Belgrano y...

La educación

Manuel Belgrano ha sido uno de nuestros próceres que más se ha ocupado por fomentar la educación. Se destaca su labor como secretario del Consulado, a partir de 1794 hasta los sucesos revolucionarios de 1810. Se preocupa por fomentar la agricultura, la industria y el comercio, tendiendo al desarrollo económico, sin descuidar el aspecto social. Para lograr un bienestar, no sólo material sino también a nivel humano, es necesario fomentar la educación, en los diferentes niveles.

En la primera Memoria de mediados de 1796, propicia la creación de una Escuela Práctica de Agricultores y otra de Comercio.

Su profundo idealismo, hace que se sensibilice frente a la situación de los habitantes de la campaña:

“…Esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas, que llegan a la edad de la pubertad, sin haberse ejercitado en otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas, a donde puedan los infelices mandar sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción; allí se les podrán dictar buenas máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria”.

Belgrano propone que los niños aprendan las primeras letras, conocimientos matemáticos básicos junto con el catecismo, para luego ser admitidos por los Maestros menestrales, quienes les enseñarían su oficio, teniendo éstos la obligación de mandarlos a la Escuela de dibujo.

El cuidado de las escuelas gratuitas debía confiarse “a aquellos hombres y mujeres que, por oposición, hubiesen mostrado su habilidad y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible”. El Consulado debía velar sobre “las operaciones de maestros y maestras”, comisionando a tal efecto a dos consiliarios.

Otro punto de importancia era el de la distribución de los establecimientos. Belgrano manifestaba lo siguiente; “Estas escuelas debían ponerse con distinción de barrios, y debían promoverse en todas las ciudades, villas y lugares que están sujetas a nuestra jurisdicción, comisionando para ello a los diputados, y pidiendo auxilio al excelentísimo señor virrey, a fin de que comunicase sus órdenes para que todos los gobernadores y demás jefes cooperasen a estos establecimientos tan útiles”.

Al estudiar estos proyectos que Belgrano presentara en 1796, al igual que los conceptos que sobre educación expusiera en el Correo de Comercio en 1810, Antonino Salvadores considera a Belgrano como “el verdadero propulsor de la educación, el verdadero padre de la escuela primaria argentina, pues él dio a la revolución la fórmula concreta de política educacional un cuarto de siglo antes de que Rivadavia iniciase las fundaciones que le han dado justo renombre’’.

Sus ideales tomaron los principios de la Ilustración Española, y siendo Belgrano profundamente católico promovía el estudio del catecismo en las escuelas.

Belgrano también se ocupaba de la educación de las niñas; proponía la creación de escuelas gratuitas para niñas, en donde se les enseñaría a leer, escribir, bordar, coser, etc., para combatir en ellas la ociosidad, y hacerlas útiles en su hogar, y permitirles ganarse la vida en forma decorosa y provechosa.

Para dar ocupación a las gentes pobres y especialmente a los niñas, Belgrano señalaba la utilidad de escuelas de hilar lanas. Recordemos que hilanderas y tejedoras eran oficios considerados “mujeriles”.

La prédica de Belgrano a favor de la difusión de la instrucción y educación pública como esencial para el fomento de la industria y riqueza, nos recuerda los discursos de Campomanes.

Belgrano también se ocupó del fomento del comercio y para difundir los nuevos principios y prácticas en la materia, proponía la creación de una Escuela de comercio. Comprendía una serie de materias que puede llamarse el ciclo matemático a saber: aritmética, llevar la cuenta y tener los libros y el cálculo y regla de cambio. El ciclo jurídico comprendía; reglas de la navegación mercantil, los seguros, modo de establecer la correspondencia mercantil, las leyes y costumbres usadas entre negociantes, etc. Por último señala las dos asignaturas esenciales del ciclo que podría llamarse económico; “los principios generales de la geografía y las producciones de que abundan o escasean los países”. Los orígenes de las Facultades de Agronomía y de Ciencias Económicas se encuentran en los planes de estudios que proyectara Manuel Belgrano. Asimismo fomenta la enseñanza técnica, enemiga del verbalismo y la rutina. 1

Belgrano para mejorar el desarrollo del comercio, proponía una compañía de seguros tanto para el comercio marítimo como para el terrestre, la necesidad de cuidar de caminos, muelles, y la erección de una Escuela de Náutica, “sin cuyos principios nadie pudiese ser patrón de lancha en este río. La utilidad y ventaja que proporcionará este establecimiento, aún para los que no quieren seguir la carrera de navegación, no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver más claramente que llamando la atención de V.V.S.S. a los progresos que han hecho los jóvenes en las innumerables escuelas que de estos principios tiene”.

El vasto plan que Belgrano proponía en la Memoria de 1796, abarcaba la creación de escuelas de agricultura, dibujo, arquitectura, primarias para niñas, de hilazas de lana, comercio y náutica. Sólo pudo ver realizada una mínima parte de su programa; la creación de escuelas de dibujo y náutica.

La escuela de geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás especies de dibujo contaría con el profesor Juan Antonio Gaspar Hernández y fue inaugurada el 29 de mayo de 1799. La Academia no iba a tener larga vida. Por orden real de 4 de abril de 1800, se manifestaba al Consulado que no se dispondría de dinero para mantenerla.

A pesar de ello, el Consulado pretendió seguir sosteniendo la Academia, pero sin éxito, y por otra Real Orden del 26 de julio de 1804 fue finalmente clausurada.

La Academia de Náutica comenzó a funcionar el 25 de noviembre de 1799, bajo la dirección de Pedro Antonio Cerviño. Los cursos de la Academia, de una duración de cuatro años, abarcaban el estudio de la aritmética, geometría, trigonometría plana y esférica, álgebra, dibujo, hidrografía, principios de mecánica, geografía y navegación. Si bien Belgrano seguía con interés la marcha del instituto, ésta cerró sus puertas al producirse la primera invasión inglesa en 1806.

Es constante el interés de Belgrano por fomentar la educación, pero lamentablemente la crisis política de la época hizo que muchos de sus proyectos no pudieran realizarse.

En 1813, la Asamblea Constituyente, a raíz de la victoria de Salta, dona a Belgrano la cantidad de 40.000 pesos. Este los destina a la fundación de cuatro escuelas; en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, y elabora un Reglamento, que debía regir en las mismas. Belgrano presentó a consideración del gobierno el Reglamento.

EL reglamento disponía en su artículo primero que se destinaba a cada una un capital de 10.000 pesos, cuya renta de quinientos pesos costearía el sueldo del maestro de cuatrocientos pesos, y los útiles y libros de los niños de padres pobres, si resultaba un sobrante, se destinaba a premios de estímulo.

Las escuelas quedaban bajo la protección y vigilancia de los ayuntamientos; la provisión de cargo de maestro se hacía por oposición, debiéndosele dar cuenta a Belgrano de su resultado, para hacer el nombramiento, función que pasaría a su muerte al Cabildo.

Es importante ver la consideración que recibía el maestro. En el artículo 8 se disponía que en las principales ceremonias se le debía dar “asiento al maestro en cuerpo de Cabildo, reputándosele como Padre de la Patria”. En el artículo 18 se establecía; “El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la Religión, consideración y dulzura en el trato, sentimiento de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de Americano que la de Extranjero”.

En otros artículos Belgrano reglamentaba lo pertinente al régimen interno de las escuelas, la distribución del tiempo, y las recompensas a conceder a los mejores alumnos. En relación a los castigos, se autorizaba a aplicar azotes en casos graves, no pudiendo pasar de doce y “haciéndolo esto siempre separado de la vista de los demás jóvenes”. En el artículo 19, recomienda que los niños se presentaran correctamente, y que “no se permitiera que nadie use lujo, aunque sus padres puedan y quieran costearlo”.

Este reglamento refleja el interés de Belgrano por la educación, aún en tiempos de guerra. El mismo fue conocido en Buenos Aires en julio de 1813 e influyó en la formación de los reglamentos de la provincia, pero especialmente tuvo una influencia decisiva en el reglamento de las escuelas de Córdoba del 10 septiembre de 1813.

Podemos decir que Manuel Belgrano se interesó por la educación en los distintos niveles, ya sea primario como terciario, y fue un precursor en fomentar la educación femenina, para que ésta gracias a la educación pudiera tener una mayor participación social.

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