La Escarapela Nacional


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+ANTECEDENTES

El uso de la escarapela en España lo ubicamos en la Guerra de Sucesión Española. Llamada cocarde por los franceses, corrompiendo la voz primitiva coquarde, éstos la usaron después del año 1701 en que aliadas sus tropas con las españolas pusieron como divisas en moños y lazos de cinta (con cabos y dobleces) los colores blanco y rojo, es decir los colores nacionales de Francia y España respectivamente. Mientras los aliados que favorecían la causa del archiduque austriaco adoptaron junto con el color rojo propio de España, los suyos, amarillo y azul. Este distintivo usado en los campos de batalla, tomó carta de naturaleza con el nombre de escarapela, que antes significaba riña o pendencia.

En España, durante el siglo XVIII la lucieron de color encarnado los militares de todas las graduaciones como signo de pertenencia al Ejército Real. Con forma de roseta (o rosa grande) se llamó pedrada, llevándola cosida en una de las tres vueltas o vientos, llamada de la falda, del sombrero de castor de tres picos o tricornio. Luego fue redonda. Los jefes y oficiales la usaron de tafetán y la tropa de estambre, aunque también  se utilizaron de paño.

+LAS DIVISAS DE MAYO

Cornelio Saavedra, quien presidió la Junta Provisional Gubernativa, consignó en sus Memorias, escritas 19 años después de estos sucesos, es decir en 1829, que: “La plaza de la Victoria estaba toda llena de gente que se adornaba ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul otra blanca”. Asimismo, Bartolomé Mitre, basado en el testimonio oral que le proporcionó el coronel José María Albariño en 1841 (quien contaba con 16 años en la época de la Revolución de Mayo), manifestaba que en aquella semana Domingo French y Antonio Luis Beruti distribuyeron cintas azules y blancas entre sus partidarios congregados en la Plaza. Contribuyó también a la difusión de esta tradición la versión novelada de Vicente Fidel López, La Gran Semana de Mayo.

Sin embargo, no se encontraron fuentes escritas datadas en esos días que corroboren esa versión tradicional: por el contrario, las halladas contradicen abiertamente la misma.

Los diarios de testigos anónimos de las jornadas que corren del 18 al 25 de mayo en Buenos Aires, sólo mencionan la utilización por parte de los revolucionarios, a los que denominan “los del proyecto”, “chisperos”, “legión infernal”, “los 600 de French y Beruti”, de cintas blancas, como señal de unión de españoles europeos y españoles americanos a partir del día 21 al igual que el retrato de Fernando VII y de cintas rojas el día 25 , indicativas de que estaban resueltos a todo, es decir, al derramamiento de sangre y a la guerra si no se respetaban sus legítimas aspiraciones de constituir un gobierno propio.

Podemos citar como ejemplo que quedó constancia que el 21 de mayo amanecieron en la plaza Mayor “bastante porción de encapotados con cintas blancas al sombrero y casacas, en señal de unión entre americanos y europeos, y el retrato de nuestro amado monarca en el cintillo del sombrero, de que vestían a todo el que pasaba por allí. Comandábamos French, el del correo, y Beruti el de las cajas. Eran seiscientos hombres, bajo el título de legión infernal: en efecto todos estaban bien armados y era mozada de resolución”. En otro testimonio figura: “En el día 22 se vieron porción de patricios y otros con cintas blancas y el retrato de Fernando VII; y estos mismos al día siguiente aparecieron también con un ramo de oliva en el sombrero”. Un tercero afirma: “La mañana del lunes, French, Beruti (oficial de las Cajas) y un Arzac que no es nada, fueron a la Plaza como representantes del pueblo y repartieron retratos de Fernando VII y unas cintas blancas”.

Uno de los testimonios más importantes al respecto, es el del memorialista Juan Manuel Beruti, hermano de Antonio Luis, uno de los dos principales protagonistas del episodio: “para conocerse los partidarios se habían puesto una señal que era una cinta blanca que pendía de un ojal de la casaca, señal de la unión que reinaba y en el sombrero una escarapela encarnada y un ramo de olivo por penacho, que lo uno era paz y el otro sangre contra alguna oposición que hubiera, a favor del virrey”.

El antecedente directo del uso de estos colores en las jornadas de Mayo quizás deba buscarse en la bandera a franjas o listas blancas y encarnadas del cuerpo de los Voluntarios Patriotas de la Unión, llamado así porque estaba integrado tanto por peninsulares como por criollos. En efecto, tras esa insignia se alinearon las tropas que combatieron en Perdriel y en el Retiro durante las acciones de la Reconquista de 1806. Luego de realizada ésta, dicho cuerpo conducido por Felipe Sentenach quedó formalizado. Constituían un contingente de infantería de 450 plazas que en septiembre de ese año se agregaron al cuerpo de artillería, bajo el mando del catalán Gerardo Esteve Llach.

Este batallón usó casco negro, de escudo al frente y a la izquierda escarapela encarnada y penacho blanco y encarnado, ciñendo a la cintura faja de estos últimos colores. Los colores del penacho simbolizarían el nombre de Patriotas de la Unión de Buenos Aires: defensores del solar patrio en integridad con España. El rojo dominante simbolizaría a Castilla y a la monarquía y el blanco, la unión de esos valores. Se advierte que en su orden de distribución quedaría demostrada la idea de subordinación a la monarquía. Igual sentido de unión se observa en los colores de la faja para significar la fusión de los dos componentes, lograda tras un conato de desacuerdo de peninsulares y criollos.

Lo cierto fue que los distintivos rojos y blancos, como el retrato de Fernando VII, llevados por algunos de los reunidos en la plaza desaparecieron en seguida; mientras que las tonalidades blanca y celeste, que no estuvieron presentes en esos días según todo parece indicar, aparecerían muy pronto y estarían destinadas a arraigarse firme y rápidamente.

En un primer momento el color blanco se expandió rápidamente, como signo de unión entre criollos y peninsulares. Como ejemplo, un cabildo abierto reunido en Mendoza el 26 de junio de 1810 dispuso que la adhesión a la Junta de Buenos Aires “deberá manifestarse públicamente con un signo en el sombrero que le constituirá una cinta de color blanco”. Ese mismo día fue destituido el Comandante de Armas Faustino Ansay, reemplazándolo Isidoro Sáenz de la Maza, cuyos seguidores vestían todos las “escarapelas blancas”, las que “formaban un contraste bien chocante con las de Fernando VII” que llevaban los realistas.

Una circular reservada de la Primera Junta dirigida a los comandantes militares de San Pedro, San Nicolás y Rosario para que se mantuvieran atentos al desplazamiento de buques españoles en el Paraná, corrobora el uso del color blanco como divisa utilizada por los patriotas durante los primeros momentos del gobierno de la Primera Junta: “Reservado: La Junta ha dado destino a tres buques de guerra denominados 25 de Mayo, goleta Invencible y balandra Americana que deberán transitar por ese puerto y que serán conocidos por una bandera blanca que enarbolarán al enfrentar el puerto y lo previene a V. para que facilite caballos para tirarlos desde la costa por falta de viento”. Eran los Comandantes de esos buques Juan Bautista Azopardo, Hipólito Bouchard y Ubach.

Debe reconocerse el mérito de Juan Bautista Alberdi, quien fue el primero en mencionar cintas blancas como divisa de esas primeras jornadas en su obra teatral La Revolución de Mayo, ensayo publicado por primera vea en la Revista del Plata en 1839.

A pesar de las expectativas de los revolucionarios porteños de que la Junta Provisional Gubernativa fuera reconocida en todo el Virreinato como gobierno legítimo que sustituía al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, surgieron focos contrarrevolucionarios en distintos puntos del territorio. En Córdoba, la reacción fue encabezada por el ex virrey Santiago de Liniers, el “Héroe de la Reconquista”, junto con el Gobernador Intendente Gutiérrez de la Concha. Al mismo tiempo, la marina realista se retiró de Buenos Aires, nucleándose en el Apostadero Naval de Montevideo en torno de su Comandante Capitán Juan María Salazar, éste logró imponerse ante el Cabildo de esa ciudad para que desconociera la autoridad del gobierno de Buenos Aires y acatase la autoridad del Consejo de Regencia constituido en España. Igual actitud asumió la gobernación del Paraguay al mando de Bernardo de Velazco. Asimismo, también se rebelaron las cuatro intendencias altoperuanas, que fueron incorporadas por el Virrey Abascal a la jurisdicción del Virreinato del Perú. No olvidemos que el Virreinato del Río de la Plata, cuya capital era Buenos Aires, había sido creado en una fecha relativamente reciente (1776) generando una serie de rivalidades de las distintas ciudades hacia Buenos Aires.

En el seno de la Junta surgieron en ese momento dos posiciones, una más moderada o conservadora, representada por su presidente Cornelio Saavedra, y otra más radical en la figura de su secretario Mariano Moreno, decidido a encarar la guerra contra los focos contrarrevolucionarios.

Precisamente, en esos momentos encontramos los tres primeros testimonios de la aparición de los que luego serían los colores nacionales.

Ignacio Núñez en su obra Noticias Históricas menciona: “El Ejército marchó de Monte Castro cantando victoria entre las aclamaciones de un concurso extraordinario; y la escena de ese día no se ha reproducido ni se reproducirá en Buenos Aires: los soldados llevaban en sus sombreros la cucarda española amarilla y encarnada, y en las bocas de los fusiles cintas blancas y celestes”. Este episodio corresponde al 9 de julio de 1810. La Junta de Gobierno organizó una fuerza militar denominada Expedición Auxiliadora a las Provincias Interiores o Expedición al Alto Perú, al mando del coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, quien luego fue reemplazado por su segundo el teniente coronel Antonio González Balcarce, compuesta por unos 1.150 hombres. Su objetivo era remover los obstáculos que se opusieran a la libre manifestación de la voluntad de los pueblos para elegir a sus representantes al Congreso General que habría de reunirse en Buenos Aires. En primer lugar actuó contra el foco contrarrevolucionario que se gestó en Córdoba, para seguir su accionar contra las autoridades altoperuanas, que se oponían a la Revolución.

En el párrafo citado, Núñez hace referencia a la revista general y a la partida de las tropas realizada en el actual barrio de Floresta. En dicha ocasión estuvieron presentes todos los integrantes de la Junta. Dado el previsible enfrentamiento armado en que entrarían próximamente, se debió descartar el uso de la cinta blanca de la conciliación, reemplazándolas por las celestes y blancas distintivo de las tropas porteñas. Esta interpretación también está avalada por la proclama realizada a esas tropas por su comandante el 25 de julio desde el Cuartel General de la Esquina, incitándolas a luchar contra el “yugo feroz de un déspota” y otorgándoles como misión liberar a la ciudad de Córdoba para “enarbolar en ella el pabellón augusto de nuestro amado soberano Fernando VII” cuyo nombre era usado por los adversarios para encubrir su deseo de poder y para entregar a los hombres de Buenos Aires “como esclavos a una dominación aborrecible”.

El segundo testimonio es el del coronel de caballería Faustino Ansay en la Relación de los acontecimientos que le ocurrieron en su traslado de Mendoza a Buenos Aires. Narra que habiendo parado en la casa del comandante Francisco Reguera se había enterado del fusilamiento de Liniers y sus seguidores el 26 de agosto. Por temor de correr la misma suerte por su adhesión a Cisneros se dirigió hacia Areco, donde fue bien recibido por un antiguo subordinado del cuerpo de blandengues, a quien le expresa su necesidad de enviar comunicaciones a amigos suyos residentes en Buenos Aires, dejando constancia el 30 de agosto de 1810: “En este fortín me tocó la suerte de alojarme en casa de Francisco Rodríguez y su mujer me proporcionó un hermano suyo que pagándole me llevaría unas cartas y las recomendaciones a la capital, como que estaba alistado y llevaba escarapela azul y blanca, distintivo de la patria”.

Finalmente debemos destacar el contenido de un oficio enviado por José de Moldes a la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Moldes había arribado procedente de la península a Buenos Aires en enero de 1809, donde Terrada lo condujo a una quinta situada en las afueras de la ciudad, en la que se reunió con varios americanos que hablaban de independencia. De esta manera continuaba sus trabajos conspirativos comenzados en las juntas secretas de americanos existentes en España.

Luego de la Revolución, fue designado teniente gobernador de Mendoza. El 31 de diciembre de 1810 le comunica a las autoridades porteñas que había armado dos Compañías de Alabarderos: “A estas dos compañías he puesto escarapela nacional, que he formado con alusión al sur, celeste, y las puntas blancas por las manchas que tiene este celaje que ya vemos despejado: el modelo irá en la primera ocasión”. Menciona que había adoptado para distinguir las graduaciones de los oficiales un sol, las describía y aclaraba que ellas “olvidan el uso de nuestros tiranos y tiene alusión con lo más sagrado que adoraron nuestros abuelos” (en alusión al Inti incaico). Para finalizar con el siguiente párrafo: “La reunión de las provincias parece que da margen para considerar llegado el tiempo del uso de una cucarda nacional y de una graduación propia de ella, más cuando la tienen todas las naciones y que es precisa para que nuestros paisanos levanten la cabeza que aún llevan baja. Desearía fuese de la reprobación de V.E. y en el ínterin viene la orden de V.E. la tengo colocada en mi sombrero”.

A fines de 1810 se vive una situación conflictiva en el gobierno de las Provincias Unidas. El 18 de diciembre de 1810 se debía realizar la incorporación de los diputados del interior liderados por el deán Gregorio Funes a la Junta Provisional Gubernativa, estrategia del grupo saavedrista para terminar con el predominio político del grupo que seguía a Mariano Moreno. Moreno renunció a dicho cargo en señal de protesta, aceptando su envío en misión diplomática a Londres. Sus seguidores comenzaron a conspirar para recuperar la dirección del poder revolucionario. Contaban con el apoyo de los elementos jóvenes y más radicalizados de la sociedad porteña y con el regimiento América o Estrella, creado en junio de 1810 y comandado por French y Beruti, como coronel y teniente coronel respectivamente. Entre sus filas participaban los integrantes de la Legión Infernal, grupo que había actuado de manera decidida en las jornadas de Mayo. En plena conspiración contra los saavedristas, los descontentos del Regimiento de Infantería Nº 5, se distinguieron de sus adversarios por el uso de una escarapela celeste y blanca. En efecto, en un expediente que se encuentra en el Archivo General de la Nación, consta en el acta de declaración testimonial prestada por el ayudante mayor Martín Rivero que: “las noches de 17, 18 y 19 de enero del presente año estuvo la tropa sobre las armas” y “que en una de esas tres noches observó muchos corrillos” entre algunos capitanes, ayudantes y subtenientes “formando juntas privadas y que se saludaban comúnmente apellidándose ciudadanos”, que “dijeron muchas palabras denigrativas” contra los diputados provinciales, agregando que “también formaron junta en el café de Marcos, French y Beruti con la mayor parte de los oficiales y algunos paisanos, según le han informado y que habiendo salido del café se regresaron al cuartel habiendo salido al día siguiente las escarapelas fondo celeste”. Por otra parte, el teniente Juan Carlos Pró declaró que “desde la noche víspera del día en que se iba a embarcar el secretario Moreno observó que el coronel, teniente coronel y varios oficiales…se reunieron en el cuartel y entraron en conversación secreta […] que le parecía trataban de escapar al secretario Moreno por el partido que tenía entre ellos y mucho que lo elogiaban llamándole el único sabio y mejor ciudadano”. Menciona que “en el mes de febrero del presente año en la noche del día en que se descubrieron unas escarapelas (cuya significación era la libertad) ordenó French que todos los oficiales hiciesen mencionar sus compañías mientras él se dirigía al Fuerte, diciéndoles que “si tardaba mucho saliese todo el regimiento a formar en la plaza”, pero que “habiendo el coronel regresado grave, no efectuaron la salida”. “Que también sabe por notoriedad la desenvoltura con que ha improperado alguna parte del gobierno como fue contra el señor presidente, el señor deán Funes, doctor don Simón de Cossio y contra los señores diputados don Manuel Felipe Molina y don Manuel Ignacio Molina”.

Es decir que, desde mediados de enero, la oficialidad morenista se encontraba en plena conspiración contra la Junta Grande y usaba la cinta celeste y blanca como manifestación de su inquina frente al grupo saavedrista. Pronto el distintivo se extendió más allá del ámbito castrense.

Ignacio Núñez, activo morenista, atestigua que a principios de marzo. “Se anunció de palabra en el pueblo que iba a formarse una Sociedad Patriótica, designándose el día, el lugar y el uso de una escarapela de cinta blanca y celeste”. Saavedra se enteró “en forma de denuncia, esto es, que se hacían invitaciones para una reunión armada por medio de gentes que se distinguían con una escarapela blanca y celeste”. El gobierno ordenó detener “sin distinción alguna a los que se encontrasen con la divisa blanca y celeste y a los que pareciesen sospechosos”. La Junta se constituyó en tribunal para juzgar a los rebeldes. El propio Núñez se encontraba entre los detenidos y en su narración menciona que esa noche en la galería de la Fortaleza había más de 80 jóvenes de menos de veinticinco años. Varios de ellos se presentaban luciendo el distintivo que era el aparente motivo de su arresto. A eso de la una fueron pasando a prestar declaración uno por uno. Entre las preguntas que formuló Hipólito Vieytes en el interrogatorio figuraba la de “¿qué sabe usted de una escarapela blanca y celeste?”, siendo la respuesta: “todo se reduce al uso de una divisa diferente de la que cargan los españoles para combatir la revolución”. Núñez continúa su relato manifestando que habiéndose tomado declaración a más de una docena llegó a Azcuénaga, que cotejó los nombres de su lista con la de los confinados y los declaró en libertad con la única recomendación de guardar el orden. Al día siguiente hubo una reunión muy concurrida en el café de Marco, contándose alrededor de 300 personas y así continuó por varios días con la tolerancia de Saavedra, quien no encontró motivos para que el proceso continuara.

Tales fueron los antecedentes de la creación de la Sociedad Patriótica, el 21 de marzo de 1811, que tenía por fin reanimar el espíritu revolucionario (siguiendo los postulados de Moreno) y cuyos miembros se distinguieron con cintillos celestes y blancos, que llevaban prendidos en el sombrero o en el ojal de la solapa, al igual que los integrantes de los regimientos América y Granaderos de Fernando VII, cuyos comandantes, los coroneles Domingo French y Juan Florencio Terrada, fueron miembros de esta nueva institución.

La revolución del 5 y 6 de abril de 1811 apoyó al grupo saavedrista y reprimió a la Sociedad Patriótica, persiguiendo a sus dirigentes. Una investigación realizada permitió saber que en febrero se descubrieron unas escarapelas de fondo celeste cuya significación “era la libertad”.  Al imponerse nuevamente el grupo morenista, volvieron a la escena política French y Beruti, quienes asumieron el mando del Regimiento América. Es posible que impusieran este distintivo a la referida unidad militar, que luego se habría de generalizar en el ejército en febrero de 1812 como escarapela nacional.

+CREACIÓN DE LA ESCARAPELA NACIONAL

Si hemos de referirnos a la escarapela y a la bandera nacional debemos confluir en su creador insigne. A su vuelta de la misión diplomática en el Paraguay localizamos a Manuel Belgrano en Buenos Aires.

La realidad no era de lo más auspiciosa merced a los sucesos desatados en las provincias del ex Virreinato rioplatense, el alzamiento del Paraguay y Montevideo contra Buenos Aires, el difuso éxito del ejército del Alto Perú y las complicaciones aparecidas en el escenario internacional, tanto en el plano continental como europeo.

El 13 de noviembre le es conferido el empleo de Coronel de los dos regimientos (números 1 y 2 de Patricios) que estuvieron a las órdenes de Saavedra, y que ahora refundidos en una sola unidad llevan el número 1. El coronel Belgrano debió alistar al Regimiento (redenominado número 5) presurosamente para que como fuerza expedicionaria abortara el proyecto realista de incursión por el río Paraná.

Otra vez debía afrontar Belgrano una campaña ardua con un cuerpo que no estaba a la altura de las circunstancias. Sin embargo, como siempre pensaba en su patria, no rehusó el deber y luego de ser postergada su marcha por atrasos en el aprovisionamiento, emprendió camino a Rosario el 24 de enero de 1812.

Durante ese arduo trayecto Belgrano encontró tiempo y voluntad para escribir un Diario de Marcha, redactado día por día, por quince jornadas consecutivas, del 24 de enero al 7 de febrero de 1812, en los campamentos donde hacía alto la expedición.

“¡Veinte días más de labor, y el indescifrable enigma de la primera bandera patria, de sus colores, de su formato, y de su ulterior destino, no quitaría ya el sueño a los historiadores!”.

En dicho documento conocido como Diario de Marcha del Coronel Belgrano a Rosario  salta a la luz que sus preocupaciones estaban centradas en dos asuntos:

conocer el estado de las Baterías en construcción y acelerar fundamentalmente, pues era su misión, dichos trabajos;

prepararse para una eventual resistencia en caso de un ataque o desembarco enemigo (de los realistas que atacaban desde la Banda Oriental) que quisiera destruir la Batería del Rosario y tomar el punto de la Bajada.

El 13 de febrero de 1812, desde Rosario, envió al Triunvirato la nota siguiente:

“Excelentísimo Señor: Parece que es llegado el caso de que V.E. se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio, y como por otra parte observo que hay cuerpos del ejército que la llevan diferente, de modo que casi es una señal de división que, si es posible, debe alejarse, como V.E. sabe, me tomo la libertad de exigir de V.E. la declaración que antes expuse. Dios guarde a V.E. muchos años. Rosario, 13 de febrero de 1812”.

Es posible que existiera un acuerdo previo entre Belgrano y Rivadavia, dado que la nota es escrita a sólo tres días de la llegada de Belgrano a Rosario y se refiere a observaciones hechas en Buenos Aires, sin que falte ese “como V.E. sabe” que indicaría un tratamiento anterior del asunto. Este acuerdo previo comprendería a los colores de la escarapela.

Esto lo prueba el oficio de Belgrano dirigido al gobierno del 18 de julio de 1812, donde el creador de la bandera manifestaba:

“V.E. mismo sabe que sin embargo de que había en el Ejército de la Patria Cuerpos que llevaban la escarapela celeste y blanca, jamás la permití en el que me puso a mandar, hasta que viendo las consecuencias de una diversidad tan grande; exigí de V.E. la declaración respectiva”.

Con respecto a los cuerpos que usaban la escarapela celeste y blanca con seguridad se refiere al Estrella o América, cuyo jefe era French y su segundo era Beruti y estaba integrado por los morenistas de la legión infernal. Esos colores se introdujeron a fines de 1810 o comienzos de 1811, como señaláramos anteriormente.

Retomando el hilo de nuestra exposición, el Triunvirato trató la nota de Belgrano en su reunión del 18 de febrero y en esa fecha expidió la respuesta, firmada por Feliciano Antonio Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan José Paso y Bernardino Rivadavia; dándole plena satisfacción:

“En acuerdo de hoy se ha resuelto que desde esta fecha en adelante, se haya, reconozca y use, la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, declarándose por tal la de los colores blanco y azul celeste y quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían”.

Esta resolución es la primera adopción del blanco y el azul celeste como colores nacionales. Fue comunicada a las autoridades de todas las provincias y, en forma personal, a los tres jefes al mando de fuerzas importantes: Belgrano, Artigas y Pueyrredón. Artigas quedó ligado a esos colores que jamás desaparecerían de sus distintas banderas.

De las respuestas podemos señalar que Azcuénaga, al mando de las fuerzas acantonadas en Buenos Aires, se limita a un simple acuse de recibo. La de Belgrano, datada en Rosario el 23 de febrero, es la segunda en llegar:

“Se ha puesto en ejecución la orden de V.E. fecha del 18 del corriente para el uso de la escarapela nacional que se ha servido señalar, cuya determinación ha sido del mayor regocijo y excitado los deseos de los verdaderos hijos de la Patria de otras declaraciones de V.E. que acaben de confirmar a nuestros enemigos en la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de la América”.

Belgrano demuestra su sentimiento claramente independentista y americanista, que va más allá de la política seguida por el Primer Triunvirato.

Pueyrredón, jefe del Ejército del Norte, expresa su disconformidad:

“Se hará notorio en el ejército de mi mando la superior orden de V.E. del 18 del mes anterior para que en adelante se use por la tropa de la Patria la escarapela nacional. Si le fuera permitido a mi experiencia representaría con ella la impresión que producen tan nimias innovaciones a unos pueblos que aún no se hallan en estado de gustar de los síntomas de la independencia y se resienten de cualquier inoportuna alteración que conciben en la jurada representación de Fernando VII, mucho más en circunstancias tan críticas de retrogrado y debilidad. Pero V.E. está más al alcance de lo que conviene desplegar, variar y promulgar sin producir por ahora los acuerdos y refrenar los discursos públicos al sumo eminente objeto de la seguridad de la Patria y sin desmentir los principios de nuestra instalación con perjuicio de la opinión y crédito que influyen en los programas del sistema”.

Distinta fue la actitud del gobernador intendente de Córdoba, Santiago Carrera, quien comunicó el decreto por bando, con prohibición de usar “otra escarapela que la expresada” bajo pena de castigo severo.

El uso de la escarapela celeste y blanca se expandió rápidamente en las distintas regiones que obedecían al gobierno del Triunvirato. A modo de ejemplo, en la Banda Oriental fue adoptada por las fuerzas artiguistas. Artigas comunicó al gobierno que de acuerdo a lo dispuesto el 18 de febrero había quedado abolida la escarapela encarnada en las fuerzas de su mando y solicitó se le enviaran escarapelas blancas y azules, dado que no disponía de tela para confeccionarlas. Por lo cual, se ordenó al comisario general de guerra que dispusiera para ese fin “tres mil escarapelas sencillas”. En tanto, hacia mediados de noviembre en Buenos Aires, los oficiales del Cuerpo de Dragones Auxiliares de Penco, recibían del gobierno chileno la escarapela tricolor “blanca, celeste y amarilla”. Esta escarapela creada por José Miguel Carrera fue conocida como la escarapela de la “Patria Vieja”.

Por decreto del 22 de febrero de 1815, se ordenó que todos los ciudadanos americanos y españoles europeos con carta de ciudadanía debían usar la escarapela. El Independiente del 28 de febrero de 1815 indicaba lo oportuno de esta medida, pues de lo contrario se corría el riesgo de que sucediera lo que pasó al rendirse Montevideo, en donde los españoles tuvieron el descaro de usar la escarapela con los colores patrios.

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