Belgrano y...

El Pueblo de San Isidro

+PUEBLO DE SAN ISIDRO
 La relación de Belgrano con San Isidro se da a partir de su labor como secretario del Consulado de Buenos Aires, dado que se interesa por la mala situación de los caminos, puentes, canales de riego, transportes, así como también de fundar pueblos sobre la costa. Con el apoyo de Pedro Antonio Cerviño, Domingo Pallares y Eustaquio Gianinni, realiza trabajos en la zona del Riachuelo y Barracas, construcción del muelle de Buenos Aires, así como sondeos en la costa bonaerense, desde el puerto de Buenos Aires hasta las Catalinas. Dos poblaciones costeras constituyen el interés de Belgrano: la Ensenada de Barragán y el Partido de la Costa o de Monte Grande y especialmente, dentro de éste, el pago de San Isidro.

San Isidro fue fundado el 14 de octubre de 1706, en las tierras conocidas como Tierras del Santo, cedidas por el capitán Domingo de Acassuso, que poseía una chacra en Monte Grande y en ella una capilla privada. Sobre esta base se ha de erigir una capilla pública, para que los habitantes puedan asistir a misa. Esto dará lugar a la formación del pueblo de San Isidro, poblado por numerosas chacras y quintas fuera de este casco. El 23 de octubre de 1730 se erige el curato de la costa o Monte Grande y se le asigna por parroquia propia la Capilla de San Isidro.

El pueblo fue delineado por Andrés García en 1812-1813. Recién entre 1873-1875 se definieron los límites del territorio. Asimismo, entre 1784 y 1822, se fueron perfilando las autoridades civiles y militares.

En marzo de 1810, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, recorre con una importante comitiva las tierras del Pago de la Costa. Admira la vegetación de San Isidro y se traslada al pueblo y puerto de las Conchas(Tigre actual), se interesa por el pueblo de San Fernando de la Buena Vista, ubicado en Punta Gorda, y en los trabajos del canal, que se habían iniciado antes de las Invasiones Inglesas (1806-1807). Se propone este funcionario promover la formación de estos pueblos de la Costa y en especial San Isidro y San Fernando, llevando a cabo obras suspendidas, entendiendo la utilidad y beneficios que ellos acarrearían a la causa pública, pues fundamentaba el giro comercial con el Paraguay y los distintos puntos del litoral rioplatense. Carlos Belgrano, hermano del prócer, fue nombrado comandante del pueblo con instrucciones precisas referidas al canal.

Belgrano, tan interesado en el fomento de los plantíos, se interesó en adaptar algunas especies cordilleranas en la Recoleta, para luego plantarlas en el Pago de la Costa. Entre ellas podemos mencionar: valeriana, gencianas, umbilíferas en general, como andrómeda, arbuto, cascarilla o quina en varias de sus especies. Naranjos, limoneros y duraznos se dieron con facilidad en San Isidro. Pequeñas manzanitas silvestres. Aguarivay, guayabos y aribaibo, llegadas de la zona del oriente altoperuano (Bolivia actual). Reina apache, jareta del monte y ciertos árboles de vainilla silvestre, begonias y la célebre ariruma, orquídea muy perfumada llegada de las Misiones, al igual que una gran selección de jazmines del Paraguay. Se intentó plantar el molle, árbol de la zona peruana, de importante follaje, muy a propósito para la planicie. La lista es inconmensurable.

Estacas de álamos y alerces, aromos y manzanillas, competían en el pago de San Isidro con la rosa del río, suerte de ibisqus nativo- rosa china, llegada de las riveras del Paraná al Plata. Las acacias, los fresnos y el clavelón de color rojo- tipo margarita, entre pastizales; ciertos tipos de cactus en las barrancas, en blanco y amarillo. El clavel del aire, a lo largo de la ribera del Paraná, que colgado de ramas tenía su propia microclima y tejía colores entre la campanilla serrana y trepadora cuya flor era llamada de los suspiros o dama de noche. La oreja de ratón en las barrancas, los ojos o huevos de gallos en las tapias, enredados en las rústicas construcciones. Los hinojos salvajes, los anisados y zazafros, perfumaban las noches de verano. Agreguemos a ello una inmensa variedad de volaterías, entre pájaros voladores y terrestres: chimangos, lechuzas, suri (ñandú pequeño), cigüeñas, bandurrias, perdices, tinamures o inamues, martinetas, pavas del monte, mezclados con el ibis del río y gritos del hornero, cachilas, calandrias, zorzales, gallinetas de agua, teros, becasinas y gaviotas. Huidizos lobitos de río, zorrinos y hurones del monte, onzas asustadas que bajaban con las corrientes del río, yuguaré chico y otros habitantes fluviales como ratones de agua, nutrias salvajes, vizcachas. El tunqui de color fuego de los montes, chillando largamente. Los pescadores rendían cuenta de algunos ejemplares de río: sábalo, dorado, bagres, vacas de agua o camuatí, entre el piar de patos y otros palmípedos y croar de ranas y sapos. La placidez de las quintas fueron testigo de episodios románticos e históricos bajo una vegetación frondosa que daba marco al paisaje agreste del San Isidro de ayer.

**Extractado de una conferencia dictada por la Dra. Cristina Minutolo de Orsi en el Golf Club de Villa Adelina, Partido de San Isidro, julio 2006.
+LA CHACRA DE BELGRANO EN SAN ISIDRO - Por Bernardo Lozier Almazán

Antecedentes

Los destinos de Buenos Aires estaban en manos de don José de Andonaegui, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata,[1] cuando por el año de 1751 llegaba a esta ciudad y puerto don Domingo Belgrano Peri, a bordo del navío El Poloni, junto con Angelo Castelli[2] y de otros compatriotas italianos.

Como sabemos, Domingo Belgrano Peri, había nacido el 15 de julio de 1730 en la ciudad de Oneglia, fruto del matrimonio de Carlos Nicolás Belgrano y de María Gentile Peri, de distinguido linaje genovés. De corta edad,  por razones comerciales, se estableció en Cádiz, donde obtuvo carta de naturaleza española, el 20 de noviembre de 1749, para luego de dos años embarcarse con rumbo a Buenos Aires.

Establecido en esta todavía incipiente ciudad,  Domingo Belgrano se dedicó al comercio, según lo testimoniará su hijo Manuel Belgrano, cuando en su Autobiografía, diría que: “La ocupación de mi padre fue comerciante, y le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época”.

Ni bien logró cierta solidez económica, Domingo Belgrano contrajo Sagradas Nupcias en la parroquia de la Merced de Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1757[3] con la santiagueña doña María Josefa González Casero, hija de don Juan Manuel González Islas y doña María Inés Casero Salazar.

El flamante matrimonio se instaló en una casa ubicada en la calle de Santo Domingo (actual avenida Belgrano 430), muy cercana al convento de los frailes dominicos, con quien la familia Belgrano mantuvo tan estrecha relación.[4]

Así llegó el año de 1776, cuando el 8 de agosto S.M. Carlos III aprobó la creación del extenso Virreinato del Río de la Plata, por lo que  designó a don Pedro de Cevallos, primer virrey, que ejerció su cargo en el breve plazo de apenas ocho meses, para ser reemplazado por don Juan José de Vértiz y Salcedo.

Durante su desempeño este virrey desarrolló una fecunda labor administrativa e impulsó la actividad comercial, que Domingo Belgrano Peri supo aprovechar intensificando sus operaciones mercantiles con los principales puertos de España, Francia, Inglaterra, Brasil, que se sumaban a los negocios que mantenía con sus agentes del Asunción, Potosí, Lima y la Banda Oriental.[5] Tan intensa como hábil actividad le permitió consolidar una de las fortunas más prósperas de Buenos Aires, a la vez que  una destacada posición social.

Fue por el año de 1778 que ingresó en la administración de la Real Aduana, desempeñando los empleos de vista y contador, en 1781 fue designado regidor del Cabildo y alférez real y síndico procurador general. También ocupó el honroso cargo de prior de la Venerable Orden Tercera de Santo Domingo.

Belgrano compra una chacra en San Isidro

Aquella prosperidad económica le permitió adquirir en Buenos Aires más de veinte casas y terrenos, en general destinadas a la renta, tiendas y pulperías, y fuera de la ciudad también pudo comprar algunas chacras y estancias, en Arrecifes, sobre el río Las Conchas y en la Banda Oriental, que dedicaba al cultivo y hornos de ladrillos.

Una de aquellas chacras, cercanas a Buenos Aires, fue la de San Isidro que compró el 21 de julio de 1783, según lo testimonia el escribano Pedro Núñez[6], cuando registra que: “Sea notorio que nosotros […] hijos y herederos del Capitán Fermín de Pessoa y su mujer Juana Echalecu, por la presente juntos y de mancomún otorgamos que vendemos desde ahora y para siempre jamás a Dn Domingo Belgrano Pérez, vecino y del comercio de esta ciudad a saber la chacara [sic] que fue de los referidos nuestros padres situada en la Costa de San Isidro, lindera por el frente con el Río de la Plata, por la parte de la ciudad [o sea por el sud] con más tierras que fueron del referido nuestro Padre y por la de San Isidro [o sea por el norte] con el Bachiller don Facundo de Prieto y Pulido, que se compone su territorio de cuatrocientas varas de frente y el fondo de una legua, o el demás que le corresponda en esta venta se incluye también los edificios y varios muebles y árboles que constan avaluados en autos de la Testamentaría que corren en el oficio del actuario Escribano, y todo ello en el precio de dos mil cuatrocientos diez y ocho pesos, dos reales, en que se ha Tasado […] En esta ciudad de Buenos Ayres a veinte y uno de julio de mil setecientos ochenta y tres años”.

Firmas: Domingo Belgrano Pérez, Bartolomé Gil de Lamadrid. “Ante mi Pedro Núñez”.

Tres años después, Domingo Belgrano Pérez compraba la chacra lindera hacia el sud, mediante escritura llevada a cabo ante el notario José García Echaburu[7], quien dejó asentado al margen: “Venta de tierra Dn Ramón Castro a favor de Don Domingo Belgrano Pérez”, para luego testimoniar que: “Sea notorio como yo Don Ramón Castro vecino de esta Ciudad; Por la presente otorgo que vendo, y doy en venta Real por juro de heredad desde ahora para en todo tiempo, y para siempre jamás a Dn Domingo Belgrano Pérez igualmente vecino y del Comercio de esta Ciudad para el susodicho y sus herederos y sucesores […] una tierras que tengo en la Costa de San Isidro que se componen de ciento y cincuenta varas de frente y seis mil varas de fondo, que es una legua,  y en ella se halla una casita vieja, la misma que compré a Vicente Pessoa y Petrona Tadea Pessoa, Padre e hija por Escritura Pública que a mi favor otorgaron el veinte y siete de Noviembre del año pasado de mil setecientos ochenta y uno, ante el presente Escribano […], que lindan por la parte de esta ciudad con las tierras de Marcos José de Riglos y por la puesta con tierras de los demás herederos de sus abuelos, que fueron Fermín de Pessoa y Da Juana Echalecu, de quien las tuvo, la dicha Petrona Pessoa por mejoras que le hicieron y consta declarada en el testamento que otorgó la dicha Abuela el día veinte y uno de Enero del año pasado de mil setecientos setenta y cuatro […] en la suma y cuantía de quinientos veinte y un pesos, de plata acuñada y moneda corriente […] satisfecho y pagada en dinero de contado de toda satisfacción y contento”. Firmado en “esta ciudad de la Santísima Trinidad-Puerto de Santa María de Buenos Ayres a veinte y seis de nov. de mil setecientos ochenta y seis”.

Según se desprende de ambos testimonios notariales, con la compra de esta segunda fracción de terreno la chacra de Belgrano llegó a tener 550 varas de frente al Río de la Plata por una legua de fondo.

Filiación del vendedor

Como hemos visto, las escrituras mencionadas también nos refieren que ambas chacras habían sido propiedad del capitán Fermín de Pessoa, singular personaje del Buenos Aires colonial. El Padrón del Pago de la Costa, verificado en el año de 1738, ya registraba la “Chacra de Fermín de Pessoa con su casa de tejas”.

El capitán Fermín de Pessoa, nacido en Buenos Aires y bautizado en la Catedral el 22 de abril de 1682[8], era hijo natural de Juana Gómez, esclava de doña Gregoria Silveira y Gouvea[9], y del capitán Alejo Homen de Pessoa y Figueroa,[10] de la más antigua nobleza virreinal.

Fue don Miguel de Riglos, el esposo de Gregoria Silveira de Gouvea, quien por escritura dada el 30 de julio de 1708, liberó a la esclava Juana Gómez y a su hija Teresa de Pessoa, cuando testificó que “otorgo y conozco que ahorro y liberto de toda sujeción y cautiverio a Juana mi esclava de color pardo, de edad de cincuenta años poco más o menos, y a Teresa[11] su hija también mi esclava de color cuarterón de edad de veintidós años poco más o menos”. Poco después, Miguel de Riglos también le otorga la libertad a Fermín de Pessoa, por escritura del 17 de enero de 1709, dejando consignado que el liberto era “hijo de Juana Gómez mi esclava que fue y a quien también tengo dada carta de libertad”.

De tal manera, Fermín de Pessoa comenzaba su andadura por este mundo, en el que la fortuna le compensó su tan oscuro origen, si recordamos que su linajudo tío, el Dr. Ignacio de Pessoa y Figueroa, canónigo de la Catedral de Buenos Aires, le profesó un gran afecto, por lo que contó con su privilegiada protección, hasta que en 1726 éste piadoso clérigo pasó a mejor vida, después de nombrarlo universal heredero de sus numerosos y muy valiosos bienes.[12]

Buen administrador de sus bienes, Fermín de Pessoa supo acrecentar su fortuna, figurando en el Padrón de Buenos Aires de 1744 con “casa principal de dicho Capitán Fermín de Pessoa, de 60 años, casado con Juana de Echalecu, con siete hijos”, según nos narra Hernán Lux-Wurm, “además siete esclavos, sin contar los muchos aposentos que en el mismo inmueble tenía como renta en arrendamientos”.[13]

Ubicación de la chacra

Para ubicar aquellas fracciones dentro del Pago de la Costa o San Isidro, debemos remontarnos al 11 de junio de 1580, cuando Juan de Garay fundó solemnemente la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Buenos Aires y, días después, adjudicó las 65 suertes o chacras entre los primeros pobladores. Aquel parcelamiento comenzaba en la actual intercesión de las calles Arenales y Basalvilbaso de la ciudad de Buenos Aires y se extendía hasta la actual calle Tomás Guido Spano, ubicada en la localidad de Punta Chica, de partido de San Fernando.

Las dos chacras compradas por Domingo Belgrano corresponden a aquellas  suertes originales adjudicadas por Garay: La  número 49,[14] a la que le sumó la lindera hacia el sur, la número 48,[15] que estableciendo sus confines, podemos ubicarla en la nomenclatura urbana actual, con frente al Río de la Plata, por el sur la actual calle Colón y su continuación Yapeyú, y por el norte, con la actual calle Alvear y su continuación H. Yrigoyen (Ver plano adjunto).[16]

Mapa chacra

 

La sucesión de Domingo Belgrano Pérez

Como decíamos ut supra, Domingo Belgrano Pérez había ocupado importantes cargos en el gobierno virreinal, entre ellos aquel que desempeñó en la Real Aduana, hasta que según nos lo narra el distinguido historiador, Mario Belgrano, cuando dice que: “Domingo Belgrano se vio envuelto en el proceso que se instauró al administrador de la aduana, Ximénez de Mesa, en 1788. Intimo amigo del mencionado funcionario, se le creyó cómplice en la quiebra, por cuyo motivo el virrey Loreto ordenó su prisión y el secuestro de todos sus bienes, hasta que por resolución de 24 de enero de 1794, fue absuelto de los cargos de la acusación y supuesta complicidad y restituido al goce de sus derechos y bienes”.[17]

De tal manera, la fortuna de Domingo Belgrano sufrió pérdidas cuantiosas, por lo que debió contraer numerosos prestamos para sobrellevar el problema económico que le originara la tan lamentable demanda.

Domingo Belgrano falleció en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1795. Según se desprende del Inventario y Tasación de Bienes, que forma parte de su sucesión,[18] iniciada el 26 de octubre de 1795 y concluida el 5 de marzo de 1796, la chacra de San Isidro estaba valuada en “12.759 pesos y 6 ¾ reales en total de valor de la Chacra con Casas […] en el Partido de la Costa de San Isidro, con 550 varas de frente y una legua de fondo”.[19]

Si recordamos que la primera chacra la había adquirido en 1783, en 2.418 pesos y dos reales, y la segunda comprada en 1786, en la suma de 521 pesos, lo que da un total de 2.939 pesos y dos reales, veremos que la tasación total de ambas chacras, en 1796, asciende a 12.759 pesos y 6 ¾ reales, demostrándonos el enorme incremento de su valor inmobiliario.

Presencia de Manuel Belgrano en la chacra

Si bien la ajetreada existencia de Manuel Belgrano no le permitió concurrir con cierta frecuencia a la chacra de San Isidro, algunos testimonios nos evidencian al menos alguna de sus esporádicas concurrencias.

Al respecto, podemos recordar que luego de las derrotas de Vilcapujio y Ayohuma, el general Manuel Belgrano, con la salud quebrantada por la fiebre terciana, debió trasladarse a Buenos Aires para someterse al Consejo de Guerra que determinaría su responsabilidad en ambas batallas. Así fue como a su arribo a Córdoba se le advirtió que debía fijar su residencia en algún pueblo de las afueras de la ciudad o en Cuyo, hasta que concluyera el mencionado Consejo de Guerra. Dicha disposición respondía al temor de que la presencia de Belgrano en Buenos Aires ocasionara manifestaciones de adhesión a su persona.

No obstante, Belgrano continuó su camino hacia Buenos Aires, hasta que llegado a la villa de Luján, el comandante Carlos Belgrano, por orden superior, debió arrestar a su hermano Manuel Belgrano. Fue así que por varios días vivió prisionero en el Cabildo de aquel pueblo, hasta que se logró que, en atención de su precario estado de salud, se lo trasladara a la chacra de San Isidro.[20] Digno de mencionar es que durante su permanencia en San Isidro Manuel Belgrano escribió sus memorias conocidas como su Autobiografía, testimonio de obligada consulta para los historiadores del ocaso de la época colonial y principios de la Independencia.

Como sabemos, poco después, el gobierno dispuso el sobreseimiento de la causa y se le encomendó la misión diplomática a Europa.

A su regreso de su frustrada misión diplomática, Belgrano, debió hacerse cargo de los restos del Ejército Auxiliar del Perú, designación que le exigió el otro gran sacrificio, que ofrendó a la patria con verdadera abnegación.

A fines de 1819, la enfermedad que lo consumía se agravó de tal manera que debió emprender su penoso regreso a Buenos Aires carente de recursos, por lo que a su arribo a la ciudad de Córdoba debió recurrir al gobernador interino, don Carlos del Signo, quien le facilitó 418 pesos para que pudiera continuar su viaje.[21]

De tal manera, el 1º de abril pudo llegar a la chacra de San Isidro donde permaneció algunos días para reponerse de las penurias del viaje.[22]

A poco de llegar, le escribía a su amigo Carlos del Signo, en carta fechada en “Costa de San Isidro, 4 de abril de 1820”, para manifestarle que:

“Desde el día 1º de éste mes me hallo entre los míos sin haber experimentado cosa alguna en el camino; es verdad que al aproximarme oí ya decir de los desertores de Buenos Aires que efectivamente han sido de tamaño, según cuentan y todavía parece que no hay tranquilidad, pero se cree que con las medidas que toma el Gobernante todo volverá al orden a su modo y según las ideas del día.

Si me proporcionare alguna buena tropa de hombre de confianza agradeceré a V. me remita los efectos de mi equipaje que dejé a su cuidado, y la carretilla puede venir hacia la culata de una de la tropa; mucho me alegraría si pudiese V. servirse de D. Blas Rodríguez o de Villafañe que han servido al Ejército.

Créame V. que siento darle tantas incomodidades, todavía tengo que añadir otras: es preciso que V. contrate con el tropero que traiga mi equipaje el que me conduce tres caballos que tengo al cargo del Maestro de Postas de Impira, y así mismo si el Sr. Dn. Tomás de Aguirre, a quien me hará el gusto de entregar la adjunta, pusiese a la disposición de V. un calisin me lo enviará por el mismo conducto.

Persuádase V. que le estoy agradecidísimo, que deseo corresponder al distinguido favor que me ha hecho y que nada me separará de la sincera amistad que le profeso y con que lo cuento y contaré como uno de mis más allegados”.[23]

“Costa de San Isidro, 4 de abril de 820.                             Ml. Belgrano

Señor Dn. Carlos del Signo.

Del Comercio de Córdoba”.

Cinco días después, le dirigía una carta a su amigo tucumano Celestino Liendro.

“Mi muy querido cumpa:

Nada sé de la familia desde que salí de ésa; no he podido escribir, por mis males, y porque además, las incomodidades del camino no me ha permitido; ya hoy me hallo con algún más descanso y podré repetir lograr esta satisfacción, si mis enfermedades siguen con el alivio que ahora, pues he logrado tener algunas más fuerzas, apetito y sueño.

Me he encontrado con el País en revolución, nadie sin embargo se [roto] se va tranquilizando con las buenas disposiciones de nues [roto] Provincia.

A mi Cuma dígale V. muchas cosas y que no dejen de darme noticias de mi Ahijadita: V. puede figurarse cuanto debe interesarme su salud y bienestar por todos los aspectos.

Expresiones mil a Doña Pepa, a Prudencio, recibiéndolas V. con el afecto de la a[mistad] de su affmo.”[24]

Costa de San Isidro, 9 de abril de 1820.                             Ml. Belgrano

Señor Dn. Celestino Liendro.

Pero la implacable enfermedad de Belgrano se agravó de tal manera que debió abandonar la chacra de San Isidro para llegar a su casa paterna, desde donde le escribió a su gran amigo José Celedonio Balbín, advirtiéndole la proximidad de su final: “Me hallo muy malo, duraré pocos días, espero la muerte sin temor”.[25]

El general Manuel Belgrano entregó su alma al Señor a las siete de la mañana del 20 de junio, cuando el país se debatía en la más cruel anarquía.

 

[1] Había asumido el 22 de noviembre de 1745 y ejerció su cargo hasta 1756, que fue reemplazado por don José de Cevallos.

[2] Médico boticario, quien casado en Buenos Aires con María Josefa Villarino y González Casero, fueron los progenitores de Juan José Castelli el célebre vocal de la Primera Junta de 1810., quien se emparentaría con la familia Belgrano por parte  materna.

[3] Catedral de Buenos Aires, libro 5º de Matrimonios, fol. 86.

[4] Miguel Ángel De Marco: Belgrano. Artífice de la Nación, soldado de la libertad, Emecé, Buenos Aires, 2012, p. 20.

Cfr. Aníbal Jorge Luzuriaga: Manuel Belgrano. Estadista y prócer de la independencia hispanoamericana, Universidad de Morón, Prov. de Buenos Aires, 2004, p. 123.

Cfr. Bernardo Lozier Almazán: Manuel Belgrano. Reflexiones sobre algunos aspectos de su personalidad, Edición privada, Buenos Aires, 2012, p. 2.

[5] Norma Ledesma de Rustia: Un fuerte comerciante rioplatense: Don Domingo Belgrano y Peri, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, Anales nº 11, 2004, p. 199.

[6] Archivo General de la Nación: Protocolo del Registro nº 1, del escribano Pedro Núñez, fol. 211 vuelto y 212.

[7] Archivo General de la Nación: Protocolo del Registro nº 6, del escribano José García Echaburu, fol. 222 vuelto, 223 y 223 vuelto..

[8] Catedral de Buenos Aires, libro 3 de gentes de color, folio 206 vuelto.

[9] Esposa de Miguel de Riglos y La Bastida (1649-1719),  uno de los vecinos más opulentos de Buenos Aires, capitán de caballos coraza, alcalde de 2º voto, regidor.

Cfr. Bernardo Lozier Almazán: El arcediano Miguel José de Riglos y las imágenes patronales de San Isidro, Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro, año XXV, 2011, p. 81.

[10] Hijo del capitán Pedro Homen de Pessoa y Figueroa y de Juana Catalina Cabral de Melo y nieto del capitán Pedro Homen de Pessoa de Saa, teniente gobernador de Cuyo, entre 1628 y 1631, y posteriormente de Santa Fe, desde 1645 hasta 1648, casado con doña Isabel de Figueroa y Mendoza.

Cfr. Hernán Lux-Wurm: Los Pessoa, una dinastía mulata en el Pago de la Costa, Academia de Estudios Históricos de Vicente López, 1993, p. 76.

[11] Teresa Pessoa, con los años contraería matrimonio con José  de Acassuso, hijo natural y mestizo de don Domingo de Acassuso.

[12] Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina, Buenos Aires, 1920, t. X, p. 148.

[13] Hernán Lux-Wurm, op. cit. p. 79.

[14] Otorgada originalmente por Garay, en 1580, a Miguel Navarro

[15] Otorgada originalmente por Garay, en 1580, a Andrés Méndez.

[16] Estas ubicaciones coinciden con el plano “Ubicación gráfica de las suertes de chacras distribuidas por Don Juan de Garay en el año 1589”, Compilación de Referencias Documentales, Dirección de Geodesia, Catastro y Mapa de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, tomo I, 1933.

Idem. Plano de los caminos de la Costa de San Isidro por el Brigadier Don José Custodio de Saa y Faría, año 1781.

Idem. Plano de Manuel Ozores, año 1786.

Cfr. Bernardo Lozier Almazán: Nueva reseña histórica del Partido de San Isidro, Sammartino Ediciones, Buenos Aires, 2010, p. 36.

[17] Mario Belgrano: Belgrano, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1996, p. 17.

[18] Archivo General de la Nación, Sucesiones, nº 6260, expte. Nº 14.

[19] Idem. folio 87.

[20] María Correa Viale: De mi raza, Buenos Aires, 1993, p. 161.

Cfr. Ovidio Giménez: Vida, época y obra de Manuel Belgrano, Editorial Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1999, p. 560.

Cfr. Mario Belgrano, op.cit. p. 279.

[21] Bartolomé Mitre: Historia de Belgrano y de la independencia argentina, Editorial Juventud, Buenos Aires, 1945, t. IV p. 335-336.

Cfr. Instituto Belgraniano, Central, General Belgrano. Apuntes Biográficos, Buenos Aires, 1984, p. 103.

[22] Ovidio Giménez: op. cit. p. 725.

Cfr. Manuel Luis Martí: Sus enfermedades y su muerte, Belgrano, Instituto Bonaerense de Numismática y Antiguedades, Rosario, 2012, p. 195.

[23] Epistolario Belgraniano, Editorial Taurus, Buenos Aires, 2001, p. 453.

[24] Idem. p. 454.

[25] Bernardo Lozier Almazán: Manuel Belgrano. Reflexiones sobre algunos aspectos de su personalidad,  San Isidro, 2012, p. 25.

 

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