Belgrano fomentó la creación de diversas escuelas, a saber: de Agricultura, Dibujo, Arquitectura, Primarias gratuitas, Gratuitas para niñas, de hilazas de lana, Comercio y Náutica; según figura en la Memoria del 15 de junio de 1796. Lamentablemente, por la situación de crisis que se vivía en esa época, algunas de estas escuelas no pudieron fundarse.
El proyecto de Belgrano, abarcaba una educación primaria gratuita, por lo cual podemos decir que fue el gran promotor de la escuela primaria gratuita, en la cual se enseñaran los principios de la religión católica. Sarmiento, fomentó posteriormente la educación laica, pero la enseñanza gratuita tuvo como primer iniciador a Belgrano. El plan de Belgrano también abarcaba a través de diferentes escuelas, como las de Náutica y de Dibujo, una enseñanza técnica, en procura de lograr un fomento de la Ciencia y la Técnica. Belgrano procuraba un desarrollo de lo que hoy en día conocemos como “recursos humanos”, en función de alentar la producción y de fomentar un desarrollo de la persona que la alejara del ocio y los vicios. Seguía el pensamiento de la Ilustración Española, representada por Campomanes y Jovellanos. El pedagogo Pestalozzi, nacido en Zurich, tuvo gran influencia en España y en Manuel Belgrano, quien se compenetró con las nuevas ideas mientras estudiaba en España. Así mismo recibió las influencias del abate Genovesi y del francés Condillac. 1.
En la Memoria de 1796 preconizaba la erección de una Escuela de Dibujo que sería útil para las diversas ramas de las artes manuales, como para los altos estudios encerrados entonces en el cuadro general de la filosofía. El teólogo, el ministro y el abogado necesitarían el conocimiento del dibujo, pues mientras a unos les facilitaría el estudio de la geografía y el manejo del mapa y compás, a los otros les serviría para comprender los “planos iconográficos y agrimensores, de las casas, terrenos y sembrados que presentan los litigantes en los pleitos”; los médicos tendrían mayor facilidad para estudiar detenidamente las partes del cuerpo humano que figuran en las láminas de los tratados de anatomía y hasta las propias mujeres para el mejor desempeño de sus labores. Concluye Belgrano diciendo “que es forzoso que esta Junta, cuya obligación es atender por todos los medios posibles a la felicidad de estos países, lo establezca (igualmente que una de arquitectura, pues en los países cultos no solamente es útil, sino de primera necesidad) en todas las ciudades principales del virreinato y con más prontitud en esta capital, para cuyo caso tendré el honor de presentar unas constituciones y métodos de enseñar, principalmente a aquellos que se destinan a los oficios menestrales’’. 2
Por lo tanto, la Escuela de Dibujo, que comenzó a funcionar en las postrimerías del Siglo XVIII en Buenos Aires, y es la primera de esta clase que funcionó en territorio argentino, se debe, exclusivamente, a la iniciativa de Belgrano.
Belgrano debió enfrentarse por un lado a la indiferencia de los miembros del Consulado, que obstaculizaron su instalación, alegando motivos económicos, y, por otro lado, a la situación de crisis de la Metrópoli, en guerra con Inglaterra, que consideraba este tipo de establecimientos como un mero lujo.
A pesar de ello, el 23 de febrero de 1799, el profesor don Juan Antonio Gaspar Hernández, se dirigió al Consulado de Buenos Aires, con una nota en que pedía el apoyo de ese organismo para establecer una escuela de “Geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás especies de dibujo’’, con lo que pensaba contribuir a la felicidad pública. 3
El Consulado se ocuparía de los gastos que demandase su instalación y fueron Belgrano y Hernández, quienes formularon el presupuesto de los gastos. Belgrano el 14 de marzo de 1799 formula el presupuesto y lo acompaña con un reglamento de 7 artículos. Este reglamento no fue aprobado sino un año después y con bastantes modificaciones. Debemos consignar que Hernández prestó sus servicios sin cobrar honorarios.4
Esta Academia contaba como único maestro a Hernández, quien era profesor de escultura y arquitectura y adornista, y oriundo de Valladolid. El Consulado controlaba el funcionamiento de la Academia. El calendario escolar comprendía vacaciones en los meses de junio, julio y agosto y las clases se daban por la tarde, en invierno desde las cuatro hasta la oración y en verano (noviembre a marzo inclusive), desde las seis a la oración. Los exámenes eran trimestrales.
No sólo se tenía en cuenta la aplicación del alumno, sino también la conducta, y eran expulsados a la tercera falta grave. Los castigos corporales eran aplicados por el maestro, pero en ningún caso podían darse golpes o azotes que perjudicasen la salud del joven. Recordemos que en esa época eran aceptados los castigos corporales como método de reprensión.
La Academia comenzó a funcionar el 29 de mayo de 1799 y llegó a contar con 64 alumnos. Se instaló en el edificio del Consulado, estando sus aulas cerca del despacho de Belgrano. El interés del prócer se ve reflejado, dado que solía en sus ratos libres concurrir a las clases de la Academia.
A pesar de sus auspiciosos inicios, Hernández presentó su renuncia en abril de 1800 y se pensó designar como directores a los hermanos Cañete. Finalmente Hernández continuó como director de la misma. Hubo asimismo, algunos conflictos con los alumnos, quienes querían que las clases no se dieran por la tarde sino en horario nocturno. Además la Academia debió enfrentar reiteradas órdenes reales de clausura de la misma. La primera orden real de clausura, se basaba en que “aunque aprecia el celo de ese cuerpo, es su real voluntad que tenga presente las graves urgencias del Estado para excusar todo gasto durante ellas”. 5. Finalmente por real orden de julio de 1804, de la que el Consulado tomó conocimiento en 29 de octubre de 1804, se procedió a la clausura de la misma. Fueron vanos los intentos del Consulado y del Cabildo, de reinstaurarla.
Los únicos testimonios que nos quedan de esta Academia o Escuela de Dibujo, que fue la primera escuela oficial de estas características que funcionó en Buenos Aires, son los documentos escritos, no habiendo quedado muestras de los trabajos de los alumnos. Es necesario destacar la labor de Belgrano, quien actuó como un verdadero precursor de la enseñanza en nuestro país, a pesar de las dificultades que a veces dificultaron e incluso impidieron el logro de sus objetivos.
- V. Mario Quartaruolo, Ideología de Belgrano estudiada a través de sus maestros y de sus escritos. En: Cuaderno N 1, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1965, pp. 162-166, y otras.
- Nicolás Besio Moreno, Las fundaciones matemáticas de Belgrano. En: Escorzo Belgraniano n 2, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1995, pp. 17-18.
- Nicolás Besio Moreno, op. cit., p. 35.
- En Nicolás Besio Moreno, op. cit., figura un Apéndice de documentos, que abarca diferentes aspectos, tales como: presupuesto y proyecto de reglamento, contestación del Consulado a la real orden de clausura de la Academia, etc.
- Nicolás Besio Moreno, op. cit., p.42.