El Dr. Redhead, si bien se lo considera de nacionalidad inglesa, había nacido –según su propia declaración oficial presentada en Buenos Aires el 17 de octubre de 1804 ante uno de los Alcaldes de Barrio-, en Connecticut, Estados Unidos de Norteamérica, en 1767, siendo sus padres escoceses.
De niño se trasladó al Colegio de Edimburgo, en Escocia, donde cursó estudios primarios, secundarios y medicina como alumno de William Cullen, uno de los autores de medicina más distinguido de esa época.. También se interesó en las ciencias físiconaturales. Se graduó de médico en 1789 y después se perfeccionó en Alemania, en la Universidad de Gottingen, donde fue compañero de Guillermo IV. Viajó por Italia y Rusia, para establecerse luego en París, figurando entre los alumnos de Juan Nicolás Corvisart -uno de los facultativos de Napoleón Bonaparte- que se encontraba dentro de los fundadores del criterio moderno de enfermedad, introduciendo dentro de la práctica médica la auscultación del corazón.
Al regresar a Escocia, contando con un gran bagaje científico, el gobierno de ese país lo envió a América para estudiar la naturaleza del Nuevo Mundo.
Arribó a Buenos Aires antes de 1793 y ese año fue habilitado por el Protomedicato para ejercer su profesión. En 1806 partió a Potosí, en compañía de Francisco Muñoz y San Clemente, para realizar experiencias antivariólicas. Debido a su curiosidad científica, durante ese viaje realizó observaciones sobre la flora y fauna argentinas, especialmente en Jujuy, donde estudió las cactáceas de la Puna y tomó mediciones. En el Alto Perú (Bolivia) tomó anotaciones de carácter geográfico y geológico: midió la altura del célebre Cerro de Potosí y realizó estudios sobre el Illimani y otras montañas que forman la gran cadena de la Cordillera. En 1809, de regreso del Alto Perú, se instaló en Rosario de Lerma (Salta) para efectuar estudios botánicos en el Valle de Lerma, al tiempo que investigaba acerca del tifus exantemático y el paludismo. (1)
Adhirió a la Revolución de Mayo y al ser invadida Salta por los realistas, se vio obligado a emigrar a Tucumán en 1812, donde se desempeñó como médico. Precisamente en Tucumán, conoció a Belgrano, General en Jefe del Ejército Auxiliar al Alto Perú, y se mantuvo en contacto con él hasta su muerte. Acompañó la marcha del Ejército del Norte y estuvo presente en la gran victoria de Salta -en calidad de cirujano, atendiendo, junto a los médicos Castellanos Saravia y Navarro, a los heridos de ambos bandos- y luego en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
Compartió con Belgrano las inquietudes intelectuales. Belgrano, quien había estado en contacto con grandes científicos cuando se desempeñó como secretario del Consulado, sentía interés por los trabajos de investigación científica desarrollados por Redhead. Este realizó un libro Memoria sobre la dilatación progresiva del aire atmosférico , que aparentemente fue editado en Buenos Aires en 1819. Se lo dedicó a Belgrano con estas palabras:
“Al Excmo. Señor General Don Manuel Belgrano. Muy Señor Mío. Los descubrimientos modernos en las ciencias me indicaron un método sencillo y fácil de revelar un problema que en tiempos pasados había ocupado á los físicos de Europa, y que se abandonó tal vez, por las dificultades que ofrecía. Ignoro si he llenado el objeto de un modo satisfactorio. Sea lo que fuese ofrezco á V. E mi trabajo como un testimonio de los sentimientos que me han manifestado la constante amistad con que me ha honrado desde muchos años. Soy de V.E. Josef Redhead. Salta y Marzo 6 de 1819” . (2)
Cuando se conocieron, el prócer estaba reemprendiendo la traducción al castellano del famoso discurso de Despedida de Washington al Pueblo de los Estados Unidos, tarea que había emprendido cuando realizaba la expedición al Paraguay y que se vio obligado a quemarla junto con todos sus papeles en la derrota de Tacuarí el 9 de marzo de 1811. En esta nueva ocasión contó con la colaboración de Redhead, como consta en la introducción de esta obra:
“Para ejecutarla con más prontitud me he valido del americano doctor Redhead, que se ha tomado la molestia de traducirla literalmente, y explicarme algunos conceptos; por este medio he podido conseguir mi fin, no con aquella propiedad, elegancia y claridad que quisiera, y que son dignos tan amplios consejos; pero al menos los he puesto inteligibles, para que mejores plumas les den todo aquel valor, que ni mis talentos, ni mis acciones me permiten.” (3)
Ambos hombres se separaron cuando Belgrano, una vez cedido el mando del ejército al General José de San Martín, después de haber sido sometido a juicio, partió en misión diplomática a Europa. Su reencuentro se produjo cuando Belgrano se hizo cargo nuevamente del Ejército Auxiliar al Alto Perú en Tucumán. En esta ocasión el ejército se mantuvo pasivo en Tucumán, mientras Güemes era el encargado con sus gauchos de asegurar la frontera norte de las Provincias Unidas de Sudamérica.
En marzo de ese mismo año, Güemes lo envió a Tucumán para atender la muy quebrantada salud de Belgrano, de quien había sido su médico de cabecera. Según el testimonio de Federico Helguera, en este duro tramo de la vida del prócer, éste era asistido por muy pocos amigos:
“Sus mejores amigos se ocultan para librarse de las persecuciones y las familias viven en el encierro y la pobreza. Apenas si sus fieles ayudantes, su amigo Balbín y su abnegado médico Redhead le cuidan y ayudan.” (4)
Encontrándose el prócer postrado en su lecho, a las 11 de la noche del 11 de noviembre de 1819, se sublevó la guarnición compuesta de piquetes del ejército del Perú. Encabezaba la sublevación el capitán Abraham González -“hombre vulgar, gran charlatán y de malas costumbres” al decir de Mitre- respondiendo a Bernabé Aráoz, contra el gobernador, el coronel Feliciano de la Mota Botello. González se dirigió al alojamiento de Belgrano, quien velaba como de costumbre hasta altas horas de la noche. Al ver invadida su habitación por tropas armadas, se dirigió al oficial diciéndole: “¡Qué quieren de mí? Si es necesario mi vida para asegurar el orden público, aquí está mi pecho; quítenmela”. González, por toda contestación ordenó que se le remachase en el acto una barra de grillos, en circunstancias que sus piernas estaban deformadas por la hidropesía. Redhead se opuso terminantemente a este acto de barbarie, y nadie se atrevió a desobedecerlo. Entonces se decidió organizar su partida a Buenos Aires.
Le dispensó cuidados hasta el momento de su muerte. El 19 de junio, Belgrano pidió a su hermana Juana, quien lo asistía con el amor de una madre, que le alcanzara su reloj de oro de bolsillo, que tenía colgado a la cabecera de la cama. Lo entregó a Redhead en pago de sus servicios, diciendo: “Es todo cuanto tengo para entregar a este hombre bueno y generoso”. (5) Ocurrido su deceso, el mismo Redhead fue quien le solicitó al Doctor Juan Sullivan que efectuara su autopsia.
Se desempeñó como médico en Buenos Aires un tiempo más en el Hospital de la Residencia, en el barrio de San Telmo y luego se trasladó a Salta, en el coche que también le había regalado el general, donde continuó actuando junto a Güemes, a quien pronosticó la gangrena que lo llevó a la tumba, luego de ser herido de bala en 1821.
Este hombre no sólo estuvo ligado a figuras tan relevantes como Belgrano y Güemes, sino que también fue médico particular de otros próceres salteños, entre otros: el coronel Manuel Puch y los generales Arenales y Gorriti.
Apoyó la política rivadaviana y en 1824 redactó, por disposición del gobernador Arenales, un Informe sobre sanidad de Salta, destinado a Rivadavia. En 1825, actuó junto con el general Miller en Salta y elogió a San Martín y colaboró en su campaña.
Admiró a los próceres que lucharon por la Independencia de nuestra Patria. Para destacar su memoria, coleccionó los primeros documentos para la historia de Güemes y publicó opúsculos sobre Belgrano y Arenales.
Estuvo en contacto con numerosos viajeros que visitaron la provincia de Salta, los que destacaron su integridad moral y su actitud filantrópica. Según el testimonio de Scrivener:
“Era un hombre muy habilidoso y se distinguía tanto en medicina como en matemáticas. Era también un buen botánico y miembro correspondiente de varias sociedades científicas de Europa. Son testimonios de su gran talento, energía y conocimientos, los varios tratados sobre temas de medicina, sobre la propiedad de las plantas originarias del país, sumados a un nuevo sistema de calcular las baras barométricas, que tuvo el honor de ser aprobado por el Barón Humboldt, además de un informe de la altura de los picos principales de los Andes y una biografía del célebre general Belgrano.” (6)
Según consta del testimonio de Woodbine Parish, primer cónsul británico en el Río de la Plata se desempeñó como su corresponsal, realizando informes científicos:
“Mi inteligente corresponsal, el finado Dr. Redhead, que residió por más de veinte y cinco años en las provincias de arriba, y a quien soy deudor de algunos informes valiosos sobre ellas, hablando de su apariencia geológica, observa en una de sus cartas la fuerte persuasión que lo inducía a conjeturar que la parte sud de la provincia de Santiago debe de haber sido en algún tiempo costa de mar. ‘Sus cerrillos de arena, me traían siempre a la memoria los que se ven en las costas de Flandes’.” (7)
Tal como figura en este testimonio, fue un destacado científico, corresponsal de Humboldt, miembro de varias sociedades europeas y amigo de viajeros que lo visitaron y dejaron recuerdos de su vida. En Salta contaba con el respeto de sus habitantes, falleciendo en esta ciudad el 28 de junio de 1847, asistido por su médico y amigo Vicente Arias y Arias y por el capellán Toribio Tedín. (8)
Luego de producirse la muerte de Belgrano, se suscitó una querella entre Juan o Julián Sullivan y su testamentaría, con respecto a la asistencia al prócer en sus últimos días y al pago de los haberes correspondientes. Este médico de origen irlandés, se presentaba en varios escritos como “Profesor de Medicina y Cirugía” en Buenos Aires. Su diploma según su testimonio era del Colegio Real de Cirujanos de Londres y el certificado del presidente de Medicina del Colegio de Dublín, calificándolo apto para el grado de Doctor en Medicina y confirmado por su práctica en la ciudad de Buenos Aires. Pese a ello, debió rendir un examen cuyo contenido era –según sus palabras: “…los aforismos ridículos de Hipócrates, y las teorías bárbaras de la antigüedad. De modo que este exámen fue un pretexto pata privarme del ejercicio y un ramo de mi profesión, que he estudiado por tanto tiempo, empeño y gasto”. Por lo cual sólo estaba matriculado como Profesor de Cirugía. (9)
El Doctor Sullivan en 1821, inició un juicio por cobro de haberes contra la testamentaría del general Belgrano. Este expediente estaba encabezado por una carta de Domingo Estanislao Belgrano, hermano y albacea del general, a Juan Sullivan, en la que le decía: “Que ínterin que pueda hacer más se sirva aceptar como recuerdo del general, una escribanía taquigráfica que fuera de Belgrano”. La cuenta que pasó Sullivan ascendía a un total de 305 pesos y 4 reales. Es necesario puntualizar que eran pesos oro, por lo cual su valor era mucho mayor que los pesos actuales. El discriminaba esta deuda de la siguiente forma: 71 medias juntas con el Dr. Redhead: 142 pesos; 71 visitas a 4 reales: 35 pesos y 4 reales; 7 juntas con varios facultativos: 28 pesos; disección del cadáver de Belgrano en el Convento de Santo Domingo por encargo del hermano de Belgrano y descripción de lo que se presentaba en la disección: 100 pesos.” (10)
La asistencia a Belgrano por Sullivan comenzó el 10 de abril de 1820. Domingo Estanislao Belgrano dijo no poder pagarle por el momento por carecer de fondos de la testamentaría, e hizo notar que las juntas (consultas), nadie se las había pedido, dado que él asistía como amigo como tantos otros médicos, y que en relación con la autopsia que le practicara a Belgrano, ésta no fue solicitada por él, por lo cual debía reclamarle el dinero a la persona que la había solicitado, aclarándole que ésta se había realizado contra su voluntad. (11)
En otra parte del escrito pedía el hermano de Belgrano que antes de pagar a Sullivan, se verificase su título en el Instituto Médico Militar o bien en el Tribunal de Medicina, y que éstos dictaminaran la suma que debía ser abonada. La contestación del Tribunal de Medicina, firmada por Francisco Antonio Fernández y Francisco Rivero el 17 de mayo de 1822, manifestaba que sólo estaba matriculado en ese Tribunal como Profesor de Cirugía, pero como él asistiera al general Belgrano, ejerciendo la facultad de Medicina, a presencia del Tribunal de Protomedicato, sin que se manifestase oposición alguna, y por el contrario se consintiese, juzgaba que debía pagársele el honorario que reclamaba. (12)
Una carta de Domingo Belgrano, resulta muy esclarecedora en relación con este tema:
“Además de que ¿por qué no dice, y prueba quien lo llamó para asistir al general? Y quién le pidió esas medias juntas; Si fue el Dr. Redrechard (sic) como parece de la copia presentada por Sulivan, bien podía repetir contra el mismo Redrechard, pués éste fue sobradamente pagado con más de tres mil pesos que exigió (se le habían entregado también muebles y alhajas por valor aproximado a los tres mil pesos), y se le pagaron a pesar de haber sido mantenido, y costeado, y dicho que venía sólo por amistad. Lo cierto que Sulivan iba a visitar al Dr. Redrechard, como a mi hermano, quien además se veía favorecido de visitas diarias de casi todos los médicos del pueblo, quienes al pensar como Sulivan cobrarían también sus visitas…” (13)
También admite, en tono irónico, que solía divertir al general Belgrano el doctor Sullivan tocando el clave varias veces en las visitas que le hacía, lo que seguramente lo consolaría, y agregaba:
“Lo sensible es que no fuese una cítara de David y una enfermedad como la de Saúl que acaso habríamos logrado no muriese: pero como deja á la amistad estas horas perdidas en acompañarle dejando en aquel tiempo atenciones que debían serle lucrativas, parece escusado dar nuevo valor á esta oficiosidad amistosa y digna de agradecerse.” (14)
Más allá de esta controversia, Belgrano fue atendido solícitamente por sus familiares y por su médico personal, el Dr. Redhead, y por casi todos los médicos de la ciudad de Buenos Aires, que se interesaban por el estado de salud del prócer.
NOTAS
- RICARDO PICCIRILLI, FRANCISCO L. ROMAY y LEONCIO GIANELLO, Diccionario histórico argentino, Buenos Aires, Ediciones Históricas Argentinas, t. VI, pp. 71-72.
- JOSE LUIS MOLINARI, “Manuel Belgrano, sus enfermedades y sus médicos” en Revista Historia, t. III, Año V, junio-septiembre 1960, Nº 20. Colección Mayo Patrocinada por la Comisión Nacional de Homenaje al 150º Aniversario de la Revolución de Mayo, 1810-1960, p. 132.
- INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Despedida de Washington al pueblo de los Estados Unidos, traducción y comentario del General Manuel Belgrano, Buenos Aires, Gráfica Gral. Belgrano, 1994, p. 4.
- FEDERICO HELGUERA, “El general Belgrano en Tucumán” en La Nación, 3 de octubre de 1935. Véase también. JOSE LUIS MOLINARI, “Manuel Belgrano, sus enfermedades y sus médicos”, ob. cit., p. 133.
- Informe verbal de Francisco Chás, testigo presencial. También le regaló el coche en que había venido desde Tucumán y en el que regresó Redhead después de la muerte de Belgrano. BARTOLOMÉ MITRE, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina , Buenos Aires, Ediciones Estrada, t. IV, 1947, p. 272.
- JUAN H. SCRIVENER, Memorias del Sr. Juan H. Scrivener. Impresiones de viaje: Londres-Buenos Aires- Potosí, Traducción y prólogo de Lola Tosi de Diéguez, Buenos Aires, 1937, p. 139. Véase también: JOSE LUIS MOLINARI, Manuel Belgrano, sus enfermedades y sus médicos, ob. cit., p. 135.
- WOODBINE PARISH, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata, Buenos Aires, Librería Hachette, 1958, p. 385. Véase también: JOSE LUIS MOLINARI, Manuel Belgrano, sus enfermedades y sus médicos, ob. cit., p. 135.
- Mientras que en el Diccionario histórico argentino de Piccirilli, Romay y Gianello figura esta fecha en el libro de Molinari se menciona como fecha de su muerte el 3 de junio de 1846.
- JOSE LUIS MOLINARI, Manuel Belgrano, sus enfermedades y sus médicos, ob. cit., pp. 141-142.
- Ibidem, p. 137.
- Ibid, p. 137.
- Ibid, p. 138.
- Ibid, p. 138.
- Ibid, p.150.