Belgrano, estando en Córdoba, antes de abandonar el Ejército de manera definitiva, debido a su grave enfermedad que lo llevaría en breve tiempo a la muerte, dio el 10 de septiembre de 1819 la siguiente orden del día: “Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la muerte me sería menos dolorosa, auxiliado de vosotros, recibiendo los últimos adioses de la amistad. Pero es preciso vencer a los males, y volver a vencer con vosotros a los enemigos de la patria que por todas partes nos amenazan. Voy, pues, a reconocer el camino que habéis de llevar para que os sean menos penosas vuestras fatigas, en nuevas marchas que tenéis que hacer. Nada me queda que deciros, sino que sigáis conservando el justo renombre que merecéis por vuestras virtudes, cierto de que con ellas daréis glorias a la Nación, y correspondéis al amor que os profesa tiernamente vuestro general”.(1)
El 11 de septiembre, Belgrano entregaba el mando al mayor general Francisco Fernández Cruz, y abandonaba el ejército. Al pasar por las afueras de Córdoba, en marcha hacia Tucumán, el gobernador Castro, salió con los jefes de la guarnición a saludarlo y despedirlo. En el momento en que los veinticinco hombres que venían sirviéndole de escolta se iban a retirar, se bajaron de sus caballos y exclamaron sollozando “Adiós nuestro general: Dios vuelva a V. E. la salud y le veamos cuanto antes en el ejército”(2). Belgrano se sintió conmovido frente a un acto tan espontáneo de sus fieles soldados. Según palabras de Mitre: “Esta fue la última ovación que el vencedor de Tucumán y Salta recibió en vida” (3)
- Bartolomé Mitre, Historia de Beltgrano y de la Independencia Argentina. Buenos Aires, 1887, 4ª. Edición, III, pp. 244-246. Citado por Mario Belgrano,Belgrano; Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, 1996, 2ª. Edición, p. 358.
- Mario Belgrano, op. cit., p. 358.
- Bartolomé Mitre, op. cit., pp. 246-247. Citado por Mario Belgrano, op. cit., p. 358.