El Militar

Batallas de Vilcapugio y Ayohuma

+VILCAPUGIO

Después de la batalla de Salta, la reorganización del ejército, la reparación del material y la incorporación de nuevos reclutas para cubrir las bajas producidas demoraron a Belgrano en Salta casi dos meses. Concluidos los preparativos, avanzó hasta Jujuy, en dirección a Potosí, que fue ocupada en los primeros días de mayo. Al entrar a la ciudad, las calles estaban adornadas con arcos triunfales y una muchedumbre aclamó a los soldados del ejército patriota.

Potosí fue una de las ciudades del Alto Perú menos accesible al espíritu de la revolución. Era un centro minero de gran importancia y asiento de un Banco de Rescates o Casa de Moneda, prevalecía en ella una aristocracia de terratenientes, explotadores del mineral de plata, y de funcionarios reales, veedores, ensayadores y demás categorías del rubro bancario y minero, ligada a los intereses metropolitanos.

Con la llegada del ejército patriota se había producido un cambio de opinión, debido a múltiples causas: difusión de las ideas separatistas que eran apoyadas por esa aristocracia, el odio que inspiraban los chapetones, impotencia probable de España para recobrar su imperio colonial, política de capitulación y también debido al temor que inspiraban los soldados del ejército patriota.
Belgrano se esforzó en borrar la pésima impresión que había causado el ejército patriota cuando había entrado en el Alto Perú al mando de Castelli en 1810, por los excesos cometidos en esa oportunidad. Para ello controló con mano firme la disciplina militar. Un bando militar que se publicó en el ejército disponía en uno de sus artículos: “Se respetarán los usos, costumbres y aun preocupaciones de los pueblos; el que se burlares de ellos, con acciones, palabras y aun con gestos será pasado por las armas”. (1) Antes de llegar el general Belgrano, el bando y sus efectos le precedían, para lograr el apoyo de la población al ejército patriota.
Se preocupó también de remontar sus efectivos; y por ello le ordenó al coronel Zelaya que fuera a Cochabamba, con orden de formar allí un nuevo regimiento de caballería.

Entretanto el general Pezuela, que había reemplazado a Goyeneche, reorganizaba en Oruro el ejército realista y reforzaba su armamento con 10 piezas de artillería que le remitió el virrey del Perú. El 7 de agosto se hallaba en Ancacato, 23 leguas al norte de Potosí, con una fuerza de 4.000 hombres y 18 piezas de artillería.

Belgrano contaba con el apoyo de la población indígena, que acababa de asegurarse en una entrevista con el cacique Cambay. El plan de Belgrano consistía en atacar al ejército realista: por el frente, con el grueso de su ejército; y por el flanco izquierdo, con un cuerpo de caballería, organizado en Cochabamba por el coronel Zelaya; mientras el caudillo Baltasar Cárdenas promovía una vasta insurrección de las indiadas a su retaguardia.

El 5 de septiembre partió de Potosí al frente de su ejército, con un efectivo de 3.500 hombres y 14 piezas de artillería. El enemigo permanecía concentrado en Condo, cuatro leguas al oeste. Belgrano proseguía su marcha en dirección al lugar denominado Lagunillas. El 27 todo el ejército se hallaba en la pampa de Vilcapugio.

El destacamento de observación puesto por Pezuela en Pequereque, bajo las órdenes del coronel Castro, para vigilar el camino de Oruro, chocó de pronto con la indiada de Cárdenas, que fue fácilmente dispersada. Cayeron en poder de Castro los papeles del vencido y, con ellos, varias cartas de Belgrano en que se detallaba el plan. (l)

Advertido así Pezuela del peligro en que se hallaba, tomó una resolución audaz, anticipándose al movimiento del enemigo y, dirigiéndose a su encuentro, lo atacó en Vilcapugio el 1 de octubre de 1813. El centro y la izquierda de la línea realista fueron destrozados, pero la derecha resistió bravamente bajo las órdenes de los coroneles Picoaga y Olañeta.

Dispuso entonces el mayor general del ejército patriota que el regimiento primero de Patricios que, bajo las órdenes del coronel Perdriel, se hallaba de reserva, corriese en auxilio del ala izquierda y atacase a la bayoneta. La falta de resolución de ese jefe malogró la maniobra; y el regimiento primero de Patricios, envuelto en la dispersión, cedió al pánico, desbandándose.

A las once y media de la mañana Pezuela consideraba perdida la batalla. Sin embargo la casualidad le depararía la victoria. Si bien él no tenía un plan de operaciones y Belgrano tenía un plan concertado e inteligentemente puesto en obra, las heroicas muertes del coronel Álvarez, del mayor Beldón y del capitán Villegas, dejaron su izquierda sin jefes de autoridad en el momento crítico del combate.

Ante la dispersión inevitable de su ejército, Belgrano evidenció su arrojo y serenidad. Desmontó en uno de los cerros situados a retaguardia, en el campo de batalla; tomó en sus manos una bandera, reunió una parte de los dispersos y comenzó a tocar llamada. A los pocos momentos contaba en derredor suyo 200 hombres y una pieza de artillería.

Belgrano se mantuvo en esa eminencia por espacio de tres horas, en la esperanza de que un refuerzo del ala derecha ya dispersa, o quizás el arribo del coronel Zelaya con la caballería de Cochabamba, le permitiesen restablecer el combate. El enemigo, dos veces rechazado en sus asaltos, se hallaba al pie de la cuesta ya prudente distancia, sin atreverse a atacarlos nuevamente. Esperaba refuerzos para intentar el desalojo de aquel reducido grupo de vencidos.

A las dos de la tarde, rodeado de 500 hombres y convencido de la inutilidad de la espera, Belgrano dispuso que el mayor general Díaz Vélez se dirigiese a Potosí, para reunir allí los dispersos que iban en esa dirección; mientras él se dirigía a Cochabamba, buscando la incorporación de Zelaya. Era su propósito amenazar la retaguardia del enemigo. Arengó con estas palabras a sus soldados en el momento de ponerse en marcha:

“Soldados: Con que al fin hemos perdido después de haber peleado tanto?, la victoria nos ha engañado para pasar a otras manos, pero en las nuestras aún flamea la bandera de la Patria”.

Plano de la Batalla de Vilcapugio

Plano de la Batalla de Vilcapugio

  1. Luis Roque Gondra, Vilcapugio y Ayohuma En: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Manuel Belgrano, Los ideales de la Patria. Buenos Aires, Manrique Zago Ediciones, 1995, p. 75.
  2. Mario Belgrano, Historia de Belgrano. 2da. Edición. Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, 1996,p. 249.Véase también: INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, General Belgrano. Apuntes biográficos. 2da. Edición Buenos Aires, 1995, p.80.

+AYOHUMA

Después de la derrota de Vilcapugio, Belgrano debió reorganizar su ejército. El 5 de octubre se hallaba en Macha, a tres leguas de los ingenios de Ayohuma; y allí tomó todas las medidas necesarias para reorganizar su ejército y afrontar nuevamente la suerte de las armas. A principios de noviembre, Belgrano, situado en Ayohuma, contaba de nuevo con 3.000 hombres y 8 piezas de artillería, en regular estado de organización. Había tenido que remontar sus efectivos con reclutas del país, por lo cual debía combatir a todo trance, pues se hallaba persuadido de que una retirada, en su situación, lo exponía a los riesgos de una deserción considerable y, en consecuencia, a la desbandada total de sus tropas.

El ejército realista, en cambio, se movía desde Ancacato, con 3.500 hombres estimulados por la victoria y 18 piezas de artillería.
Poco antes de la batalla, Belgrano reunió a los jefes de su ejército en junta de guerra. En ella se opuso a todo proyecto de retirada y a otros planes poco prudentes y tomó sobre sí la responsabilidad de la acción. Pero al ponerla en práctica, no mostró el arresto de otras veces. No tenía confianza en la moral de las tropas; ni ya era el hombre de Tucumán que, al advertir una falsa maniobra del enemigo, se precipitó sobre él, sable en mano. Guareció su ejército detrás de un barranco, frente a la pampa de Ayohuma, en que pensaba debía desarrollarse la acción, con la esperanza de envolver mediante su fuerte caballería el flanco izquierdo del ejército enemigo. “El plan de Belgrano – dice Mitre- era esperar el ataque en sus posiciones: dejar que el enemigo se comprometiese en la llanura, hasta que estrechado a su izquierda por el barranco que quedaba a la derecha de los patriotas, se viera en la necesidad de ganar terreno en dirección opuesta, y entonces lanzar sobre su izquierda los lanceros de Zelaya, envolviéndola y tomando a su espalda, al mismo tiempo que la infantería cargase a la bayoneta sobre el resto de la línea”. Para que dieran resultado estas disposiciones, era preciso que el ataque del enemigo se pronunciase de frente, como lo esperaba el general. Prestábase a críticas la colocación de la caballería, que hubiera tenido que concretarse a la izquierda, por tener un terreno propicio para sus operaciones, y no ser necesaria su presencia a la derecha, que estaba asegurada”(1)

Una hábil maniobra de Pezuela, que se corrió sobre la izquierda, apareciendo por sorpresa sobre el ala derecha de Belgrano, obligó a Belgrano a modificar bruscamente su formación, cambiando de frente. Pero al no introducir variantes en su plan de lucha, éste se inutilizó. Fueron desechas las dos alas patriotas y quedaron sin apoyo las columnas del centro. Bajo un intenso fuego de la artillería realista se produjo la dispersión de las fuerzas patriotas, perdiéndose fatalmente la batalla. La resistencia fue heroica y el triunfo resultó caro en vidas para el vencedor.

Según el parte de Pezuela, los soldados de Belgrano resistieron “como si hubieran criado raíces en el lugar que ocupaban”. (2) Las pérdidas fueron enormes para el ejército patriota. Los comandantes Cano y Superí, de Cazadores y de Pardos y Morenos respectivamente, quedaron muertos en el campo de batalla. Belgrano debió dejar en poder del enemigo cerca de l.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Al iniciar el movimiento de repliegue con aproximadamente l.000 hombres, Belgrano le encargó a Zelaya la dura tarea de protegerlo con 80 dragones. Al día siguiente de la batalla, Belgrano se hallaba en la quebrada de Tinguipaya, donde terminó la reorganización de sus tropas. Según el testimonio del general Paz, que acompañaba a Belgrano, la disciplina más severa se observó en todas las marchas. En esas críticas circunstancias Belgrano ordenó rezar el Rosario, a pesar de la cercanía del enemigo. La religión presente en los momentos de triunfo, les daba fortaleza a Belgrano y a su ejército en la derrota.

Lamentablemente esta derrota tuvo graves consecuencias militares y políticas; se perdieron las provincias altoperuanas en manos de los realistas y la Revolución quedó nuevamente seriamente amenazada desde el norte, por donde los realistas podían avanzar sin obstáculo.

Plano de la Batalla de Ayohuma

Plano de la Batalla de Ayohuma

  1. Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Buenos Aires, 1887, 4ª. Edición, II, pp. 247-248. Citado por Mario Belgrano, Historia de Belgrano. 2da. edición. Buenos Aires, Instituto Nacional Belgraniano, 1996,pp.262-263.
  2. Véase: Instituto Nacional Belgraniano, General Belgrano. Apuntes biográficos.2da. edición. Buenos Aires, 1995 y Luis Roque Gondra, Vilcapugio y Ayohuma. En: Instituto Nacional Belgraniano, Manuel Belgrano. Los ideales de la Patria. Buenos Aires, 1995, pp. 74-76.

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