Belgrano se encontraba gravemente enfermo y emprendía en los primeros días de febrero de 1820 su viaje a Buenos Aires. Se encontraba acompañado por su médico de cabecera, el Doctor Joseph Redhead, su capellán el P. Villegas y sus ayudantes de campo, Jerónimo Elguera y Emilio Salvigni. Sus piernas se encontraban hinchadas por su enfermedad, y su estado era tal que cuando llegaban a una posta sus ayudantes debían cargarlo en hombros para bajarlo del carruaje y conducirlo a la cama. El país vivía un momento de crisis . Los ejércitos federales encabezados por Estanislao López, caudillo de Santa Fe, y Francisco Ramírez, caudillo entrerriano, en representación de José Artigas, el Protector de los Pueblos Libres, habían vencido al Directorio en la batalla de Cepeda, el 1 de febrero de 1820, provocando la caída de las autoridades nacionales: el Directorio y el Congreso, y se vivía el proceso de la conformación de las 14 provincias, incluida Buenos Aires, que deja de ser capital, para ser una provincia más. En medio de esta situación, Manuel Belgrano, antiguo jefe del Ejército Auxiliar del Perú y por lo tanto artífice de nuestra independencia gracias a las victorias de Tucumán y Salta, no encontró la menor muestra de hospitalidad en su viaje. En el territorio de Córdoba, llegó a una casa al anochecer, donde después de ser colocado en su cama por sus ayudantes, pidió a Elguera que llamase al maestro de posta. Este contestó de manera insolente: “Dígale usted al general Belgrano que si quiere hablar conmigo venga a mi cuarto, que hay igual distancia”.1.
- Véase: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, en Obras Completas. Buenos Aires, Museo Mitre, 1940