nos narra una interesante anécdota. En una de las sesiones de la academia de jefes que presidía San Martín personalmente y a las cuales asistía Belgrano como coronel del Número 1, se buscaba uniformar las voces de mando. Belgrano, como Brigadier General, ocupaba el puesto de preferencia, siguiéndole Dorrego por el orden de antigüedad. San Martín dio la voz de mando que debían repetir los demás sucesivamente y en el mismo tono. Al hacerlo el General Belgrano, se rió el coronel Dorrego. San Martín, no estaba dispuesto a tolerar semejante impertinencia, le dijo a Dorrego con firmeza y sequedad: “Señor Coronel, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando!”, y volvió a dar la misma voz como si nada hubiera sucedido; pero al repetirla nuevamente Belgrano, otra vez se río Dorrego. Entonces San Martín empuñó un candelero de bronce que estaba sobre la mesa, y dio con él un golpe vigoroso, profiriendo un voto enérgico, y con mirada iracunda le dijo a Dorrego, sin soltar el candelero de la mano: “He dicho, Sr. Coronel, que hemos venido á uniformar las voces de mando!” Dorrego ante la reacción de San Martín no volvió a reírse. Pocos días después fue desterrado a Santiago del Estero en castigo de su insubordinación.
Véase: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, t. 2 , Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1887, p. 283.