La Bandera Argentina inspiradora de sus pares Centroamericanas


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Transcurrido un año de la declaración de nuestra Independencia, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, otorgó patente de Corsario al veterano de los ejércitos de San Martín, Hipólito Bouchard, marino de origen francés. Bouchard recibe autorización para usar en combate (circunstancia que se produjo en reiteradas y triunfantes ocasiones) “el pabellón de las Provincias Unidas, a saber: blanco en su centro y celeste en sus extremos al largo”. Bouchard y los corsarios fueron autorizados por los gobiernos del Río de la Plata para hostigar a las fuerzas navales españolas y a su comercio.

Las instrucciones a Hipólito Bouchard fueron impartidas el 25 de junio de 1817, y la fragata La Argentina (que había sido de la armada española con el nombre de Consecuencia, y capturada en combate con participación del propio Bouchard) fue rebautizada y armada en corso por el doctor Vicente Anastasio Echevarría, partiendo de la Ensenada de Barragán el 9 de julio del mismo año, con dirección al Norte. Colocada bajo el mando de Bouchard, La Argentina llevó el grito de independencia no sólo a Sonsonate, el Realejo, Trujillo y Omoa, donde los hermanos centroamericanos vieron tremolar la enseña de Belgrano en los mástiles de los navíos argentinos combatiendo con los españoles, sino que fue el primer barco de nuestro país en circunnavegar el globo, consiguiendo combatir en Madagascar, Java, Filipinas, Hawai, Alta y Baja California y Monterrey.

A guisa de ejemplo, se ve como Joaquín Arechavala comunica al Gobernador de Costa Rica, Juan de Dios Ayala el ataque de Bouchard al puerto nicaragüense de El Realejo:

“El 1º del corriente se presentaron a la vista del realexo dos buques que se creían fuera nacionales, por cuyo motivo salió el práctico en un bote a meterlos adentro del Puerto, y se encontró con una lancha armada haciéndole fuego graneado, de manera que no tuvo más tiempo que refugiarse al costado de un bergantín que acaba de anclar procedente de Lima: y habiéndose declarado (Declarado) ser una fragata y un bergantín insurgentes la 1º con 44 cañones y el 2º con 20 y como con 600 hombres de tripulación en ambos sorprendieron estos en la noche del mismo día a las goletas Sofía y Loreto y los bergantines San Antonio y Lugre San José (A) Neptuno. El 2 al amanecer fueron apresados los indicados cuatro buques españoles que estaban fondeados y tuvieron la villanía de entregar a las llamas el 2º y 3º.

Como esta clase de noticias son interesantes y no deben despreciarse, he dispuesto mandar a esa un extraordinario comunicándole a Vuestra Señoría este acaecimiento, pues lo que pueda importar no sea que estos enemigos recalen en algún Puerto de la Provincia de su mando.

Se sabe con certeza que el rumbo que determinan hacer los supradichos dos buques con las presas es para Panamá directamente, por cuyo motivo dirijo a ese señor administrador de correos don Manuel García Escalante un pliego para que de acuerdo con Vuestra Señoría disponga de remitirlo al señor Capitán General de aquella ciudad a efecto de que tome las providencias y precauciones que juzgue oportunas, con respecto a que las circunstancias del día son de la mayor consideración; y espero de la justificación de Vuestra Señoría que sin pérdida de tiempo se sirva mandar encaminar el expresado pliego, pues retardándose acaso habrá la casualidad de que sea sorprendido aquel interesante punto.

Dios Guarde a Vuestra Señoría muchos años, León 4º de abril de 1819

(F) Joaquín Arrechavala”.

Las incursiones de las naves corsarias argentinas por las aguas del Caribe, golfo de México y el Atlántico inspiraron a los patriotas centroamericanos al crear sus propias enseñas. Cual si pretendieran emular el arrojo y la heroica bravura de esos marinos de una nación asombrosamente joven pero que no sólo se atrevían a combatir a los antiguos amos españoles en su propia tierra sino que también se hacían a la mar para ayudar a otros pueblos hispanos todavía dependientes, revelar su ejemplo de libertad y predicar la unión de la América toda.

En efecto, el 20 de febrero de 1822 el prócer salvadoreño Manuel José Arce, crea y enarbola por primera vez la bandera salvadoreña, inspirada expresamente en la de los próceres argentinos San Martín y Belgrano. Corrobora el aserto el historiador salvadoreño Francisco Espinoza: “Recordó Arce los colores de los próceres argentinos San Martín y Belgrano, y comunicó la idea a su esposa Doña Felipa Aranzamendi, y a su hermana Antonia Manuela. Ambas mujeres confeccionaron con seda blanca y celeste la bandera de la Provincia del Salvador”. Alfredo Vargas Fernández, ex canciller costarricense sostuvo en el mismo tenor que “en la bandera de Belgrano se inspiraron los patriotas centroamericanos al crear sus pabellones”.

En el año siguiente, más precisamente el 21 de agosto de 1823, la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América (Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador) decreta que la bandera de dicha unión será: “de tres fajas horizontales, azules la superior e inferior, y blanca la del centro”.

El origen y fundamento de este decreto de nuestros hermanos centroamericanos, hoy costarricenses, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses y hondureños, se encuentra en uno de los capítulos más nobles y heroicos de la historia de la nación Argentina.

En definitiva, las cinco naciones que formaban la Unión Centroamericana, una vez disueltas, derivaron sus banderas y blancas (con las diferencias de tonalidad del azul necesarias para distinguirse) de la de la Unión, que a su vez se basaba en la protobandera de Arce.

El celebérrimo poeta Rubén Darío elevó esta pieza en homenaje a Bouchard y sus marinos:

Canto a la Argentina”.

Cantaré del primer navío

que velivolante saliera

desde las aguas del río

de la Plata con la bandera

bicolor al mástil gallardo.

Recordad al nauta que vino

de Saint Tropez, a Buchardo,

el capitán franco-argentino,

hábil sobre las marejadas,

bajo las tormentas ufano;

a todos sus camaradas

que fueron por el océano,

denodados predecesores

de los que hoy en acorazadas

naves portan, a sol y bruma,

los dos simbólicos colores

flamantes sobre la espuma.

Bien vayan torres y palacios

erizados de cañones,

suprimiendo tiempo y espacio,

a visitar a las naciones;

pero no por guerra voraz

productora de luto y llanto,

más diciendo como en el canto

del italiano: Paz! Paz! Paz!

Heroica nación bendecida,

ármate para defenderte;

sé centinela de la Vida

y no ayudante de la Muerte.

Que tus máquinas de hierro

y que las bruñidas bocas

cruentas no alegren al perro

negro avernal. Que tu lanza,

cual la libertad que invocas,

garantía a tu pueblo sea;

que el casco abrigue la idea,

sabiduría y esperanza

como el de Palas y Atenea.

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