Anecdotario

Las Pistolas de Presentación del General Don Manuel Belgrano

En el mes de agosto de 1814, cuando el General Manuel Belgrano se hallaba retirado en el pueblo de San Isidro, el Cabildo de Buenos Aires, le remitió, con oficio de 21 de agosto de 1814, un par de riquísimas pistolas de arzón “con los emblemas e inscripciones que realzan su mérito”[1]; en justo reconocimiento, le decía, del triunfo de Salta; pidiéndole que las aceptase “como una fineza de un padre para con un hijo a quien ama tiernamente”[2]. En el margen del documento se lee la respuesta de Belgrano al Cabildo el 25 de agosto de 1814, donde manifestaba: “Conozco que el Excelentísimo Cabildo me ha mirado siempre como a un hijo predilecto, distinguiéndome en todas circunstancias y casos, con demostraciones a que alguna vez hubiera querido ser digno de ellas: lo que al presente, me dispensa de las pistolas que Vuestra Señoría tiene la bondad de remitirme con el Señor Don Francisco Joaquín Muñoz, quien las ha puesto en mis manos […] procuraré, por todos los medios que estén a mis alcances, no desmentir tan dulce nombre de hijo que le merezco”[3].

Lo anterior evidencia el reconocimiento del Cabildo a los méritos de Belgrano a poco que había sido sobreseído del proceso que se le había seguido en virtud de sus derrotas en Vilcapugio y Ayohuma; alejado temporariamente el prócer de la escena política, restableciendo su salud en la quinta de Perdriel, propiedad familiar.

El alto valor de estas reliquias era (y sigue siéndolo en la actualidad) histórico y simbólico, pero no únicamente, puesto que fueron confeccionadas por los mejores armeros de Inglaterra y con la mejor calidad de la época.

En el Acuerdo del Extinguido Cabildo de Buenos Aires del 25 de noviembre de 1814 se registra la cuenta del costo de las pistolas encargadas a Londres para obsequiar al Gral. Belgrano por ser “Vencedor en Tucumán y Salta”, ascendiendo a 637 pesos 7 reales (abonada por el Ayuntamiento en pagos sucesivos).

Con respecto a la cuestión de las características de las pistolas en sí, y en cuanto a detalles de su manufactura se conoce, pues, que fueron hechas por Henry Tatham & Joseph Eggs, de Londres, el fabricante más destacado del momento. Llevan el sello de los plateros de Londres correspondiente al año 1813 y están montadas en plata. Como podrá observarse en las fotografías, todas las incrustaciones de plata están doradas. El encendido es a chispa y las colas de disparador “al pelo”. Las cazoletas y los oídos están dorados y los cañones son de 10 ½ pulgadas. Incrustadas en oro en las caras visibles de los octógonos de los cañones se lee:

1ª LA CIUDAD DE BUENOS AIRES AT (sic, debió decir AL) GENERAL BELGRANO.

2ª VENCEDOR EN TUCUMÁN Y SALTA.

3ª LA LIBERTAD DE LA PATRIA ESTABLECIDA.

En las empuñaduras aparece grabado el escudo de la Asamblea del año 1813 y la inscripción Provincias Unidas del Río de la Plata. Los ornamentos de las pistolas de presentación de Belgrano poseen lujosa artesanía (de plata incrustada en el arma) con detalles tales como diseños de viñas y trigos (representando la riqueza agraria de las Provincias Unidas del Río de la Plata). Consisten en hojas de parra y enredaderas y los guardamontes están ricamente decorados. Las pistolas están contenidas en la caja original de palo de rosa, con todos los accesorios, las balas y el equipo originales. El estuche tiene un anillo externo para transportarlo y en la tapa de caoba se lee la siguiente inscripción: “A su amigo Jn. Ml. de Rozas, J. N. Terrero”.

Este dato nos lleva a resumir el derrotero que siguieron las pistolas a partir de la muerte de Belgrano, asunto sobre el cual existen opiniones encontradas. Belgrano las habría tenido hasta su fallecimiento en 1820. En su testamento, por el cual designó albacea a su hermano Domingo Estanislao Belgrano, no hizo ninguna referencia a esas armas. Según figura en “Papeles de Rozas” de Adolfo Saldías, editado en el año 1904, Juan Nepomuceno Terrero obtuvo estas pistolas por voluntad de la familia de Belgrano. Terrero le escribe a su socio comercial y amigo Juan Manuel de Rosas el 23 de julio de 1834 con términos altamente elogiosos respecto de Belgrano. Allí le dice: “Una casualidad hizo que vinieren a mi poder, por voluntad de la familia, esas pistolas, memoria del inmortal ciudadano y compatriota nuestro, el General Don Manuel Belgrano. Yo creo que ellas tienen el mérito de ser una alhaja con que fueron premiados, en parte, los patrióticos servicios de aquel ilustre Porteño”[4]. Rosas le contesta al día siguiente agradeciendo le haya pasado a su poder “las pistolas que se hallaban en el tuyo por voluntad de la familia del inmortal Ciudadano, y Compatriota nuestro General Don Manuel Belgrano”[5].

Si bien no hay registro documental de ello, al huir Rosas al extranjero, después de la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), las llevó entre sus efectos a Inglaterra, habiendo pasado por muy pocas manos. Después de su muerte en Burgess Farm, Southampton, en 1877, las habría heredado Máximo Terrero (hijo de J. N. Terrero) casado con su hija Manuela Rosas. De acuerdo a lo que expresa Rafael M. Demaría, en su libro Historia de las Armas de fuego en la Argentina. 1530-1852, “esta última circunstancia, aparece corroborada por el testamento del propio Rosas, quien en la 32ª adición o codicilo introducido a aquel en Burgess Farm, Southampton, el 22 de abril de 1876, dice: ‘Las dos pistolas, fierro del Tucumán, las dejo a Máximo’”[6].

Es altamente probable, siguiendo esta tesis, que Máximo Terrero haya conservado las pistolas en su poder durante toda su vida y recién después de su muerte y de la de su esposa, salieran a la venta siendo adquiridas por un coleccionista inglés, cuyo nombre no ha sido posible establecer, y al fallecimiento de éste en 1930, fueran a su vez adquiridas por el Sr. W. Keithneal, conocido coleccionista de armas de Warmister, Wiltshire (Inglaterra). Éste, hacia 1969, facilitó a estudiosos argentinos las fotografías y la descripción de las armas. En el último cuarto del siglo XX fue sorprendente que cayeran en manos de William Simon, Secretario del tesoro durante la presidencia de Gerald Ford quien las conservó durante veinte años, antes de transferirlas a su dueño actual.

  1. Cfr. Álvarez Thomas, Ignacio; “Bosquejo histórico del General Don Manuel Belgrano, escrito en el año 1839 por un contemporáneo”, en Instituto Nacional Belgraniano, Documentos para la Historia del general Belgrano, Buenos Aires, 1982, Tomo 1, págs. 53 a 62.
  2. Cfr. FONDO GENERAL MANUEL BELGRANO-MUSEO MITRE.
  3. Ibídem.
  4. SALDIAS, ADOLFO, Papeles de Rozas, La Plata, Talleres Gráficos Sesé y Larrañaga, 1904, p. 122.
  5. SALDIAS, ADOLFO, Papeles de Rozas, La Plata, Talleres Gráficos Sesé y Larrañaga, 1904, p. 123.
  6. Cfr. Demaría, Rafael M.; Historia de las Armas de fuego en la Argentina. 1530-1852; Buenos Aires, Cabargon, 1972, p. 349.

 

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