El Estadista

Religiosidad y devoción mariana

Los viejos documentos, las crónicas y distintos testimonios de época permiten dimensionar la figura trascendente de Manuel Belgrano, que en los albores de la Patria se convierte en fervoroso defensor de la causa americana. Belgrano no es solo mediador en el proceso revolucionario, sino un activo movilizador de la Patria nueva. Su correspondencia con los principales hombres públicos de su época así lo demuestra. Su fama se proyectó a nivel continental para estar colocada al lado de nombres como Francisco Miranda, Simón Bolívar y José de San Martín.

Su formación religiosa y su excelente preparación teológica y filosófica le permitieron a Belgrano aplicar en las distintas facetas de su acción política, militar y económica, así como cultural, las enseñanzas recibidas.

Existía una importante tradición mariana en el Río de la Plata. Cofradías y hermandades, vinculadas al culto mariano, tuvieron una destacada actuación, que fue creciendo en la medida que las Ordenes adquirían mayor poder y prestigio. Al mismo tiempo, se alentaban las diversas devociones como la del Rosario, Inmaculada Concepción, etc. Una serie de documentos antiguos: Reales Cédulas, Reales Ordenes, Actas Capitulares eclesiásticas y civiles, Testamentarías y Documentos particulares atestiguan el patrocinio y devoción de la Inmaculada Concepción en nuestras tierras. Recordemos que Solís en 1516 llama al Río de la Plata Río de Santa María y en 1527 Gaboto coloca la empresa bajo el Patrocinio de Nuestra Señora del Rosario, proclamándola al entrar en las aguas del río Paraná Patrona de esas costas y del Gran Río. En 1536, Mendoza funda en la orilla derecha del Río de la Plata una población llamada Santa María de los Buenos Aires o puerto de Nuestra Señora de Santa María del Buen Aire. En 1580 Garay funda por segunda vez la ciudad que había sido destruida y la llama de la Santísima Trinidad y el puerto de Santa María de los Buenos Aires. La ciudad tuvo como Patrono a San Martín de Tours pero se veneró a Nuestra Señora de las Nieves. En el siglo XIX los franciscanos, dominicos y mercedarios promovieron el culto y devoción a la Virgen en sus advocaciones: Inmaculada Concepción, del Rosario, de las Mercedes y del Carmen.

La Virgen del Rosario fue llamada Virgen de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires después de los sucesos ocurridos en 1806-1807 con motivo de las Invasiones Inglesas. Buenos Aires fue tomando forma desde su fundación y se distinguió por los templos que fueron construyendo. Se la conocía como Puerto Convento pues los viajeros que arribaban a sus playas sólo advertían la altura de alguna de sus torres como la de San Miguel, llamada “la Chismosa”. Las parroquias, capillas, oratorios y ermitas dieron forma a los barrios en la capital, adentrándose hacia la Pampa. El fervor de los vecinos se enderezó hacia la Virgen del Carmen y luego hacia la Virgen del Rosario, que fueron sacadas en momentos de peste y dificultades en procesión solemne.

Belgrano, vinculado al Convento de Santo Domingo, fue devoto de la Virgen del Rosario y perteneció a la Orden de Terciarios, cuyo accionar que mostró adhesión a la causa de la Revolución.

Por otra parte, en su paso por España se llegó a relacionar personalmente con el rey Carlos III, considerado un monarca progresista. Este era devoto de la Inmaculada Concepción y puso bajo sus auspicios una de las primera Ordenes Españolas modernas creada el 24 de octubre de 1761 para premiar el mérito por logros personales. Fue confirmada por Bula de Clemente XIV. El centro de la Orden muestra una cruz con medallón donde se advierte la imagen de la Purísima Concepción, Patrona de la Infantería Española, que luce un manto esmaltado y adornado con estrellas y, a sus pies una túnica y una media luna de color blanco. La cinta de la cual pende la medalla es azul-celeste con una franja blanca en el centro. Colores que simbolizaban el cielo y la pureza. Carlos III designó a esta Orden de la Inmaculada Concepción como una muestra de gratitud por el nacimiento de su nieto Carlos Clemente, primer hijo varón del Príncipe de Asturias.

Una interesante iconografía, cuadros y reproducciones en importantes museos españoles reproducen la simbología y colores de esta Orden. Algunos autores sostienen que los medios esmaltes, símbolo del Misterio de la Inmaculada Concepción, estaban presentes desde siempre y en especial durante la Edad Media. En virtud de la controversia que suscitara el Misterio de la Purísima Concepción a través de la posición de teólogos y filósofos, la iglesia enmarca la figura de la Nueva Eva, sin pecado original, partícipe de la redención humana a través de Cristo Jesús, venciendo para siempre al maligno. Aparecen las imágenes de María entre rayos fulgentes pisando la cabeza de la serpiente.

Retomando el hilo de nuestra exposición, debemos destacar la vocación mariana de Belgrano, pues cumple en reiteradas ocasiones con el culto o devoción a la Virgen María. Las sesiones consulares, donde él es secretario, estaban bajo la advocación de la Santísima y Purísima Concepción de María, bajo cuya advocación se iniciaba cada sesión presidida por Belgrano.

Por esta misma época, en el Correo de Comercio sostiene que la religión es el sostén principal e indispensable del Estado y el apoyo firme de las obligaciones del ciudadano. Volúmenes enteros, dice, no son bastantes para descubrir todas sus conexiones con la felicidad pública y privada. “Riámonos de las virtudes morales, que no estén apoyadas por nuestra Santa Religión. La razón y la experiencia nos lo enseñan constantemente”.

Recomienda a los párrocos que atiendan “más a los pobres vivos que a los pobres muertos”. Cada parroquia debía ser una escuela de capacitación educativa y de trabajo para que ambos sexos puedan alcanzar un futuro promisorio, al margen de fomentar en cada una de ellas el cuidado de la salud y la seguridad.

En sus Memorias, cartas y otros documentos hace manifestaciones muy concretas de respeto hacia la Santísima Virgen María. Destaca indudablemente el aspecto maternal y sobre todo el carácter mediador que ella tiene frente a su Hijo Jesús. El misterio de la Purísima Concepción cobra valor inusitado en el accionar de Belgrano, pues constituye el símbolo que identifica a los americanos en momentos de producirse la Revolución y la Independencia. Es el Misterio de la Inmaculada Concepción que se opone al Misterio de los Derechos de Fernando VII que esgrimen los separatistas.

Bolívar así como Miranda, integrados al movimiento de revolución, exponen estos mismos principios llegando a expresar “detestamos a Fernando VII”. El 8 de julio al conocerse la declaración de la Independencia de la Confederación venezolana se advierte en el artículo VIII que juran ante los Santos Evangelios defender la independencia de la Monarquía española, mantener ilesa la Santa Religión Católica, Apostólica y Romana y defender el Misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen María. Esto se produce porque el pueblo no apoyaba a los separatistas y hubo que recurrir a este Misterio para obtener el apoyo incluso del Arzobispo.

Belgrano en su diario de marcha al Rosario, así como en sus campañas al Paraguay y Banda Oriental (1811-1812); y su posición frente al Ejército Auxiliar del Perú (1812-1813 y 1816-1819), a través de bandos, proclamas y ordenanzas para el ejército y la población, constituyen un corolario por demás revelador de su respeto por la Santísima Virgen. Con motivo de la Batalla de Tucumán pone bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes la suerte de su ejército. Tributa ante la victoria un homenaje muy sentido a la Santísima Virgen, nombrándola Patrona y Generala del Ejército, entregándole su bastón de mando.

Belgrano, como católico práctico difundió la devoción a la Santísima Virgen a través del Rosario, novenarios, misas, angelus, etc., al punto que Bartolomé Mitre dijo que su ejército parecía una legión romana sujeta a las normas de una orden monacal. Su amor a la Virgen se puso de manifiesto en sus homenajes, haciendo llegar las banderas y trofeos tomados al enemigo para ser depositados a los pies de la Virgen del Rosario o de la Inmaculada Concepción de Luján o de Nuestra Señora de las Mercedes en Tucumán.

Toda la documentación esta signada por su devoto amor a María, considerándola fundamento de fe cristiana y refugio de todos los pueblos del mundo. Belgrano inicia dos grandes devociones, el rezo del Rosario y el uso del escapulario, que los soldados llevan en sus pechos. La misa es un elemento fundamental de la religiosidad y los soldados y oficiales debían concurrir a misa.

La documentación del Archivo General de la Nación, de los archivos provinciales y bolivianos permiten asegurar estos aspectos significativos de la acción religiosa de Belgrano, que estuvieron presentes hasta el último momento de su vida. Los bandos, proclamas y diarios de marcha del ejército con “los santos y señas” reflejan este sentimiento.

Al compulsar los distintos diarios militares advertimos que en todos ellos exhorta al patriotismo de sus tropas e invoca reiteradamente a la Divina Providencia y a los auxilios de

María Santísima para alcanzar la Independencia de la América del Sur. Su visión es integradora y pone a la Santísima Virgen de la Merced como Generala del Ejército y “Patrona de la libertad de América”. Exalta el amor al orden que deben tener los soldados y oficiales del Ejercito y con ello el respeto a las autoridades y fundamentalmente a “Nuestra Santa Religión”.(1)

Puntualiza la necesidad de afianzar el honor, la capacidad, el trabajo, la voluntad de servicio, la ética, la moral, el amor a Dios, el culto a la Santísima Virgen. Perfila el carácter de todo buen militar: la serenidad, la vigilancia constante, el espíritu de cuerpo. Promueve el destierro del ocio y la capacitación por el trabajo, las ciencias y la técnica. Así decía: “Los hombres grandes leen en tiempos de guerra como en tiempos de paz. Nobleza de alma y sentimiento altruista, educación y vocación, espiritualidad y religiosidad, amor a la Patria, a la tierra y a su gente constituyen el corolario de todo buen cristiano”.

Belgrano siempre se definió como católico, apostólico y romano, pero fundamentalmente esto lo ataba a conservar el patrimonio de su tierra y velar por el bienestar del común. Ponía a Dios como testigo de su responsabilidad y a la Santísima Virgen como tributaria de la libertad y la Independencia de América en todo tiempo.

Es significativo en este caso la correspondencia que mantiene con el General San Martín, en donde le advierte sobre el carácter de los Pueblos del Interior, donde hará la guerra no sólo con las armas sino con la opinión, afianzada en las virtudes naturales cristianas y religiosas. Estas cartas constituyen una joya de enorme trascendencia, que no solo afianza una amistad, sino que se advierte al Estadista, siempre atento a las realidades que vive y a las necesidades de su pueblo.

  1. Extractado de Cristina Minutolo de Orsi, “Manuel Belgrano y su amor a la Inmaculada… La Bandera Nacional” artículo a publicar en próximos Anales del Instituto Nacional Belgraniano.

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