 1812 en el entonces pequeño pueblo de Rosario, donde por primera vez ondeó el paño de nuestro símbolo nacional. Por esto, se le adjudicó el emplazamiento más jerarquizado, a la derecha del punto central del Atrio, donde se desarrollan los actos y espectáculos masivos. La memoria descriptiva del anteproyecto “Invicta” indica que el panel se dedicó a la “bandera de guerra[6]”, sin aportar mayores argumentos sobre esta motivación. Personalmente entendemos que fue el propio Belgrano quién lo explicó, cuando se dirigió al Triunvirato diciéndolo que la mandó confeccionar la enseña “conforme a la escarapela”, para que las tropas bajo su mando pudieran distinguirse en caso de trabarse combate con los realistas.
El bajo relieve, obra de José Fioravanti, es de grandes proporciones; mide ocho metros de largo por dos de alto; con abrasiones de hasta veinte centímetros profundidad respecto a su perímetro. Está confeccionado en tres líneas de doce grandes bloques de mármol travertino sin patinar que recubre la totalidad del Monumento. Para apreciar con mayor precisión sus detalles se aconseja aprovechar las últimas de la tarde, cuando la incidencia del sol realza sus volúmenes internos.
Analizaremos sus figuras con detenimiento. En su mayor parte poseen inocultable rigidez formal quebrada por el dinamismo que exulta Belgrano, ubicado en su centro y que se acentúa en la protagonista fundamental del momento, la Bandera que ondear en todo su desarrollo.
El todavía coronel Manuel Belgrano asume un rol principal. Sostiene la Enseña patria con su mano derecha; satisfaciendo así los requisitos propios del antiguo ceremonial de banderas; también cumple con la ancestral costumbre ecuestre, llevar las riendas con la izquierda. Su rostro parece algo más juvenil que los cuarenta y un años de edad que tenía en 1812. El uniforme es similar a los usados en la época, donde cada militar lo hacía confeccionar acorde a su gusto y peculio; en este caso es una levita con sobrios alamares y grandes charreteras; calza botas de caña alta, con espolines. La banda de su cintura indica el grado de coronel que detentaba.
La Bandera en manos del Prócer se objetiviza con la notable ausencia de todo rasgo que evidencie su diseño. Este detalle indica la fina sensibilidad del artista quién, conocedor de las diferentes teorías que discuten cuál fue el diseño primigenio del paño, prefirió no adscribirse a ninguna. Ello permite que cada observador mantenga sus convicciones cuando contempla la obra. El recurso no es inocente, ni tampoco altruista, se apeló al mismo para evitar las críticas que podrían haber surgido si se adoptaba alguna de las hipótesis sobre el diseño que tanto debate la Historiografía.
La Enseña patria centraliza la visión del observador, rol que se refuerza al quedar enmarcada por la masa de los dos equinos. La obra muestra aquí una licencia histórica motivada por el arte: la Bandera se presenta enastada; cuando del relato que hizo Belgrano sobre los hechos de 1812 resulta que se izó en un mástil erigido en la plaza de armas de la batería “Libertad”.
La actitud de Prócer es clara, se manifiesta como jefe militar, montado a caballo, al frente de su tropa; con su brazo hace un gesto amplio presentando la Bandera al pueblo reunido. En esos pocos rosarinos está representada toda la Nación. Contrasta la importancia de este significado con el escaso espacio que le asignó el artista en relación al número de elementos castrenses; pero la escueta visión de la estratificada civilidad de la época resulta suficiente. En primer lugar vemos a un sacerdote, que sería Julián Navarro (por entonces párroco del Rosario, acendrado patriota); una pareja de paisanos de modestas vestimentas, acordes al perfil socioeconómico del Pago de los Arroyos, donde se emplazaba Rosario; y un niño descalzo, simbolizando tanto a la joven generación del entonces presente y como a las futuras.
El tercer elemento en cuanto a su volumen, es el oficial montado que acompaña a Belgrano. Podemos identificarlo como el teniente coronel Gregorio Perdriel, su segundo al mando del Regimiento 5 (los antiguos “Patricios”). Semioculto hay otro jinete, el trompa de órdenes que con su cornetín anuncia la presentación de la Bandera y reclama atención a la tropa y a los asistentes.
Sobre la izquierda de observa una masa de militares a pie: un oficial subalterno, espada en mano y una formación de efectivos pertenecientes al Regimiento de Infantería 5. Sobre el fondo se alinea un escuadrón de la “Caballería de la Patria”; cuyos miembros están armados con lanzas; llevan las clásicas gorras cuarteleras y pañuelo al cuello.
Completan el cuadro: una persona con atavíos gauchescos que puede conceptuarse como un baqueano (insustituible en el desplazamiento de toda unidad militar de aquellos tiempos) y, en un segundo plano, bajo la bandera; hay otro paisano armado de lanza, más atrás se insinúan otros cuatro, en los que vemos a miembros de la “Milicia del Pago de los Arroyos”, cuerpo auxiliar del contingente patriota formado por civiles locales.
El ambiente geográfico de la época se caracteriza entre las patas de los caballos, lo que trasunta una alta barranca sobre el río Paraná, con un barco ubicado en el nivel inferior; aludiendo a la condición de Rosario como primitivo puerto. Aportando algo de sombra a los civiles presentes hay un árbol que contribuye a situar la acción en el paraje del primer izamiento, llamado tradicionalmente “Barranca de las Ceibas”. Se trata de un “palo borracho”, conocido también como “ceiba” (nombre científico es Ceiba speciosa), fácilmente identificable por sus algodonosos frutos[7]. Para formar la base de la obra se esculpieron varios ejemplares de cardos en flor, un vegetal particularmente prolífero en la zona, según lo reseñó el propio Belgrano cuando escribió las memorias[8] de su llegada a Rosario.
Puede criticarse al artista en un solo punto, los cerrojos de las armas de fuego no corresponden a la época, pues son similares a los fusiles Mauser que recién aparecerían a fines del siglo XIX.
Así descripta, la alegoría de la escultura es plena; expresiva de aquel histórico momento, cuando acababa de terminarse la batería “Independencia” y poco faltaba para hacer lo propio con la “Libertad”. Ambos nombres evidencian el liderazgo de Belgrano y su voluntad de romper las cadenas del coloniaje; aún a despecho de la posición oficial que sustentaba el Gobierno. En tanto, el pueblo de Rosario se hallaba expectante habiendo respondido activamente a la convocatoria belgraniana, sin saber que aquel 27 de febrero de 1812 protagonizaría uno de los días más gloriosos de nuestra historia nacional: el nacimiento de Bandera celeste y blanca que hoy nos identifica ante el mundo.
“Juramento a la Bandera en Jujuy”
En la memoria que explica el anteproyecto “Invicta” los autores consignaron que este bajo relieve destaca a “la Bandera civil[9], como tutora maternal de la vida argentina de paz y trabajo” (sic). La imagen que propone Bigatti alude al día 25 de mayo de 1812, cuando Manuel Belgrano, ya general del Ejército del Norte, presentó la Bandera nacional en la ciudad de Jujuy como parte de las celebraciones del segundo aniversario del primer grito de libertad ocurrido en Bs. Aires. Con este gesto Belgrano procuró solemnizar una fecha que ya se perfilaba en su magnitud histórica y, también, quiso enaltecer los ánimos de un ejército en formación, luego de la aciaga derrota de Huaqui sufrida meses antes (20 de junio de 1811). De hecho, la ceremonia ordenada por Belgrano implicó el rompimiento con la Corona española, así resulta de la presentación solemne de un símbolo de soberanía evidente, como era la nueva bandera. Reforzó este mensaje haciendo bendecir la enseña, lo que en aquellos tiempos implicaba pedir la protección de Dios para la nación en surgimiento. Seguidamente la tropa comprometió su vida con el juramento que prestó ante la Bandera. Al respecto, se replica lo observado cuando comentábamos el panel anterior, la enseña mostrada no expresa ningún diseño; actitud acorde a las discusiones que subsisten sobre el tema. La analogía entre los dos murales indica un acuerdo entre los escultores; lo que demuestra que sus obras no fueron concebidas aisladas, sino como elementos concordes, tal como lo expresan las formas y conceptos comunes.
Las imágenes centrales del bajo relieve de Bigatti son Belgrano y la Bandera, consustanciados en un conjunto inescindible; que supera en identificación a la posición disociada que pude verse en el friso de Fioravanti. El mural muestra en su centro a Belgrano, que extiende el paño ante los asistentes en una posición apartada del protocolo, opuesta a la que nos relatan los documentos pero sumamente expresiva para el observador actual. En una de sus manos Belgrano alza un ramo de laureles, anticipo de las glorias de la Bandera que presenta. Luce uniforme de mayor jerarquía que el usado en el primer mural; tiene la pechera cubierta de alamares y, además, porta la banda y la faja que caracterizaban a los generales de entonces. Calza elegantes botas de caña alta, idénticas a las que vemos en el clásico retrato que le pintó Carbonnier durante su misión diplomática en Londres (1815). El escultor se permitió un evidente anacronismo en cuanto a la espada del Prócer ya que su aspecto corresponde al arma que le entregaría la Asamblea General a fines de 1813 por sus victorias de Tucumán y Salta[10], ocurridas varios meses más tarde; en nuestra visión actual esta presencia anuncia esos triunfos. Belgrano está de pie, pero tiene tras de sí a su caballo dispuesto, evidencia de su doble condición de autoridad pública y general de un ejército en operaciones. Esta dualidad se replica en la perfecta simetría de los espacios ocupados por civiles y militares.
La civilidad está representada en forma plural, lo que trasunta en los diferentes atuendos de las figuras: un vecino porta bastón, símbolo de su distinción social; lo acompaña una dama, ataviada vistosamente; más atrás hay otra figura femenina, la de una joven con una flor en su mano, lo que señala sus pocos años; un clérigo, en quién podríamos ver a Juan Ignacio de Gorriti, el canónigo que bendijo Bandera, el libro en su mano aludiría a la clase culta de la época, sostén ideológico de la Revolución, que recibía su formación en los claustros; para una interpretación más prosaica sería un misal o libro de oraciones. Además, hay un paisano, con el poncho cruzado sobre el pecho y vincha en su frente; representa al elemento popular, que el artista plantea al mismo nivel que los aristócratas, signo evidente de la igualdad propia de un país libre. En segundo plano destaca un exponente de las bravías caballerías gauchas que sostuvieron la frontera Norte contra los embates de los realistas. También se observa un joven, figura de los “Decididos”, adolescentes citadinos que se enrolaron en las filas patriotas convocados por Belgrano; tuvieron notable desempeño en el combate de Las Piedras y en la batalla de Tucumán. Estos tres últimos personajes manifiestan el entusiasmo que los embarga con sus brazos en alto, símbolo inequívoco del desbordante apoyo popular concitado por el Prócer a favor del ideario patriota. A ellos se suma otro humilde jovencito, que sostiene el caballo de su general con un gesto de amorosa solicitud, similar a los que encuentra aún hoy todo aquél que visita las regiones del Norte.
En los vértices inferiores de la composición, aparentemente fuera del momento que representa, hay dos significativas presencias, que desde su humilde y periférico lugar parecen aguardar el momento de protagonizar la historia futura que les está reservada. Ellas son: una joven coya, con su bebé cargado en la espalda a la usanza tradicional, alusión explícita a las etnias originarias; en el otro extremo hay un niño que bate una caja de guerra, símbolo de todos aquellos que participaron en las guerras por la emancipación en roles acordes a la edad con que contaban.
En el otro sector, junto a Belgrano, se encuentran dos oficiales de su plana mayor, ambos tenientes coroneles por entonces; el más joven tiene un cierto parecido a Manuel Dorrego (numen del federalismo, que a la postre será la forma en que se organizará nuestro Estado); mientras que la barba del segundo podría caracterizar a Martín Miguel de Güemes, quién con los años se vincularía a Belgrano en una notable coincidencia de patriotismo en su acción de contener las avanzadas realistas. Aquí también hay una licencia artística, los cordones sobre el pecho indican al oficial como edecán ayudante de campo de Belgrano, rol que nunca cumplió Güemes, igualmente, la imagen contribuye a resaltar la estrecha relación que forjaron ambos próceres. Cuatro soldados de infantería con el uniforme del histórico Regimiento 3 y tres lanceros a caballo con altos morriones, aluden a otras unidades de aquél Ejército.
El ambiente geográfico indica que el acto se desarrolla en la plaza principal de Jujuy[11], al frente de su cabildo, construcción que expresa la legitimidad de la autoridad constituida. En el aspecto del edificio capitular el artista se tomó licencia de presentarlo como idéntico a su homónimo de Bs. Aires, cuando en realidad el de Jujuy no tenía torre y era de caracteres mucho más modestos. La referencia se explica por lo afianzado de la imagen del cabildo porteño en la conceptualización general.
El 25 de mayo de 1812, ante el pueblo de Jujuy convocado, Belgrano requirió el juramento de su ejército a la Bandera, con estas palabras que recogió la Historia: “Soldados, hijos dignos de la Patria, camaradas míos […] por primera vez, veis la bandera nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del globo […] soldados de la Patria, no olvidéis jamás que nuestra obra es de Dios, que Él nos ha concedido esta bandera, que nos manda que la sostengamos y que no hay una sola cosa que no nos empeñe a mantenerla con el honor y el decoro que le corresponde Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, todos, todos, fijan en nosotros la vista y deciden que a vosotros es a quienes corresponderá todo su reconocimiento si continuáis en el camino de la gloria que os habéis abierto. Jurad conmigo ejecutarlo así, y en prueba de ello repetid: ¡Viva la Patria!”
El Sol
Este símbolo campea en los cuatro paños centrales de cada cara de la Torre, aquellos que representan a las velas de la imaginaria nave que es el Monumento. El astro brilla en el centro de nuestra Bandera desde que el Congreso General lo dispuso en el ya lejano 1818. El diseño del Sol utilizado no es neutro, tiene un rostro humano, como si el hombre se reflejara en el astro o como si éste fuera capaz de dialogar con el género humano. Tiene treinta y dos rayos, rectos y flamígeros, alternativamente orientados de izquierda a derecha. Su aspecto es idéntico al de las primeras monedas patrias acuñadas en 1813 y al que asoma en el sello de la Asamblea General.
El simbolismo del Sol recibe diversas acepciones. Para algunos es el “Sol de Mayo”, anticipo de la Libertad paradójicamente nacida en las lluviosas jornadas de 1810 que implicaron la destitución del virrey y el surgir del primer gobierno patrio. Para otros representa las raíces vernáculas redimidas; es el Inti que reverenciaban los incas y muchos de los pueblos originarios que elaboraron sus cosmogonías tomándolo como centro generador de vida. Algunos advierten que el sol incásico tenía sus rayos rectos, mientras que la imagen predominante en Europa los empleaba rizados; así, el que luce en nuestra Enseña evidenciaría la íntima síntesis de las culturas americanas y las del Viejo Continente[12], prolegómeno de la identidad americana en pleno surgimiento y emblema de la reivindicación de las razas sojuzgadas. La forma y número de los rayos es idéntica al emblema de la Compañía de Jesús, la orden Jesuita. Hay quienes dicen que el Sol revela el accionar demiúrgico de las logias masónicas, que salieron a la luz en América a impulso del iluminismo revolucionario de los libre pensadores franceses. También hay quienes consideran a este Sol como una imagen de Nuestro Señor Jesucristo, por ser idéntico al que lleva en su vientre la imagen de la Virgen María en su advocación “de la Dulce Espera”; también llamada “de la Esperanza”; “de la Expectación” o “de la O”, muy popular en tierras hispanas y americanas.
Diversas imágenes de Nuestra Señora de la Dulce Espera o de la Esperanza
Esta disparidad de interpretaciones sobre el significado cabal del Sol no tiene respuesta. Los patriotas que adoptaron este símbolo y lo hicieron parte de nuestra identidad nacional no explicitaron sus razones. La única verdad es la realidad[13], dicen los escépticos, y por ende, corresponde señalar que la causa inmediata del uso de este Sol que nos cuestiona es una sola, la de figurar: naciente en el sello de la Asamblea General de 1813 y luciendo a pleno en las primeras monedas patrias. Un detalle curioso, las actas relativas a la construcción del Monumento revelan que Guido procuró que los cuatro soles de la Torre estuvieran revestidos de oro puro. No pudo ser, razones presupuestarias lo impidieron. Hoy sus rostros nos contemplan consustanciados con el níveo mármol del revestimiento.
“El Ideal” y “La Gloria”
Estos pequeños bajo relieves simétricos presiden las puertas de entrada y salida a la Cripta dedicada a honrar específicamente al general Manuel Belgrano; ubicada bajo la Torre. Según escribió Guido, expresan los valores espirituales que inspiran al Monumento. Son figuras femeninas etéreas y aladas que parecen flotar hacia un mutuo encuentro.
En la concepción de Bigatti, “El Ideal” se vislumbra en la estrella, que figurativamente guía toda vida humana. Se corporiza en una mujer disociada de las realidades mundanas, en un vuelo interminable, expresando así las limitaciones humanas pero, también, las ansias de superación que impulsan al espíritu. Un velo oculta su sexo, indicando que en la persecución de un ideal pueden sublimarse hasta las más naturales necesidades.
Por su parte, Fioravanti representó a “La Gloria” sin ropas, significando que la misma no tiene ningún aspecto reservado. La gloria es pública; reconocida por todos, en todos sus aspectos. Entre sus manos lleva una corona de laureles lo que remite a la antigua costumbre helénica y romana de premiar a sus héroes con este especial atributo de distinción. Simboliza la cristalización de los ideales convertidos en magnífica y trascendente realidad, a través de una vida dedicada al servicio de la Patria, la de Belgrano.
El posicionamiento de estos bajo relieves, en el acceso a la Cripta de Belgrano permite aventurar una afirmación, que “en la prosecución del Ideal, el Prócer alcanzó la Gloria”. Cada panel mide dos metros con veinte centímetros, por uno con cuarenta; ambos tienen diecisiete centímetros de profundidad máxima.
Concluyendo
Como síntesis de lo expuesto, hallamos que para la concepción de los artistas que lo concibieron, el Monumento Nacional a la Bandera es un ámbito alegórico diferente a la mayoría. No solo admite visualizarlo desde muy diversas perspectivas, el visitante puede recorrerlo en toda su extensión, vivenciándolo cinéticamente.
Contiene un mensaje explícito que proyecta al observador como parte de la realidad plural que es el pueblo argentino simbolizado en su Bandera y, al mismo tiempo, expresa su íntima relación con el Rosario que la vio nacer. Sus murales e inscripciones, relatan la creación y las primeras etapas del proceso de enriquecimiento simbólico de nuestra Enseña patria; a ello se suman otras imágenes que representan los ideales revolucionarios que animaron al general Manuel Belgrano en su vida personal y en la ejemplaridad de su conducta pública.
En esos murales que virtualmente acabamos de recorrer los artistas nos conducen magistralmente en dos diversos niveles. Uno de ellos es sumamente simple; lineal; básicamente explícito si se cuenta con mínima información histórica sobre los hechos que relatan. El otro propone un verdadero diálogo desde la perspectiva de la reflexión, sus imágenes pueden ser descubiertas e interpretadas en una dimensión intemporal, partiendo desde los hechos históricos tallados en sus formas y volúmenes hasta el presente.
A esta rica perspectiva deben agregarse los elementos telúricos y geográficos de definen a nuestro país mediante los grupos escultóricos que rodean a la Torre. Estos tienen un mensaje mucho más evidente para el observador. Por ahora escapan del presente análisis.
Anexo
Las expresiones plasmadas en torno a la Torre del Monumento a la Bandera fueron definidas en 1943 por la Academia Nacional de la Historia, que presidía el doctor Ricardo Levene. Todas ellas se atribuyen al general Belgrano y manifiestan cabalmente sus ideales; sus motivaciones y la coherencia de su conducta:
“Procuraré hacerme digno de llamarme hijo de la Patria”. Oficio al Triunvirato, cuando asumió como jefe del Regimiento “Patricios” y donó la mitad de su sueldo (Bs. Aires, 15 de noviembre de 1811)
“Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia y de la Libertad”. Arenga pronunciada cuando creó la Bandera (Rosario; 27 de febrero de 1812)
“Nuestra obra es de Dios. Él nos ha concedido esta Bandera que nos manda que la sostengamos”. Proclama al Ejército y al pueblo reunido en Jujuy (25 de mayo de 1812)
“Cuán execrable es el ultrajar la dignidad de los pueblos violando su Constitución”. Oficio al Triunvirato (Jujuy; 28 de julio de 1812)
“Este será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los defensores de la Patria”. Arenga al Ejército en el acto de juramento de obediencia a la Asamblea General Constituyente (Río del Juramento, Salta; 13 de febrero de 1813)
Explicitamos el contexto de la última cita del Prócer: “He dicho a Usted lo bastante; quisiera hablarle más, pero temo quitar a Usted su precioso tiempo y mis males tampoco me dejan; añadiré únicamente” [acto seguido se transcribe la frase esculpida:] “Que conserve la Bandera que le dejé; que la enarbole cuando todo el ejército se forme y que no deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola nuestra Generala”. Carta al general José de San Martín, cuando éste asumió la jefatura del Ejército del Auxiliador del Alto Perú. (Santiago del Estero; 6 de abril de 1814)
[1] Miembro de Número del Instituto Nacional Belgraniano. Subdirector General por concurso del Monumento a la Bandera.
[2] Fueron ellos: “Santuario de la Patria” (segundo premio); “Agora Dorea” (cuarto premio); “Altar y Museo” (primera mención); “Proa” (segunda mención); “Delta” (tercera mención); “Agora”; “Epopeya”; también: “Altar de la Patria II” e “Insignia”.
[3] Estos artistas fueron los arquitectos Ángel Guido, Alejandro Bustillo y los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti.
[4] En realidad los frisos están formados por imágenes que se repiten sucesivamente, cosa que no ocurre con los paneles analizados, donde cada uno tiene su propia individualidad.
[5] “En unión y libertad” fue el lema de los primeros gobiernos patrios (formalmente enunciado por la Asamblea de 1813), estas palabras resultan suficientemente explícitas y aún hoy mantienen toda su vigencia.
[6] Hasta 1985 se llamaba así a la enseña que llevaba el Sol en su centro, su uso estaba reservado a las Fuerzas Armadas y a otros organismos oficiales.
[7] El Monumento a la Bandera se encuentra a la vera de la avenida “Belgrano”, costanera del río Paraná; una doble hilera de “palos borrachos” ornamenta su extensión.
[8] “Diario de marcha del Coronel Belgrano a Rosario: 24 de enero a 7 de febrero de 1812”. Bs. Aires. Instituto Nacional Belgraniano, 1995. 63 páginas.
[9] En algunas legislaciones las banderas oficiales solo pueden ser usadas por instituciones del estado, esto ocurrió en nuestro país hasta 1985. Las banderas civiles son aquellas que usan las personas y entidades privadas.
[10] La espada original se encuentra en el Museo Histórico Nacional. Una réplica se exhibe en la “Galería de Honor” del Monumento a la Bandera; fue donada por el Instituto Belgraniano de Rosario el 20 de junio de 1998.
[11] Hoy la plaza lleva el nombre del general Belgrano y es lugar histórico.
[12] Representaciones de este Sol con rayos mixturados se observan tempranamente en la iconografía del posterior a la dominación española sobre el antiguo imperio inca.
[13] Frase de Aristóteles, muy difundida entre nosotros por el ex -presidente Perón.
El Monumento a la Bandera es mucho más que una construcción pública recordativa, es un sitio de sacralidad cívica; pues el 27 de febrero de 1812, en ese preciso espacio, llamado entonces “Barranca de las Ceibas”, flameó por primera vez nuestra Bandera.
Es un memorial de enorme trascendencia para el ideario de la argentinidad. Cada uno de sus detalles rinde homenaje a nuestro principal símbolo nacional y a su creador, el general Manuel Belgrano; pero también es un compendio de nuestra Historia. En concordancia, con el transcurrir de los años se le agregaron diversos elementos y testimonios que lo enriquecen. Estas transformaciones lo definen como un espacio vital; un ámbito ciudadano; referencia indiscutida de las vivencias de sucesivas generaciones y de los hechos que protagonizaron en rica diversidad.
Por lo tanto, el Monumento no es una obra que solo se entienda racionalmente, también es un lugar para sentirlo con toda emoción. Está íntimamente asociado al estremecimiento que sienten los argentinos cuando ven flamear su Bandera. Además de admirarlo el visitante puede recorrerlo haciéndose protagonista de vivencias imborrables.
Dispersos por el mundo hay numerosos monumentos dedicados a las banderas de diversas naciones, generalmente son mástiles de dimensiones muy importantes, pero el emplazado en Rosario es el de mayor superficie (más de 10.000 metros cuadrados) y el de más rica expresión simbólica.
Las dimensiones del Monumento a la Bandera demandan recorrerlo con pausa, apreciando cada una de sus partes y detalles. Sus características condicionan decididamente esta forma de abordaje. Fue concebido en una época donde la sensibilidad hacia la discapacidad no estaba desarrollada; este factor negativo se ha revertido relativamente mediante recientes adaptaciones.
Llegando por la avenida “Belgrano”, lo que primero destaca es el alto Mástil Mayor (35 metros) donde luce una Enseña nacional de singulares dimensiones. Una amplia plazoleta lo une al conjunto principal que está recubierto de placas de mármol travertino, sin patinar, extraído de la precordillera de los Andes.
Al decir del arquitecto Guido, el Monumento tiene la forma de una gran nave (la República Argentina) que surca los mares de la Eternidad. Su proa abre las aguas, coronada por el bronce de la “Patria Abanderada” (obra de Bigatti), expresa nuestra nacionalidad enraizada en las culturas de los pueblos originarios y en el legado del gaucho, arquetipo social argentino; mide 6 metros de altura. La fuente subyacente otorga dinámica a los contrafuertes que remedan olas, sobre las que descansan dos colosos marmóreos: el “Océano Atlántico”, elaborado por Bigatti y el “Río Paraná”, de Fioravanti.
La “Torre”, alude a la Revolución de 1810. El “Sol de Mayo” destaca en el centro de los paños que definen la estructura. Significativas palabras del Prócer talladas en mármol circundan el basamento. A 69 metros de altura el mirador otorga una amplia visión de la ciudad y de la región fluvial aledaña.
En su recoleto interior la Torre contiene la “Cripta”, que simbólicamente señala el lugar del primer izamiento y presenta un gran bronce del general Belgrano en su doble dimensión de estadista y militar; es obra de Fioravanti. Originalmente se pensó destinar el ámbito como mausoleo para los restos del Prócer, pero luego se decidió respetar su ubicación tradicional, en el atrio del templo de Santo Domingo (ciudad de Buenos Aires). La ambientación confiere peculiar solemnidad al recinto. En un mismo plano volumétrico destaca una Cruz de mármol, evidencia de la fe católica del Prócer y de la mayoría del pueblo argentino. Igual presencia se observa en el basamento exterior.
Como elementos telúricos del territorio argentino se encuentran los bronces ecuestres de “La Pampa” y “Los Andes”. Las estatuas marmóreas de los cuatro puntos cardinales, también obras de Bigatti y Fioravanti, ornamentan el sector y aportan una variada simbología.
En el exterior se encuentran dos grandes frisos que aluden al Libertador José de San Martín. En “Las damas mendocinas bordan la Bandera de los Andes”, de Fioravanti, se plasma el protagonismo de la mujer en la gesta emancipadora, las observa un gaucho, símbolo del pueblo llano. En el “Juramento de la Bandera de los Andes”, de Bigatti, San Martín sostiene la divisa de su Ejército que se apresta a cruzar la Cordillera para libertar a Chile y el Perú.
Otros dos frisos en bajorrelieve flanquean el “Atrio”, patio interno que permite acceder a la Cripta. “La Creación de la Bandera” (Fioravanti) donde la figura central es Manuel Belgrano. En la Bandera nacional que presenta no se advierte su diseño, respetuosa evidencia de las diversas teorías que existen sobre su aspecto original. Belgrano encabeza a un grupo de sus oficiales y está seguido de efectivos de los regimientos que comandaba: Patricios; Pardos y Morenos y Caballería de la Patria; lo acompañan el pueblo de Rosario y su cura párroco, Julián Navarro. “El Juramento de la Bandera en Jujuy” (Bigatti) recuerda la gloriosa jornada del 25 de mayo de 1813, donde también fue bendecida por primera vez por el sacerdote Juan Ignacio de Gorriti. Belgrano está rodeado del ejército bajo su mando y del pueblo jujeño, en su plural variedad étnica y social.
Completa el sector el enorme bronce (6 mts. de altura) de “La Patria de la Fraternidad y del Amor”, también conocida como “La Madre Patria”, figura matricia de características clásicas. Su desnudez representa la entrega total de una madre; que con los brazos abiertos parece recibir a sus hijos, figurados en los escudos de las catorce provincias que existían en 1853, que rodean la hornacina donde se encuentra.
El “Atrio”, así definido centra la atención en el lugar donde se concretan actos; conciertos y otras actividades masivas; muchas son espontáneas y otras se montan cuidadosamente. Algunas poseen gran tradición, como la promesa a la Bandera que realizan los escolares del cuarto grado primario durante el mes de junio. Orquestas, artistas y conjuntos de gran renombre se han presentado en este lugar.
Hacia el frente se abre el “Patio Cívico” o “Escalinata Cívica Monumental”, gran espacio que alude al complejo y doloroso proceso que demandó la organización nacional. Sirve como auditorio para las 10.000 personas que suelen asistir a las representaciones que allí tienen lugar. Los parapetos que lo demarcan están adornados con 22 farolas/mástiles ejecutadas en bronce.
Como un reminiscente Partenón que corona una pirámide mesoamericana se encuentra el “Propileo Triunfal de la Patria”, alegoría del templo de la Libertad e imagen de la Nación constituida como Estado cuando se sancionó su Constitución (1853). Accediendo desde el centro de la ciudad, el Propileo conforma una jerarquizada entrada alegórica; cerrada por doce columnas planas que sin embargo permiten una impactante vista de conjunto hacia el interior. Versos del Himno nacional e imágenes del Escudo y la Escarapela forman un simbólico friso exterior. Ollas y pebeteros de bronce verdeado realzan su entorno y aportan un singular sistema de iluminación.
En el interior del Propileo hay una gran olla donde arde la “Llama de la Argentinidad”, silente homenaje al soldado desconocido muerto en las luchas por la Emancipación. En los ángulos de este espacio se hallan cuatro esculturas concebidas por Guido y ejecutadas por Aldo Blarasin y Juan Deharde;: la “América Indígena”, la “América Colonial”; la “América Republicana” y la “América Futura”; cada una incorpora elementos alusivos a diversos períodos de la historia continental.
Bajo el Propileo, poco antes de finalizar la construcción del Monumento se agregó la “Galería de Honor de las Banderas de América”, donde lucen los símbolos de las nacionales del continente; se accede desde la calla Santa Fe. En este lugar se concretan actos protocolares; conferencias, exposiciones y presentaciones de diversos tipos. También allí se exhiben otros significativos testimonios; entre ellos la Enseña que presidió el primer “Día de la Bandera” y la que ondeó en la sede de la Gobernación, en Puerto Argentino. En 1975 se habilitó la “Sala Antártida” que fue totalmente renovada en el año 2014; evidencia de qué manera se dispersó la idea de Libertad en el continente y señalados aspectos de la ocupación argentina de aquellas regiones. Varios bocetos de grandes dimensiones atribuidos a Guido muestran como fue elaborando el diseño del Monumento. Dos emotivos bajorrelieves de Eduardo Barnes (1901 – 1977) recuerdan la tradición de que fue Cosme Maciel, por entonces miembro del Cabildo de Santa Fe, quién izó la bandera el 27 de febrero de 1812; en el otro se representa a María Catalina Echevarría de Vidal fue quien habría confeccionado la primera bandera.
El Monumento no está terminado; en la concepción de Guido quedó un sector inconcluso que por razones económicas no pudo concretarse durante su vida. En el subsuelo de la Torre un vasto espacio presenta numerosos nichos vacíos. Guido los ideó para exponer allí los símbolos provinciales en consecuencia el lugar debería denominarse “Sala de las Provincias Argentinas”. En el sentimiento argentino y federal es imperioso concretar un ámbito tan significativo.
No puede apreciarse el Monumento a la Bandera prescindiendo de su entorno. Ya en 1942 se percibió la necesidad de dar un adecuado realce al Monumento. Para ello se proyectó el “Parque Nacional a la Bandera” como una sucesión de espacios verdes extendidos sobre la ribera del río Paraná.
En aquél entonces el sector estaba ocupado por las instalaciones del puerto de Rosario. En sus muelles amarraban buques fluviales y de ultramar. Existían grandes galpones; silos; bodegas; gasómetros; grúas y hasta un activo ferrocarril. Una fuerte reja perimetral y la avenida “Belgrano” lo aislaban de la ciudad.
Inicialmente pudo abrirse una suerte de balcón sobre las aguas, justo frente al Monumento. Pasaron varias décadas hasta que el Parque alcanzó sus actuales características que lo presentan como un verdadero pulmón urbano totalmente aprovechable por el público. Lamentablemente, una deficiente política de planificación urbana impidió completar las expropiaciones necesarias para que el Monumento tuviera la perspectiva visual esperable, perjudicada por un conjunto de edificios de propiedad horizontal que forma un friso arquitectónico que conspira con la debida panorámica del memorial.
La estructura original del Monumento mide 150 metros de largo por 81 de ancho (sector del Propileo). Está contenido entre la avenida “Belgrano”, por el Este; el pasaje “Ángel Guido” (su principal inspirador y director del proyecto de construcción), por el Oeste; y las calles Santa Fe y Córdoba (por el Norte y el Sur, respectivamente). Estas últimas denominaciones recuerdan los antiguos caminos que llevaban hacia esas ciudades.
En 1999 el Monumento se complementó con el pasaje “Juramento” que lo vincula a través de un puente marmóreo con la plaza principal de la ciudad, formando un eje arquitectónico proyectado hasta el río por medio del paseo “Batería Libertad”. Este pasaje se había planificado ya en el año 1899; comprende un amplio espejo de agua donde se exhiben varias esculturas de la artista Lola Mora, fragmentos de uno de los proyectos de monumento que no pudo finalizarse.
El trayecto está parcialmente flanqueado por el Palacio Municipal (inaugurado en 1886) y la Iglesia Catedral; en su Camarín se encuentra la imagen histórica de Nuestra Señora del Rosario, que ya se veneraba en la humilde capilla que dio origen a la ciudad. El general Belgrano oró ante ella durante sus repetidas visitas a Rosario.
El pasaje “Juramento” también define varias vías peatonales relacionadas con la gesta belgraniana. El pasaje “Gregoria Pérez de Denis”, patricia que ofreció al Prócer sus ingentes bienes cuando su paso hacia el Paraguay, enlaza las calles Santa Fe y Córdoba por bajo el puente, en conexión con el pasaje “Catalina Echevarría de Vidal”, la mujer a quien la tradición atribuye la confección material de la bandera original. Mientras que el pasaje “Cayetano Silva Braga”, que une las citadas arterias por arriba del puente; alude al primer representante popular electo y comisionado por los vecinos de Rosario (1823) para tramitar ante la Legislatura provincial el reconocimiento como ciudad.
Ya sobre el “Parque a la Bandera” se ubican: el memorial a los caídos en Malvinas (inaugurado en el 2005); un bosquecillo de ceibos (nuestra “flor nacional”); el monumento a los creadores del Himno Nacional (obra de Eduardo Barnes) y dos grandes cañones en bronce (fundidos en 1801 y 1802), son similares a los que guarnecieron las baterías de Belgrano. Otras dos piezas de artillería, mucho más modernas (Obuses Schneider de 155mm Modelo Argentino 1928) se exhiben junto al Mástil Mayor.
Hubo monumentos a nuestra Bandera cuya construcción se frustró; otros muchos proyectos no pasaron de sus planos y aún podríamos agregar vestigios de memoriales a nuestra Enseña cuya documentación es incompleta como para relacionarlos en bajo este acápite. Aquí relacionamos aquellos tres que aún se conservan y que antecedieron al levantado en Rosario.
En el municipio de Florencio Varela (provincia de Bs. Aires) se levanta un monumento a la Bandera que sintetiza el homenaje a los generales Manuel Belgrano y José de San Martín. En 1937 comenzó su construcción por suscripción popular. Se inauguró el 2 de julio de 1938. Lo concibió el renombrado arquitecto Godofredo Coca. Tiene forma de mástil, está erigido sobre un pedestal de cemento que semeja a un picacho andino, en donde luce un cóndor con sus alas abiertas, ejecutado en bronce. En total mide unos 16 metros y la base tiene 5 de circunferencia.
En el centro de la plaza “Colombia” del barrio de Barracas, ciudad de Buenos Aires, se erige un conjunto plástico en honor a nuestra Enseña patria. Con precisión se denomina “Monumento al Izamiento de la Bandera”. Es obra del artista Julio César Vergottini (1905 – 1999) que en 1937 ganó el concurso para su ejecución. Comenzó en 1938 y se inauguró en septiembre de 1940.
Consta de un gran mástil de 25 metros de alto, que está acompañado de un impresionante grupo escultórico de gran dinamismo y volumen, formado por cinco figuras broncíneas que parecen izar la Enseña comprometiendo intenso esfuerzo. El peso de cada una ronda la tonelada.
En la localidad de Burzaco (partido de Almirante Brown, provincia de Bs. Aires) existe un memorial conmemorativo cuya existencia está extensamente difundida como “primer monumento a la Bandera nacional”.
Su piedra fundamental se colocó el 25 de mayo de 1938, por iniciativa de una comisión popular que contó con el apoyo del Instituto Browniano local. El escultor Claudio León Sempere (1896 – 1942) y el constructor Francisco Blumetti, vecinos de la localidad, fueron los encargados de ejecutarlo. Se inauguró el 1º de agosto de 1943 (luego de dos frustradas ceremonias previas). Se encuentra en la plaza “Belgrano”, anteriormente llamada “Libertad”.
También se concreta en un mástil, cuya lanza llega a los 23 metros de altura. La base es un templete cuadrangular conformado por diversos planos recubierto de mármol travertino. Está ornamentado con dos cóndores de bronce posados, también obra de Sempere, que se fundieron en la base naval “Río Santiago” utilizando material que perteneció al acorazado “Almirante Brown”. Miden un metro ochenta centímetros de alto. El sorpresivo fallecimiento del artista impidió elaborar los proyectados frisos alusivos a las batallas de Tucumán y Salta que debían ser emplazados en los laterales.
*por el Dr. Miguel Carrillo Bascary
Historiador y vexilólogo
Miembro de Número del Instituto Nacional Belgraniano
Subdirector General del Monumento Nacional a la Bandera en Rosario
Fuentes
Carrillo Bascary, Miguel. “Apuntes sobre el Monumento Nacional a la Bandera y su entorno” (inédito)
Comisión Ejecutiva para la Construcción del Monumento a la Bandera. “Memorias y Actas”. 1943-1957
De Sanctis, Carlos. “El Monumento de ‘La Patria a su Bandera’ en el Rosario”. 1957
Funes Freyre, Francisco. “Recopilaciones históricas en torno al General Manuel Belgrano y al Monumento a la Bandera. 1956
Instituto Belgraniano de Rosario (Emilio Zigón y Miguel Carrillo Bascary, compiladores). “Belgrano en la biblioteca”. Volumen 3. 2004
Jumilla, José. “Simbología del Monumento Nacional a la Bandera” En: Raúl Lamberto, “Manuel Belgrano, una gloria de la Nación. El monumento le reserva un lugar para su descanso eterno”. Revista del Rosario, 1998
Monumento Nacional a la Bandera. Información institucional
REVISTA “ROSARIO SU HISTORIA Y REGION”. Fondo Histórico del Bicentenario de la Bandera Argentina (Autores varios). Accesible desde www.rosariosuhistoriayregion.com
Solari, Emilio. “Historia del Monumento a la Bandera Argentina y sus inscripciones”. Sin fecha
Fuente destacada: Dictamen de la Academia Nacional de la Historia del 12 de noviembre de 2010, sobre la antigüedad de los monumentos erigidos en honor de la Bandera, a solicitud del intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra.