Belgrano y...

Lafinur

Juan Crisóstomo Lafinur -poeta, filósofo y patriota- nacido en La Carolina, San Luis, en 1797. En 1806 se trasladó junto a su familia a Córdoba, cuando su padre fue convocado al servicio activo con motivo de la primera Invasión Inglesa. Alumno destacado del colegio de Montserrat, cursó tres grados en la Universidad de Córdoba, por lo cual fue “bachiller, licenciado y maestro de artes (filosofía)”. (1)

En 1814 fue expulsado de la Universidad, por su pensamiento opuesto a la ortodoxia, por lo cual no pudo cursar los tres años siguientes de teología. Ese mismo año, se unió al Ejército del Norte cuando el general Manuel Belgrano pasó por Córdoba para organizar y disciplinar el Ejército del Norte. Lafinur sentía por el prócer una gran admiración como militar y como pensador. Conocía las ideas belgranianas sobre la necesidad de renovar la enseñanza de la filosofía tal como se impartía por entonces. Sabía que Belgrano había aconsejado la experimentación y el empleo del método matemático, que había abrevado en los principios de Condillac y que había escrito acerca de la necesidad de alejar de nuestras escuelas la metafísica ambiciosa y mal enseñada. (2)

Belgrano, quien fue un gran educador –aún en plena Guerra de la Independencia-, fundó la Academia de Matemáticas para caballeros cadetes en San Miguel de Tucumán, con el propósito de mejorar el nivel profesional de la oficialidad. Lafinur fue alumno de esta institución, circunstancia que recordó siempre con orgullo. Tal es así, que en el “Canto elegíaco a la muerte del general D. Manuel Belgrano”, publicado en La Lira Argentina , puso a pie de página la siguiente nota:

“La Academia de Matemáticas establecida en Tucumán para instrucción de los caballeros cadetes y a la que el autor tiene el honor de haber pertenecido.” (3)

En ella conoció al oficial francés Juan José Dauxon Lavaysse, quien había arribado al Río de la Plata a la caída del Imperio Napoleónico, y del que se hizo pronto su amigo. Gracias a Dauxon conoció el movimiento filosófico entonces en auge en Francia, la Ideología, del que luego fue propagador.

Esta filosofía tenía dos vertientes. Una netamente fisiológica, nutrida en el mal llamado sensualismo de Condillac, cuyo máximo representante fue Pedro Juan Cabanis, médico y filósofo que estuvo en contacto con los principales protagonistas de la Revolución Francesa. La otra vertiente, es la denominada ideología racional y su principal exponente es el conde Antonio Luis Claudio Destutt de Tracy, cuya obra Elements d’ ideologie tuvo una influencia notoria en el Curso filosófico de Lafinur.

Obtuvo su retiro del ejército el 4 de septiembre de 1817, con el grado de teniente. Se radicó en Buenos Aires con el propósito de dedicarse al periodismo y a la enseñanza. En 1818 lo encontramos entre el elemento intelectual de esta capital. Se distinguió en este ambiente como músico, poeta y periodista. Formó parte de la Sociedad para el fomento del Buen Gusto en el Teatro, al tiempo que colaboró en periódicos de esta época: El Censor, El Curioso y El Americano.

Durante el Directorio de Pueyrredón se le confió la cátedra de filosofía en el Colegio de la Unión del Sud, después de haberse sometido a un concurso de oposiciones. Significó un cambio muy grande en la enseñanza de la filosofía en nuestro país, dado que por primera vez no se dictó en latín ni tuvo un carácter notoriamente religioso, utilizando un vocabulario filosófico moderno. Su enseñanza no fue muy sistemática, sino que combinó elementos de la tradición escolástica –especialmente en la lógica y la metafísica- con principios de la Ideología.

La función pública literaria que se realizó el 20 de septiembre de 1819 en el templo de San Ignacio, derivó en un escándalo. Se desató una discusión entre Lafinur y los que juzgaban de impía la enseñanza impartida por éste. A raíz de la gran oposición que su prédica docente despertaba, debió abandonar la cátedra. Desde la Sociedad Secreta Valeper siguió bregando por la transformación de la docencia en el país.

En 1821 dejó Buenos Aires para trasladarse a Mendoza, donde enseñó filosofía, literatura, música y francés en el Colegio de la Santísima Trinidad. En la Sociedad Lancasteriana de Mendoza defendió los principios filosóficos que enseñaba en las aulas. Polemizó con los opositores a sus principios en el campo periodístico, desde las columnas de El Verdadero Amigo del País.

Fue expulsado de Mendoza, al caer el gobierno de Pedro Molina, y se exilió en Chile a fines de 1822. En el país trasandino egresó de la Universidad de San Felipe, de Santiago, con el título de competencia en derecho civil. Allí contrajo nupcias con Eulogia Nieto, distinguida dama chilena.

Se vinculó activamente al periodismo trasandino, colaborando como poeta y pensador en El Mercurio, El Liberal, El Tizón Republicano y El Observador Chileno. A raíz de un desafortunado accidente, falleció en Santiago de Chile el 13 de agosto de 1824.

En relación con Belgrano, con motivo del fallecimiento del prócer, Lafinur –gran admirador de éste- escribió una de sus mejores composiciones “El canto fúnebre a la muerte del General D. Manuel Belgrano” , que publicó después en El Curioso, con la particularidad que lo firmó con sus iniciales dispuestas de atrás para adelante: L.C.J.. Además compuso el “Canto elegíaco a la muerte del General Don Manuel Belgrano” y la “Oda a la oración” que en la Iglesia Catedral de Buenos Aires pronunció el Dr. Valentín Gómez en las exequias del prócer.

Sus restos fueron repatriados desde la República de Chile hacia su tierra natal por el gobierno de la Provincia de San Luis, el 25 de abril de 2007. La urna con éstos descansaron en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno provincial hasta el 13 de agosto, cuando se hizo su traslado hacia su morada final en la localidad de La Carolina, distante unos 80 kilómetros de la ciudad de San Luis. Allí se construyó un monumento y el museo de la poesía en su homenaje.

+CANTO FUNEBRE A LA MUERTE DEL GENERAL D. MANUEL BELGRANO

“Obruit audentem rerum gravitas que, nitorque,
Nec potui coepti pondera ferre mei.”
Ovidio, ex Ponto.

A dónde alzaste fugitiva el vuelo,
robándote al inmortal infortunado,
virtud, hija del Cielo?
¿Quién ayermó tu templo inmaculado,
y tu antorcha apagó? Dinos ¿a dónde
el voto te hallará del varón justo?
Un eco pavoroso ¡ay! nos responde:
“ Olvidó para siempre un mundo injusto;
al túmulo volóse, allí se esconde”;
Y el justo lo sintió; que en su alta mente
vio las desgracias que la Patria llora,
y antes que ella lloró, vió de repente
gemir los bronces, do el buril pronuncia
los nombres de los hijos de la gloria;
de luto el estandarte que antes fuera
prenda de la victoria;
ronco el tambor glorioso
que predicó el combate y las venganzas;
y al héroe que animoso
vio su sangre correr en mil matanzas,
y violo en faz serena,
hoy postrarse al dolor, darse á la pena.
Aun sintió más: en bárbara alegría.
los abismos hervir, y las pasiones
del mundo apoderarse con fiereza;
de la guerra fatal la chispa impía
avivar es su afán, y con presteza
la copa tiende el miedo á la venganza
traidora é impotente;
mientras que la ambición más insolente
avanza hasta el terrible tabernáculo;
el velo despedaza, escupe el ara;
truena la guerra, y mil desastres para,
y mil sepulcros abre. La cuadriga
en carro de serpientes arrastrada
la densidad rompiendo
de una nube de crímenes preñada,
el paso se abre, y en los aires zumba,
un grito pavoroso, á que responden
los huecos de la tumba;
grito fatal con que ella se recobra:
Murió Belgrano ; consumada es la obra .
Y ¿es verdad? ¿El oráculo espantoso
terminaría aquí? ¡Bárbara suerte!
¡Acabó la virtud!¡Polvo y ceniza
caen en el rostro que la misma muerte
no logró conturbar! La tumba triste
por una ley precisa
es el último carro de los héroes!
Sea: ¡y qué resta, muerte, al triunfo impío,
si el valor es difunto;
qué resta ya, sino cambiar al punto
en sepulcro la tierra, divorciando
al tiempo y a la vida para siempre!!!
Sol, que ves nuestro luto; ilustre padre
de la Patria y la luz; tú, que reinando
en las regiones de sus lindes puso
la inmensa creación, viste las glorias
del héroe que á tu causa reservaste:
¿testigo del contraste,
que por su amarga pérdida lloramos,
serás? mil veces para sus victorias
fue escasa tu luz pura;
hasta aquella región donde natura
escondió sus tesoros, y algún día
aras de oro se alzaron a tu frente,
hasta allá fue su espada; y su energía
vengó tu templo y redimió tu gente.
Pero ¡a qué describir sus altos triunfos!
¡A qué rumiar laureles marchitados
de la tumba en el hielo!
Contemplemos por único consuelo
a Belgrano inmortal en nuestras almas,
y su alma contemplemos,
Su religión ¡oh, Dios!¡quién como él supo
rendir al ara el estandarte altivo,
y al Dios de los combates acatarse?
Su pecho compasivo.
cuando estaba la gloria fermentando
sus soberbias semillas,
y en el furor del triunfo, él las ahogara
por último heroísmo,
y a la hueste rendida le declara
la vida y libertad. Su patriotismo,
su celo por el bien, su porte justo,
su generosidad…gritadlo á voces,
legiones que a la gloria condujera;
vosotros que á su ejemplo fuisteis siempre
pródigos de las almas;
la miseria espantosa, el hambre fiera,
la estación penetrante ¡ay! combatisteis
con vuestro General: ¡oh! vos sentisteis
de su pecho las tiernas emociones;
vos le visteis mil veces
primero que la luz, volar en torno
de vuestras pesadumbres.¡Cuántas veces
no os consoló su ejemplo poderoso!
y cuando la fortuna en sus reveses
falló ciega por vos, en sus abrazos
cogisteis con usura
el precio á tanta pena acerba y dura.
Rodead también el negro monumento,
jóvenes tiernos que al santuario ilustre
de la hermosa virtud habréis llegado
a merced de su amor. Quería el hado
perpetuar en vosotros sus caprichos,
y ciegos á la luz parar el día
en que fuerais esclavos;
Belgrano combatió su tiranía,
Y con la piedad heroica y sin ejemplo,
de la alma educación os abrió el templo,
¡Qué más quiere la tierra! No, no es ella
para quien tanto se hizo:
la virtud quiere su obra y se querella
contra el tiempo y el crimen;
la eternidad á unirse con el hombre
anhela ávida y torva
y ella y la muerte con furor oprimen
la muralla de bronce que lo estorba;
¡ay! que el dolor, la enfermedad acerba
legados de la Parca.
desploman sus existencia, y Esculapio
jamás, jamás, tan crudo.
en sus altares lágrimas ver pudo,
¡y lágrimas tan justas!
Iba á rayar el día en que la Patria
recuerda de su cuna la hermosura;
triste era esta alba, no cual la alba pura
en que el mundo la vio libre y señora:
el bronce en truenos su llegada anuncia,
y Belgrano lo siente; y en esta hora
desasirse pretende de la muerte
que lo ahoga y lo devora:
cárdeno el labio, trabajosa el habla,
al cielo alzando las deshechas manos,
se rindió á un paroxismo…Americanos,
un cuadro tan terrible, y tan sublime
os faltó ver; entonces clamaríais:
Nuestra Patria no vuelve á los tiranos .
Vuela el tiempo sus alas empapando
del excelso vivir en las corrientes,
hasta secarlas todas;
Belgrano ya no alienta; ¡oh! qué elocuentes
son sus miradas lánguidas, sus formas
escuálidas y tristes!
Así descansa el ave hermosa y pura
sus plumas y matices recogiendo,
pronta a volar a la suprema altura
y mostrarnos sus alas derramadas,
de oro y azul celeste salpicadas.
Héroes de nuestro suelo,
que habéis volado de la gloria al templo,
a la tierra dejando
sangre, gloria, virtud, fama y ejemplo;
ved vuestro General: corred el velo
a las doradas puertas, mientras tanto
nosotros, con desvelo
visitaremos la urna para darle
tributo eterno de amargura y llanto.

+ODA PRONUNCIADA POR DR. D. VALENTIN GOMEZ

ODA A LA ORACIÓN FÚNEBRE PRONUNCIADA EN LA IGLESIA CATEDRAL DE BUENOS AIRES, POR SU PREBENDADO DR. D. VALENTIN GOMEZ, EN LAS EXEQUIAS DEL GENERAL D. MANUEL BELGRANO

“No tiene poco de héroe el que sabe alabar dignamente a los que lo son.”
Un escritor americano

Era la hora: el coro majestuoso
dio á la endecha una tregua, y el silencio,
antiguo amigo de la tumba triste,
sucedió á la armonía amarga y dulce;
la urna solitaria presidía
la escena que canta hoy, la musa mía.

Que las virtudes que en su torno andaban
velando su tesoro, y dando al cielo
su llanto, su esperanza, y sus amores,
al púlpito volaron: sus acentos
dulcísimos sonaron; los oyeron
los hombres…y de serlo se dolieron.

¿Cuándo más dulce la verdad fue oída?
¿Cuándo sus rayos más apetecidos?
Y ¿cuándo más acerba nuestra pena?
Y ¿cuándo nuestra pena menos dura?
Milagros tuyos, ¡orador divino!
Del corazón tu lengua halló el camino.

El pueblo suspiraba, hasta tu frente,
un canal misterioso se veía
desde tu boca hasta él. Avara el alma
se aguarda tus palabras, cual si fuesen
las reliquias del héroe que encarecen.

Un cuadro de virtudes delineado
por quien sabe sentirlas; de virtudes
por quienes Clío aún no ensayó su trompa,
ni la historia sus páginas, fue dado
a tu expresión feliz, dechado entero
de lo bello, lo tierno y verdadero.

No á la mísera Safo retrataste
herida de un ingrato, ni de Ariadna
los suspiros; ni lágrimas de Dido
tu pincel esfumara regalado;
si al mausoleo penetraste triste,
con mayor causa que Artemisa fuiste.

Aquí á la Patria en su desdicha hundida
mostraste, señalando la urna avara,
y ¿quién no fue el primero á apresurarse
para tenderle el brazo?… El patriotismo
dijo á la Fama: “ Un héroe se ha acabado,
y en su pérdida mil han asomado”.

Momentos fugitivos¡ ¡oh¡ que vuelva
el dolor que nos diste! torna á vernos
envanecidos de glorioso llanto
heríate el dolor; tú nos herías
con su espada y la tuya; que fue entonces
mengua de tu poder no herir los bronces.

Centellas que despide el entusiasmo
y que apaga el sollozo…reticencias
más elocuentes que la lengua misma…
tiernas interjecciones, usurpadas
del sentimiento á la dialecta grave,
leyes son con que el arte triunfar sabe.

Más te bastó tu causa; sus prodigios
el cielo solo los obró en tu boca;
si la sombra del héroe fue presente
a tu dolor sublime, ¡qué contento
diciendo á su silencio tornaría:
Os vivo aún. Querida Patria mía!

Pero el tiempo…¡cruel! y ¡cuál se engaña
el hombre en su consuelo¡ Vuela el tiempo…
¡Nuestra dulce ilusión, nuestra esperanza
se han acabado ya! Despierta el alma
a su afán anterior, y se estremece,
y la verdad apura, que aborrece.

Tú nos dejaste al fin, pero dejando
en nuestras almas la virtud hermosa;
así oscurece el sol, porque á otros climas
vaya el torrente de su lumbre pura;
así la rosa cuando dulce expira,
descarga su fragancia en quien la mira.

Viva en nosotros tu Oración Sagrada
como el fuego de Vesta; orgullo sea
de las divinas letras; pesadumbre
de los tiranos; ornamento digno
de la Patria; que al héroe honra mil veces
más que mármoles, bronces y cipreses.

+CANTO ELEGIACO A LA MUERTE DEL GENERAL DON MANUEL BELGRANO

¿Por qué tiembla el sepulcro, y desquiciadas
sus sempiternas losas de repente,
al pálido brillar de las antorchas
los justos y la tierra se conmueven?
El luto se derrama por el suelo
al ángel entregado de la muerte,
que a la virtud persigue: ella medrosa
al túmulo volóse para siempre.
Que el campeón ya no muestra el rostro altivo
Fatal a los tiranos; ni la hueste
Repite de la Patria el sacro nombre,
Decreto de victoria tantas veces.
Hoy enlutando su pendón, y al eco
del clarín angustiado, el paso tiende,
y lo embarga el dolor; ¡dolor terrible
que el llanto asoma so la faz del héroe!…
Y el lamento responde pavoroso:
Murió Belgrano, ¡oh, Dios! ¡así sucede
la tumba al carro, el ¡ay! Doliente al ¡viva!,
la pálida azucena a los laureles!
¡Hoja efímera cae!, ¡tal resististe
al Noto embravecido y sus vaivenes!
¡La tierra fría cobra tus despojos,
que abarcará por siempre!; mas no puede,
¡campeón ilustre! ¡atleta esclarecido!,
la mano que te roba hollar las leyes
que el corazón conoce; envanecido
el jaspe os mostrará a los descendientes
de la generación que te lamenta.
La patria desolada el cuello tiende
al puñal parricida que le amaga,
en anárquico horror: la ambición prende
en los ánimos grandes, y la copa
da la venganza al miedo diligente.
Aún de Temis el ínclito santuario
profanado y sin brillo; el inocente,
el inocente pueblo, ilustre un día,
a la angustia entregado; el combatiente
sus heridas inútiles llorando
escapa al atambor; el país se enciende
en guerra asoladora que lo ayerma,
asoma la miseria, pues que cede
la espiga al pie feroz que la quebranta,
y ¿ora faltas Belgrano?…¡Así la muerte
y el crimen, y el destino de consumo,
deshacen la obra santa, que torrentes
vale de sangre y siglos mil de gloria,
y diez años de afán!…¡Todo se pierde!
Tu celo, tu virtud, tu arte, tu genio,
tu nombre en fin, que todo lo comprende,
flores fueron un día; marchitólas
la nieve del sepulcro. Así os lamente
la legión que a la gloria condujiste:
con tu ejemplo inmortal probó el deleite,
la magia del honor, y con destreza
amar le hicisteis el tesón perenne,
el hambre angustiadora, el frío agudo…
Suspende ¡oh, musa! Y al dolor concede
una mísera tregua. Yo lo he visto
al soldado acorrer que desfallece,
y abrazarlo, cubrirlo y consolarlo.
Ora rayo de Marte se desprende,
y al combate amenaza y triunfa y luego
¿qué más hacer?…El desairar la suerte,
y ser grande por sí, ésta no es gloria
del común de los héroes; él la ofrece
en pro de los rendidos que perdona.
Ora el genio se presta y lo engrandece:
corre la juventud, y a la natura
la espía en sus arcanos, la sorprende,
y en sus almas revienta de antemano
el germen de las glorias. (4) ¡Oh! ¡quién puede
describir su piedad inmaculada,
su corazón de fuego, su ferviente
anhelo por el bien! Solo a ti es dado,
historia de los hombres: a ti que eres
la maestra de los tiempos. El arca de oro
de los hechos ilustres de mi héroe,
en ti se deposita; recogedla,
y al mundo dadla en signos indelebles.
Y vos, ¡sombras preciosas de Balcarce,
de Oliver, de Colet, Martínez, Vélez!,
ved vuestro general; ya con vosotros;
abridle el templo que os mostró valiente.
¡Tucumán! ¡Salta! ¡Pueblos generosos!
Al héroe del febrero, y del septiembre
Alzad el postrer himno, mas vosotras,
Vírgenes tiernas, que otra vez sus sienes
Coronasteis de flores, id a la urna,
y deponed con ansia reverente
el apenado lirio; émulo hacedlo
de los mármoles, bronces y cipreses.

  1. DELFINA VARELA DOMÍNGUEZ DE GHIOLDI, “Curso filosófico dictado en el Colegio de la Unión del Sud de Buenos Aires. Prólogo y notas por…, Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1938, p. 47.
  2. Correo de Comercio, edición facsímil con introducción por el académico Dr. Ernesto J. Fitte, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1970, p. 136. Véase también: LEONCIO GIANELLO, “El sesquicentenario de Juan Crisóstomo Lafinur” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, v. XLVII, Buenos Aires, 1974, p. 253.
  3. La Lira Argentina , Buenos Aires, 1824, p. 311 (nota). Véase también: LEONCIO GIANELLO, “El sesquicentenario…”, ob cit., p. 254.
  4. La Academia de Matemáticas establecida en Tucumán para la instrucción de los caballeros cadetes, y a la que el autor tiene el honor de haber pertenecido. A este propósito hubiera dicho más en detalle algunos de los hechos que han marcado su vida con caracteres eternos de filantropía y humanidad; tal como el de la fundación de escuelas de primeras letras en varios pueblos a sus expensas; pero esto no ha sido posible atendida la brevedad del canto y la premura del tiempo. (Nota del autor).

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